Traducido del francés del diario “Le Monde”
20 de junio 2010, por Miguel F. Cabrera
Christine Rousseau
Lejos de temer a la muerte, a la que él hizo el personaje central de una de sus novelas, José Saramago hablaba de ella sin problemas. Era una manera para él de sentirse “bien vivo”, decía en su obra “El Cuaderno”, su último libro traducido al francés. En él el escritor portugués evoca, sin ningún matiz de ironía, los graves problemas de salud que tenía y que casi le cuestan la vida hace tres años: “Estoy muerto, es la noche del 22 de diciembre del 2007, 4 de la mañana, pero me resucitan nueve horas después. Se trata de un colapso orgánico total, las funciones corporales se han detenido y ello me ha llevado al último umbral de la vida, allí donde ya es muy tarde para decir adiós (…) Yo me he dado cuenta rápidamente que mi cuerpo será expuesto en la biblioteca todo rodeado de libros y, digámoslo así, de otras flores”.
Después de este ir y venir con la muerte (“Intermitencia de la muerte”, título de uno de sus últimas novelas, el Premio Nobel de Literatura portugués se extinguió para siempre el viernes 18 de junio debido a la “falla orgánica múltiple”, al decir de su casa editora española Alfaguara. Si, rodeado de libros, el escritor descansa en la biblioteca de su casa en Lanzarote, Islas Canarias territorio español. Tenía 87 años de edad.
Nacido en una familia de campesinos del Ribatejo, José Saramago debe su nombre a un empleado de la municipalidad, fantasioso (como él lo imaginará después en sus novelas) que, a nombre de su padre, de Souza, se lo añade en su Acta de Nacimiento, es el apodo de la familia: “hierba salvaje”. A los 12 años, el de policía abandona la escuela para ocuparse en el oficio de cerrajero, devorando en las noches, “sin orientación ni guía”, todos los libros de las bibliotecas, como él lo contará a “Le Monde” en el 2000. “Mi primera novela será el sedimento de todas esas lecturas.” Después viene “Tierra de pecado”, publicada en 1947 en la que el evoca los paisanos pobres de su provincia natal; una segunda novela rechazada por todos los editores. “Yo me di cuenta que yo no tenía nada de interesante para escribir.” Enfriado por esta respuesta él dejará pasar 30 años antes de publicar una nueva novela.
Mientras tanto ejerce su oficio de cerrajero por dos años, y luego pasa a ser dibujante industrial; empleado de firmas de seguros; corrector y traductor de una editorial. En 1969, José Saramago se inscribe en el partido comunista portugués para entonces clandestino. Participa en la “revolución de los claveles”, que provoca la caída de la dictadura salazarista en abril de 1974. Poco después, entra como redactor del Diario de Noticias del cual llegará a ser el número 2 justo cuando tuvo que renunciar un año después debido a la caída de los comunistas.
La escritura del “Manual de pintura y de caligrafía” (1977) marca un acontecimiento mayor. “Yo me dije: es el momento, ahora o nunca, de saber si tu puedes ser lo que tú crees que eres: un escritor”, contará a “Le Monde” cuando el libro apareció mostrando a un novelista humanista y comprometido, aún si aún no había encontrado el estilo que lo distinguirá y que está por lo menos allí ya presente. Presentando en la obra las tribulaciones de un pintor retratista oficial de las familias salazaristas, él pinta sus propias experiencias, sus tentativas frustradas, sus dudas de creador. Más que el recuento de una redención, esta novela marca el nacimiento de un escritor, quien se afirma con El levantado del suelo.
Entonces se abre el período de las grandes novelas polifónicas en que la historia y el realismo fantástico se unen: El Dios manco, El Año de la muerte de Ricardo Reis, que hace revivir uno de los heterónimos de Pessoa con quien él se interroga sobre la frontera entre la ilusión y la realidad, o El islote de piedra (1990), una fábula plena de ironía, en la cual algunos han visto una defensa del iberismo, es decir un apoyo al anti-europeísmo.
