Dr. Ángel Gavidia Ruiz. |
Acabo de leer Génesis, el último libro de Dina Amada Sánchez Baca y todavía no me libero del exultante lirismo que contienen sus páginas. La Polarollo refiere en la contratapa a Darío y Vallejo como sus referentes. Creo que no ; quizá, digo, Juana de Ibarbourou y algo de Gabriela Mistral, más por ese espíritu de mujer que de comienzo a fin recorre el poemario, aún cuando estoy tentado a sostener que simplemente aprendió del viento, del arroyo, del tiempo, de la espiga; aprendizaje que se dio al rigor de un misticismo rural, casi de fronda, bajo la fragua del humano dolor de la existencia: Y resulta- escribe la poeta-/ que el ave que habitaba/ entre mis manos,/ que engendrábase rotunda/ entre mis manos,/ se convirtió en silencio,/ en mano de tiempo,/ en recuerdo de viento./Y resulta, también,/ que a pesar de los pasos/ dormitados/ el génesis y el éxodo se unieron/ en canto apocalíptico/ y entonces,/ el ave que dormía entre mis manos,/ el ave que era vida entre mis manos,/el ave de aquel cuento,/ fue tornando en esquema su/ figura,/ en un trazo final,/ en punto muerto.
Mención a parte merece la musicalidad y la ternura, características constantes en los poemas de Dina Sánchez que nos hacen recordar a Juan Gonzalo Rose, el maestro.
Génesis de Dina Amada Sánchez Baca y Estrellas en el cielorraso de Gloria Portugal Pinedo son dos poemarios fundamentales de la poesía escrita por mujeres de estas tierras cuya difusión y análisis son una obligación.
Ángel Gavidia Ruiz.
Trujillo, 12 de febrero del 2018
HILLMAN 1976
(Gloria Portugal)
(Gloria Portugal)
Era más azul que el cielo en una tarde de sol
aunque en todo lo demás fuera igual a sus congéneres:
cuatro ruedas como obesas patas
dos hileras de asientos no muy suaves para mi gusto
un volante y un intenso olor a nuevo
Nuevo a pesar del raspón
que le dio papá al sacarlo de la tienda
y del susto que le duró buen tiempo
tras ese amago de accidente
cuando iba desbordante de entusiasmo e ineptitud
Mamá hubiera preferido una casita con jardín
pero igual se subió conmigo en brazos
al salir del hospital ese primer día
Desde entonces él y yo llevamos vidas paralelas:
fuimos testigos de infortunadas escenas familiares
de la apatía de mi padre y la amargura de mi madre
poderosos ácidos que comenzaron a corroer
nuestros colores
Pronto envejecimos y cambiamos:
yo me teñí los cabellos
en un intento por disimular el paso de los años
él ocultó su decrepitud con mejores resultados
pasó del cerúleo al bermellón metálico
Hasta que un día dejó de correr
y fue a parar al chatarrero
Por eso cada vez que mi padre dice que
tengo la misma edad de aquel carro
no puedo evitar envidiar su suerte:
mientras él apaciblemente descansa
yo aún tengo que seguir corriendo
(Poema del libro Estrellas en el cielorraso de Gloria Portugal Pinedo).
Ironía y ácida nostalgia en un discurso coloquial que llega al alma. Un abrazo. Ángel Gavidia Ruiz.
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