Enviado por Melacio Castro.
Hay escritores que son un pozo
sin fondo. El peruano César
Vallejo, por ejemplo: para algunos,
el más grande poeta católico desde Dante. Su compatriota, el catedrático de la
Universidad de Brown y especialista en Estudios Literarios Hispánicos Julio Ortega, lleva 40 años enseñándolo y escribiendo sobre él. Y
hasta hace muy poco no recayó en una cosa que, con la modestia innata al que
sabe mucho, admite: “No caí en cuenta que casi todo el tiempo está hablando en
futuro; es lo que más le interesaba: tenía una gran intimidad con el futuro,
articulando utopías; siempre depositó una gran fe en el cambio”. Y ahí prendió
una antorcha para seguir indagando en la mina inagotable de ese poeta que,
puestos a adelantar el futuro, versificó mucho antes su propia muerte: “Me
moriré en París con aguacero, / un día del cual tengo ya el recuerdo…”. La
exploración ha dado pie, claro, al ensayo César Vallejo. La escritura
del devenir, análisis sobre la vida y la obra del ínclito bardo que
ahora publica Taurus.
Para quien la poesía era un
grito de justicia social y una manera de intentar poner orden en el mundo,
quizá una consecuencia de haber crecido en las ásperas montañas del norte del
Perú en una familia tan numerosa como humilde, los versos sólo podían rimar en
clave de devenir. “El futuro interesa a las cultura modernas, está en sintonía
con nuestro presente; las nuevas culturas iberoamericanas parece que se hayan
de pelear pero en realidad han de verse como proyecto de futuro; hoy se trata
de ver cómo articular más modernamente nuestro propio futuro, estamos en ello y
en eso la lectura del futuro en Vallejo es esencial”, aclara Ortega.
No es el único aspecto
sorprendente que el catedrático desvela en su libro sobre Vallejo (Santiago de
Chuco, 1892; París, 1938), formado en literatura y leyes, comunista convencido
y claramente influido porRubén Darío. Quizá de ahí vendría una poesía de alto registro que
sorprendió en Los heraldos negros(1918), de notable depuración y a
la que no debió ser ajena su estrategia “de la tachadura”, como la califica
Ortega: “Vallejo suprimía muchísimo en un proceso muy laborioso de escritura
que no tenía una función referencial sino la voluntad de poner en tensión el
nombre y la cosa, plantear otro mapa de la realidad”.
La tachadura como uno de sus
principales recursos, y su inevitable quitar vínculos lógicos entre palabras,
había de conducir a una poesía vanguardista que tendría su faro en el triste y
dulce poemario Trilce(1922), libro que da pie a Ortega para
plantearse hablar, incluso, de “epistemología trílceca”: “Es
seguramente el más radical de los libros en lengua española; su lenguaje dice
más que lo que dice, rompiendo mucho la sintaxis; su función era pensar el
mundo desde el lenguaje”, opina el estudioso.
Tampoco era una lengua
cualquiera. Ortega habla en su estudio de “la hermenéutica del hablar materno”
que emplea Vallejo, aquél que escribió: “Yo nací un día / que Dios estuvo
enfermo, / grave”. O: “Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! /
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, / la resaca de todo lo
sufrido / se empozara en el alma... ¡Yo no sé!”. Cree el estudioso que es una
lengua castellana “de la casa, por lo femenino, por ese marco protector que es
la casa, que se ha perdido: está siempre en la poética de Vallejo esa orfandad,
esa angustia, esa soledad, ya desde muy joven… Hay una pérdida de marcos
emotivos en una sociedad exterior extrema”.
El peso de una cultura
católica colonial que le oprimió siempre y la sensación de sentirse víctima de
la discriminación racial explicarían un contenido y un léxico de un Vallejo
que, concluye Ortega tras cuatro décadas de leerle, “demuestra que su poesía es
superior a nuestras fuerzas, no cabe en ningún diccionario”. Quizá no cabe porque
es eso, poesía del futuro.
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Interesante el artículo que me envías, maestro. Y, sí,
pues, el futuro se entreteje frecuentemente en la poesía vallejiana hasta
convertirse en una característica ( ¡y no nos habíamos dado
cuenta!). Hay un verso curioso en Trilce en donde el tiempo pasado y el futuro hacen chirriar a
la sintaxis: El traje que vestí
mañana/ no lo ha lavado mi lavandera (Poema VI). Y , claro, hasta el poema final de España,
aparta de mi este cáliz nos
habla de futuro: Niños del
mundo,/ si cae España -digo, es un decir-/ si cae .
Estuve estudiando el habla santiaguina en la poesía de nuestro vate. Ese digo,
es un decir es un santiaguinismo que denota una posibilidad muy
alejada, y en el poema VI de Trilce hay
otra expresión muy frecuente en los predios nativos del poeta : qué
será de mí. Pero Ortega ajusta aún más el límite y nos habla de un
habla de casa, una hermenéutica del hablar materno. Bacán, maestro. Bacán. Hay
que leer el libro.
Un abrazo
Ángel Gavidia
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