El éxito y el reconocimiento internacional que siguen a la aparición de estos libros serán sin embargo golpeados por duras y frecuente. En su Evangelio según Jesucristo, pinta los amores de Jesús y María Magdalena, así como la manera como Dios se sirve de Cristo para extender su dominación sobre el mundo. Poco después de la aparición de esta obra, el Secretario de la cultura de Portugal, juzgando que la novela “atenta contra el patrimonio religioso de Portugal”, la elimina de la lista de libros que concursan por el premio europeo de literatura. Saramago entonces decide dejar el Portugal e instalarse en España, tierra natal de su segunda esposa, yendo precisamente a vivir a Las Canarias, en la isla de Lanzarote.
Es igualmente durante la década de 1990 que se abre un nuevo ciclo de novelas donde, siempre jugando con la fábula, la fantasía y la parábola, Saramago adopta un tono más y más realista. Al hacerlo aguijona con humor los errores de un mundo que corre hacia su fracaso, como en “Ensayo sobre la ceguera”, donde él estigmatiza la ceguera de la época. Seguirán las obras kafkianas Todos los nombres, La Caverna, novela con acentuaciones platónicas sobre la sociedad comerciante, o aún La Lucidez, evocación política y subversiva de las derivaciones de la política. Es en este período que el escritor consigue su apoteosis con el premio Camoens, la más alta distinción literaria del Portugal (1995), y luego el premio Nobel de literatura en 1998. A través de él, la Academia sueca corona por primera vez a un escrito lusitano.
Lejos de frenarlo, esta recompensa incita a Saramago a regresar al combate. En marzo del 2002, en Ramallah, el Premio Nobel de literatura afirma que “lo que hay que hacer es tocar las campanas por todo el mundo, para proclamar que lo que sucede en Palestina es un crimen que podemos detener. Podemos compararlo a lo que pasó en Auschwitz”. Así provoca una nueva polémica.
Siempre comprometido, el escritor no se alejará por un momento de esta radicalidad. Como testimonio en su “Cuaderno” que reúne las crónicas escritas en su blog, entre septiembre 2008 y marzo 2009. Caóticamente el escritor ataca a George Bush quien tiene “una inteligencia mediocre” y “una ignorancia abismal”. Trata a Silvio Berlusconi de “delincuente”, a los banqueros de “responsables de un crimen financiero contra la humanidad”, a los partidos políticos – en particular a la izquierda sobre la cual “este comunista hormonal” se pregunta donde se encuentra durante la crisis. Profundamente ateo, Saramago fustiga igualmente a la Iglesia católica, como autora de crímenes impunes y por inmiscuirse en la política, muy especialmente en ciertos países como España.
Entrevistado en su casa de Lanzarote, en marzo del 2010, el novelista se abre: “La verdadera revolución que falta es la revolución de la bondad. Por mala suerte, la indiferencia social ha desnaturalizado este término. Es hora de devolverle todo su sentido. De la misma manera que el cuerpo se compone de 70% de agua, la literatura debe comportar un 70% de lenguaje. El 30% restante son la historia, los personajes… Es por esto que yo escribo, para trabajar sobre el lenguaje. Mi puesto es trabajar por preservarlo. Es mi trabajo de escritor y de ciudadano.”
Un trabajo que el escritor ha cumplido en por lo menos sesenta años de obra magistral. Al anunciar su muerte el primer ministro portugués José Sócrates afirma: “Es una gran pérdida por la cultura portuguesa. Su obra a llenado de orgullo al Portugal y su muerte empobrece nuestra cultura.: Un homenaje nacional deberá rendirse al Premio Nobel este domingo 21 de junio en Lisboa donde será incinerado. Una parte de sus cenizas serán luego depositadas en su pueblo natal, la otra, cerca de un olivar en Lanzarote, su último islote de piedra.
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