CISNEROS, EL TOÑO‏: Angel Gavidia

10 octubre 2012

De Antonio Cisneros me sorprende la habilidad con la cual hace del habla coloquial escritura poética. Cada poema suyo corre raudo, fresco, limpio por los canales que construye, emocionándonos. Qué lejos, Cisneros, de las palabras rebuscadas, del artificio ramplón.


Lo primero que leí de él fue Tercer movimiento (affettuosso), y el poemario al que siempre vuelvo es a Crónica del Niño Jesús de Chilca que fue premiado por la Revolución Sandinista cuando Ernesto Cardenal ocupaba la cartera de cultura. Este último es, justamente, un crónica poética de la desaparición de una comunidad de pescadores y agricultores que prosperaron a orillas del mar mientras duró el aporte de agua que, vía canales incaicos, le aseguraban campesinos serranos que "cobraban" en sal, la misma que era extraída de unas salinas que el mar destruyó. Allí comienza la desgracia, el deterioro, el abandono de este paraje otrora verde y acogedor.

Van dos botones de muestra

TERCER MOVIMIENTO (AFFETTUOSSO)

Para hacer el amor debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha,
tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra para hacer el amor.

Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos pero la arena gruesa es mejor todavía.

Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso ni cerca de las aguas.

Poco reino es la cama para este buen amor.

Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera:

Que ningún valle o monte quede oculto y los amantes podrán holgarse en todos sus caminos.

La oscuridad no guarda el buen amor.

El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo y entonces la muchacha no verá el dedo de Dios.

Los cuerpos discretos pero nunca en reposo, los pulmones abiertos, las frases cortas.

Es difícil hacer el amor pero se aprende.


De "Agua que no has de beber" 1971

Una madre habla de su muchacho (Chilca, 1967)

Es mi hijo el menor. El que tenga ojos de ver no tenga duda.

Las pestañas aburridas, la boca de pejerrey, la mismita pelambre del erizo.

No es bello, pero camina con suma dignidad y tiene catorce años.

Nació en el desierto y ni puede soñar con las calandrias en los cañaverales.

Su infancia fue una flota de fabricantes de harina de pescado atrás del horizonte.

Nada conoce de la Hermandad del Niño.

La memoria de los antiguos es un reino de locos y difuntos.

Sirve en un restaurant de San Bartolo (80 libras al mes y dos platos calientes cada día).

Lo despido todas las mañanas después del desayuno.

Cuando vuelve, corta camino entre las grúas y los tractores de la Urbanizadora.

Y teme a los mastines de medianoche.

Aprieta una piedra en cada mano y silba una guaracha. (Ladran los perros.)

Entonces le hago señas con el lamparín y recuerdo como puedo las antiguas oraciones.

De "Crónica del Niño Jesús de Chilca" 1981

Antonio Cisneros.

Lo que quiero recordar es una calle. No sé ni para qué, así termina otro poema suyo, el primero de Crónica del Niño... dando cuenta de unos tractores con cordeles que están urbanizando lo que antes fue un valle de gente sencilla própero y feliz. Y este verso me hace recurrir a la expresión que el poeta utiliza en este poemario varias veces: Pucha madre, Toño, cuánta, cuánta irreprimible nostalgia.

Un abrazo, maestros. Un gran abrazo.

Angel Gavidia

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