Ángel
Gavidia
LUGAR
En
la agonía de un café
en
el cual me sumerjo en busca de tus ojos,
o
en la crujiente esquina de algún verso,
o,
de noche, en los bosques
donde
este amor reposa a penas
para
volver a aullar
morder
ensangrentarse…
o
sea entre tú y yo
me
encuentras
solo.
AMARILLA
UNA PENA
Amarilla
una pena
como
la tarde.
Un
café se acurruca
cual
perro manso.
La
soledad se posa
junto
a tu ausencia.
EL
CAFÉ
Despacio,
sin apuro, como la lenta agonía de un cuervo, el café moría
acuchillado por todas las tristezas.
Yo
no quise salvarlo. Hipócritamente permití que todos los dolores
hicieran blanco en él. Los adioses no pudieron tocarme: salí ileso.
Ignoro
si la lluvia y el viento procedían de ojos conocidos. Desconozco,
igualmente, si esa criatura que luchaba con las olas se llamaba
Esperanza. Pero sí soy testigo de cómo esa taza de café fue
ensanchándose hasta tornarse en mar, recipiente de toda la tormenta.
Indiferente
me alejé del lugar. Atrás quedaban dos tazas orilladas por algo
semejante a la compañía muerta. Nada me faltaba, estaba igual que
siempre, solo que al querer sonreír no pude recordar cómo se hacía.
Y
ES QUE HAY UN CAFÉ
Y
es que hay un café
Y
pájaros desgarrados
Y
ríos que transitan huérfanos de padre
Y
noches que heredaron la viudez otras noches
Y
negras legumbres
Y
soledades que no hallaron la paz después de muertas
Y
cruces
Y
fantasmas
Y
todo, menos luz.
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