El funcionario corrupto encaramado en su sillón se negaba a renunciar. Pero rápidamente fue perdiendo credibilidad, luego el respeto de sus subordinados, seguidamente la amistad de sus pares y, en los días siguientes, el respaldo de los políticos que interesadamente lo apoyaban. Y así fue perdiéndolo todo a tal punto que cuando el pueblo enardecido irrumpió en su oficina ya no encontró nada, ni siquiera a él.
Dr. Ángel Gavidia.
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