Gracias te doy, Señor,
por permitirme ser Periodista en el humedal.
Por hacerme caminar por abrojos
dejando de lado la intolerancia,
tomado de la mano de la integridad.
Responsabilidad en la expresión
y libertad para la verdad, me diste.
En alianza conmigo
impediste que me ganara la soberbia
ese monstruo de varias cabezas que engendra la vanidad
pero también me libraste de la desolación
viendo cómo al mundo lo ganaba la miseria.
Fuiste tú Señor, en persona,
el que me libró de la mano del corruptor
e hizo denunciar sin miedo,
aunque a expensas de mi vida,
al corrompido.
Jamás me presté a la tiranía,
ni defendí a los gobernantes
que se llevaban los dineros del erario nacional
a sus bolsillos miserables.
Estuve en la protesta legítima
y escuché gemir las balas de la insurrección
mientras los humildes reclamaban un mejor destino
para sus sueños asaz inacabables.
Me hiciste periodista y entonces hombre,
y enseñaste
que siete veces cae el justo, y si lo es
otras siete se vuelve a levantar
y me separaste del oprobio,
del trato indigno de los políticos desleales,
de los dirigentes sindicales procaces
y los intelectuales sin alma y sin camino
y con tu propia sangre
- esa que flameó victoriosa en la Cruz del Calvario
para salvarnos de la muerte –
me hiciste caminar los senderos más insólitos
para decir lo mío y consolar a los humildes.
Soy periodista y entonces guerrero
de mil batallas ganadas y perdidas
y guerreando, incluso contra mis propios fantasmas,
mis traumas y mis propias falencias
quizás ingobernables
aprendí que la vida no sirve a la victoria,
sino la afianza la dignidad.
Y pusiste fuego en mis entrañas
para pulsar también con hidalguía
la guitarra del silencio
quizás imprescindible cuando el drama clama
y el dolor nos abre heridas insondables
e hiciste entender que el periodista que no estudia,
lo mata la sombra del prejuicio;
que hay que salir del montón, con humildad y sin jactancias,
con la frente en alto y el intelecto dispuesto
a defender la razón,
caiga quien caiga.
Porque periodista falso, es daga traicionera
y periodista servil
granada de ese infierno que mecen los traidores
en su oprobiosa entraña de perdidos.
Gracias por eso Señor:
porque nunca me levantaste del lecho
para cambiar mi hambre
por nada que no sea mi trabajo honrado.
Porque soy periodista Señor
y no retacero de la ignominia
ni correveidile de los que tienen poder
y andan patrocinando el racismo, la desigualdad social
y la exclusión más vergonzosa.
Nadie podrá decir entonces, que no batallé
a favor de los pobres de mi Pueblo
que no puse el hombro a la hora de defender
los sagrados intereses de mi Patria;
que no luché por la paz y la justicia, por la verdad y la libertad,
mientras los odios fratricidas
y la inconsciencia de los depredadores
diezmaban el Planeta
y nos llenaba de indignidad, la desesperanza.
Por eso vengo a ti Señor
para agradecerte
por haberme dado el honor de ser Periodista
en el abismo
Periodista de temple aquí en el humedal;
y rogarte
que más allá de la muerte,
cuando entregue mi insatisfecha alma al infinito
y mi espíritu indómito regrese a tus estancias
para evitar el infierno,
y no encontrarme allí con mis enemigos más adefesieros,
escuálidos, perplejos, con la mirada perdida en lontananza
me permitas un favor:
seguir siendo Periodista
en los medios de comunicación
incomparables
de la Gloria.
(*) Periodista afiliado a la Federación de Periodistas del Perú (FPP), y Colegio de Periodistas del Perú (CPP), laureado poeta, autor de treinta libros publicados, Premio Mundial de Literatura “Andrés Bello” 2009 de Venezuela.
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