EL RELEVO: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

19 mayo 2014


Las sombras van cubriendo los cerros de la comarca, como cae un cóndor herido en pleno vuelo. En el jardín, los lirios abren sus pétalos a los guiños de las luciérnagas que empiezan a colorear las matas de verbena. Bajo el alero desfallece la luz crepuscular. En el fondo del corredor, dos monturas con sus aperos yacen sobre un caballete de madera, mudo testigo del emotivo momento. Cornelio acaba de informarle a su amada sobre su traslado a una escuelita rural. Dos días más, y saldrá de viaje al interior de la provincia donde permanecerá seis meses. La ama tanto, que separarse le resulta muy penoso.

Ellos se conocieron en un instituto pedagógico de la Costa. Con el paso de los meses se hicieron enamorados, luego convivientes, y desde hace tres años laboran en el pueblo como maestros de escuela.

Cornelio se pone de pie y habla:

- Entremos mi amor, hace frío –Julia Dora camina cabizbaja junto a él.

En la habitación se desnuda provocativa, y recostándose en el lecho abraza a su marido, y el amor se prolonga irreverente hasta el amanecer.

* * *

A los tres meses de estar laborando como maestro rural, Cornelio recibe la orden de retornar para recibir una semana de capacitación en el taller zonal de educación. Muy contento alista su equipaje, y esa misma mañana emprende viaje surcando los contrafuertes, llegando a su casa a las 11 de la noche del día siguiente. Ingresa a hurtadillas para darle una sorpresa a Julia Dora, mas no la halla. El fogón de la cocina todavía conserva su calor.

Aguarda impaciente. Tanta espera comprime su alma. A la medianoche el reloj da doce campanadas.

- ¿Dónde estará? –se pregunta y sale a buscarla.

Después de caminar varias calles opta por tocar la puerta de uno de sus vecinos, luego de otro y otro sin resultado, hasta que uno de ellos le comenta: .

- Cornelio, no me tome por una persona ligera de palabras, pero es mi deber advertirle, que aprovechando la oscuridad en el vecindario, dos veces por semana, después de las diez de la noche, ingresa su esposa a la casa de Roberto, el maestro que lo relevó en el colegio - Cornelio hace lo imposible por serenarse y se despide. 

Rodea la manzana, trepa la pirca de la casa de Roberto y se introduce al patio, desde donde observa la luz que sale por el marco de la puerta; se acerca, y mira a través del ojo de la cerradura. Preso de cólera empuja la puerta. Roberto salta desnudo de la cama, replegándose contra la pared. Julia Dora se queda atónita. La ropa interior regada en el piso la delata. Cornelio frena en seco, y sin pedir explicación se marcha apretando los labios. Aún viéndola así, no quiere perderla. .

Al cabo de unos minutos Julia Dora retorna a su casa e ingresa al dormitorio, encontrando a Cornelio con la mirada perdida.

- Perdóname amor –le dice, abrazándolo. Él hace el ademán de apartarla.

- ¿Por qué lo hiciste? –le pregunta; pero al sentir sus labios recorriendo su piel, ebrio de deseo se deja tentar por la pasión, y cede una vez más al placer que Julia Dora incita.

* * *

Con los primeros rayos del sol despierta Cornelio y vuelve a la cruda realidad. Sabe que es imposible caer más bajo. Se viste en silencio, toma del velador una fotografía de su amada, que duerme desnuda, y musita:

- Ni con Julia Dora, ni sin ella –y sin escuchar la voz del deseo, mira a la mujer que fue el culto de su vida y abandona la casa donde pasó tres felices años.

Mientras se aleja buscando salvar su honor, siente en carne viva la indiferencia de los transeúntes ante el tormento que lleva a cuestas.

* * *

Desde aquel día nada se sabe de Cornelio, solamente comentan que unos arrieros lo vieron contemplando el río desde lo alto de una cañada.

Fuente:

No hay comentarios: