El 1º de mayo de 1886 200.000 trabajadores estadounidenses iniciaron una huelga reclamando que la duración legal de la jornada de trabajo fuera de 8 horas. A finales de 1886 las patronales accedieron a otorgar la jornada de 8 horas de trabajo a centenares de miles de trabajadores, marcando este hecho un punto de inflexión en el movimiento obrero mundial.
Bien, en este caso de celebraciones sin sentido vital, hoy, la realidad duerme sobre la mentira, es un espectro en este mundo de gobernantes estafadores que se acuestan con las multinacionales, que todo lo manipulan… gobiernos y corporacionistas que van tras el lucro y la explotación de los trabajadores, que celebran su día, con hambre y en estado de indigencia, insatisfacción y humillación.
En la actualidad la mayoría de las naciones del mundo conmemoran el día 1º de Mayo como el Día Internacional de los Trabajadores, salvo los países de colonización británica concreta, que lo celebran en otra fecha, para evitar movilizaciones radicales y socialistas, que causen disturbios en tan magna celebración, pues no hay nada que celebrar, salvo que todo sigue igual o peor.
Hoy, ante el triunfo del neoliberalismo en todas las naciones, con su tendencia de ir tras las ganancias de activos incorpóreos junto al poder concentrado en manos de pocos que provocan confrontaciones entre pueblos… la satisfacción de los trabajadores no es una preocupación para las empresas, ni para los gobiernos… jamás lo ha sido en la historia, basta remitirse al origen, pues el trabajo fue considerado a lo largo de siglos una actividad despreciable, que con el capitalismo y la división del trabajo suma degradación en calidad de ser, con dolor, sufrimiento y humillación a quien lo ejerce.
Un informe publicado por Gallup en 2016, revela que sólo el 13% de los trabajadores se sienten atraídos por sus empleos. Dicho de otro modo, el trabajo es más una fuente de frustración para el 90% de los trabajadores del mundo.
Me pregunto qué sentido tiene hoy la celebración del 1º de Mayo si en espacio y tiempo, se plantea una situación similar a la planteada hace un siglo y medio, salvo que en aquel entonces se podía aspirar a superar los conflictos con una revolución.
Es imposible dar espacio a una mentalidad revolucionaria hoy erradicada del sentir y pensar de los pueblos, que viven en estado de anestesia y resignación el espectáculo insano que propone y ejecuta el neoliberalismo. Simulación de un simulacro, en un espacio de libertad condicional que tiene como marco de ¿legalidad? el creer existir en una democracia procedimental.
La democracia procedimental carece de todo contenido ético y no le interesa la defensa de ningún valor, salvo la coherencia con las normas del sistema de poder: la democracia reducida a una maquinaria de contenido procesal. Nos convierte en sociedades anónimas.
Un totalitarismo subliminal ha sentado reales en el mundo, devenido en la puesta en acto de conductas socioculturales y políticas compactas, con la inestimable ayuda de las “tecnologías de punta”, que penetran la epidermis del tejido social, degradándolo y convirtiéndolo en un objeto del destino con la valiosa complicidad de las fuerzas vivas del capitalismo empresario, la Iglesia, las Fuerzas Armadas, los títeres de la cultura del espectáculo y los partidos políticos, en el crepúsculo de sus funciones de ser legítimos representantes de los pueblos.
El “estado de las cosas” queda resumido magníficamente en esta expresión lanzada por el expresidente José Mujica, al diario El País de Madrid en inicios de 2014: “Los presidentes somos juguetes del poder financiero global”.
Ante esta frase, ¿qué nos queda por hacer? me pregunto, pues nada más sepultado que el sentido popular que desde el subsuelo, donde palpita, puede brotar algún día en un preciso momento, en el instante decisivo, fundar el día del hombre trabajador, digno y libre. Por ahora un deseo y una desesperación, de millones de trabajadores sin trabajo, infancias hambreadas y de pies desnudos.
Dentro de la bestial política latinoamericana se encierran cinco siglos de tragedia y desventura, cual siniestro karma… de un siglo a otro, y de forma inalterable, perseveró la misma consigna de dolor y fracaso para el trabajador.
La conquista española le pasó la posta a la colonia y esta al feudalismo criollo, que perdura a pesar del discurso cómplice de quienes dicen gobernar en nombre de la igualdad y libertad, de la fraternidad y la verdad: estafadores y ladrones de la vida de los pueblos, quienes se manifiestan alegremente, pactando bajo la luz de neón con los eternos enemigos de Latinoamérica y sus habitantes. El feudalismo nativo pactó su comodato con imperios en purtrefacción, en plena vigencia de instalar tendencias prostibularias de todo tipo, que eliminan arte-naturaleza y vida.
La especulativa y destartalada teoría de lograr llegar a que los trabajadores conquisten sus derechos, en transformación gradual, es una patraña infecta, causa primera y única de nuestra constante frustración de no haber logrado alcanzar la unidad de nuestra Latinoamérica, tan fragmentada y balcanizada.
En este 1º de mayo, meditemos que nunca se debe considerar el patriotismo con criterios de torpe exclusivismo. Es un deber irrenunciable defender con energía lo que constituirá una personalidad nacional a nivel continental e imprimirá carácter a la tan proclamada Patria Grande. Un horizonte a alcanzar, hoy demasiado lejano, que ocupará en caso de cristalizarse, un sitial de honor en la Historia del Hombre.
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