ROBERTO MEDINA SÁNCHEZ: POEMAS

22 octubre 2018

EL SOBREVIVIENTE”

Yo no quiero morirme
de sed,
aunque en los ríos
y en los lagos
falte el agua,
sé que viviré
aunque falte el pan
yo no quiero morirme;
comeré las hierbas resecas
del campo
como ciervo,
desarraigaré los árboles
los arbustos
y estrujaré el jugo
de las raíces
pero… yo no quiero perecer;
quiero, que no llegue
para mí la noche,
quiero oír el canto
del ruiseñor
de la cuculí
en los árboles añosos.

Quiero salir sin afanes,
sin desamores y congojas
por los campos,
los valles,
como un errante
como un cosmopolita soñador;
conocer la fauna y la flora
y llamarlos por su nombre
como Adán,
conocer la vida eglógica
de los campesinos
y labrar la feraz tierra
y de su vientre ver nacer
árboles cuyos frutos
sean el pan
y aplacar el hambre de los pobres.

Quiero caminar por la vera
del río Huaura,
conversar con él,
pedirle perdón,
por no cuidarlo,
por mi raza,
que trata de extinguirlo
día a día,
por los peces extintos
de su cauce,
por los camarones
y sus crías,
también en extinción.

Quiero dejarlo todo
e ir por el campo
como bestia salvaje,
enrumbarme como cuadrúpedo
en su espesor
y sin retorno
perderme en su seno.

Quiero dejarlo todo,
dejar la contaminada ciudad,
que me asesina día a día
con su aire deletéreo,
quiero huir
como gacela al campo
y apartarme de tumultos,
de injusticias
que me emponzoñan,
que me acongojan
y me encorvan
de tristeza;
no puedo sufrir,
ver mi raza de hinojos
suplicando el pan,
ver mi gente llorando
por un pedazo
de tierra muerta
allá en los olvidados cerros,
ver a mis hermanos
con los lomos lacerados,
ver mi mundo
sin poder soportar
su propio peso,
ver nuestro mundo agonizar,
ver nuestros lagos morir,
ver el odio crecer
entre hermanos
como la cicuta.

Como ave
comeré semillas,
volaré como águila
embelesado
por la majestuosidad
de la naturaleza;
desde la copa
de los árboles centenarios
contemplaré el crepúsculo
de la tarde,
hasta que, el sueño
llegue a mí,
como irracional viviré
en los bosques
sin pensar en mañana,
como loco sin razón
caminaré arrastrado
por el viento
sin destino cierto,
pero también,
sin remordimientos
sin fracasos;
por instinto
como las hormigas
caminaré,
buscaré mi miel
como las abejas
entre las flores,
de noche,
con las luciérnagas
será mi andar,
abriendo senderos
por dónde no los haya.

El Insondable Amor del Poeta”

Te amé como nunca amé a ningún primer amor
¡Oh Musa! te amé con locura,
adoré tus ojos, tu voz, tu faz,
te idolatré tanto amor;
mis brazos alegres también te amaron,
mis labios sedientos hallaron en los tuyos
el manantial que los saciaron.

Tú mi musa, ahora me dejas solo,
y en la obscuridad de no verte a mi lado;
compungida mi alma,
te llora como un expósito,
por las calles sin vida,
camino yo, también casi ya sin vida, y sin ti,
solo con los recuerdos
de los días venturosos del amor;
ahora estoy sin ti
mi cielo,
sin ti, Musa,
y no sabes cómo me duele el corazón,
que a cada instante que tu ausencia me asedia,
se rompe como un débil cristal en mil pedazos,
¡Oh mi cielo!
¿por qué huiste del abrigo de mis brazos
a otros mendaces y ruines?
solo el tiempo, será juez justo,
y quizá fiel me halles esperándote.

Al final de tu escabroso camino,
cuando estés languideciendo de sed,
de desamor, por los embates del destino
yo bardo enamorado, no te podré olvidar,
te esperaré hasta el fin del mundo,
y cuando vuelvas traerás contigo
mi corazón que te llevaste al dejarme sin ti
y que te entregué en cada beso,
y en cada sílaba
que te dijera al oído, mi cielo, mi amor.

Te amo tanto que no hay noche silenciosa,
que yo no pronuncie tu nombre
al viento errante,
y no hay noche estrellada
con murmullo de grillos melancólicos,
que yo no te busque entre las estrellas,
y no hay instante de mis días
que no vislumbre volver a verte
volver a tenerte entre mis brazos
y acariciar tus labios con mi amor,
mi única Musa.

EL CENTINELA”

Desde mi morada contemplaba
como un ave en la copa de un árbol,
con las cejas fruncidas por los rayos del sol
y la mirada clarividente como de águila,
las verdes y lozanas chacras
donde crecían erguidos los sembríos
y los caseríos antiguos de adobe,
circundados por verdes platanales
a orillas de las acequias;
vacas y ovejas paciendo,
pincelaban de blanco
el verdor de las praderas
y un colosal cerro
de entrada, al anchuroso mar
como ballena varada en sus playas
y saturadas las peñas de aves guaneras,
guachos de anchos picos
devorando pequeños peces,
gaviotas de acrobático vuelo
embistiendo la mar,
y las lanchas tornando
al hogar,
atestados de peces;
Carquín al frente,
Centinela a la derecha,
y en lo alto, el cielo herido
atravesado de rato en rato
por las aves errantes,
anunciando el final de la tarde.


Poema IV

Contemplé tu huida,
te ibas rauda, sin siquiera mirarme,
todo fue tan rápido que la lejanía te devoró al instante.

Tú, mi Musa de alba faz y blondos cabellos,
cuándo entenderás que no hay cielo,
ni tierra,
ni mar,
ni distancia,
que te oculte a mis ojos,
y en que no te pueda alcanzar,
eres mía,
eres solo para mí.

Después de tu huida, yago cautivo
en la mazmorra de la desesperanza,
yo nómada y acezante por mis agonías de desamor,
me extravío obnubilado cada vez más,
en el laberinto de tus recuerdos,
la incertidumbre me asalta día a día,
y tu ausencia satura mis nostalgias,
oteo el horizonte surcado por bandadas
de golondrinas oscuras como un mal augurio
que medran mis pesares, en estas horas de dolor,
pero, sueño quizá como aterida paloma, te vea volver
ávida de la calidez de mis amores.
¡Oh Musa soñada!
quiera mi amigo el viento
traerte entre sus alas, a mis brazos
a mi nidal de amor escogido solo para ti;
quieran las aves errantes, darme indicios
de tu presencia contigua, más aún para mi latente;
quiera el mar sosegado, traerte entre sus mansos raudales
hacia mi puerto de esperanza.

Quiera ahora el sino adverso tornarse en mi bienhechor renuente,
y traerte hacia mi último lecho, y quizá por última vez te contemple:
tan bella, ideal, angelical y sublime, ¡amada del poeta!
cuándo entenderás que yo te elegí mi Musa de alba faz y blondos cabellos.




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