CARMEN AMARALIS VEGA OLIVENCIA

08 septiembre 2008

"Quiéreme, a solas,
sin testigos,
que el beso que te tiembla en la mirada
se me pierda en el alma
y grite el cuerpo".


Carmen Amaralis.

Hace poco tuve la fortuna de recibir un hermosísimo ramillete de poemas de la poeta y escritora Puertorriqueña Carmen Amaralis Vega Olivencia; desde la Isla del Encanto llegó a mí sus versos diáfanos y frescos como pétalos de rosas al amanecer, hasta el propio día no podía ser diferente, fue un domingo maravilloso de espléndido sol.

Carmen Amaralis es el testimonio irrefutable de la exquisita literatura boricua; según las circunstancias que se le presentan en esta vida, fija un destino preciso para sus versos, enmarcados dentro de una obligada serie de parámetros literarios que llevan a su poética hacia el límite de lo divino. La autora traza en sus versos la fortuna de su cristalina alma, muchas veces encendidas con férvidas palabras, entregando al lector las sensibles resonancias de su tierno y dulce corazón.

Dentro de sus valiosas obras literarias, ya sea en versos o en prosas, nos regala una interesante variedad de escritos muy fecundos, entregando a sus lectores la muestra lírica que más domina, la sensualidad. Sin pretender llegar a la exageración, es lícito afirmar que Carmen Amaralis es una de las pocas poetas que escriben libremente al amor, al placer, al hombre, con una sensualidad armoniosa, fina y elegante, como sólo ella, la bella flor de Puerto Rico, lo sabe describir.
Quisiera por ultimo felicitar la puesta en escena de la literatura modernista y romantisísima de Carmen Amaralis, cuya tesis valida los valores éticos de una exelente poesía.

Trasmutada
(Poesia)

Hoy me trasmutaré,
brincaré al jardín donde se esconden los duendes.
Las manos se recubrirán de seda virgen,
el rostro quedará convertido en ánforas de besos,
y con el cuerpo en espiral llegaré hasta ti.

No entenderás el sabor en tus labios,
ni la suavidad repentina de tu piel
cuando envuelto en la tibieza de mi abrazo
se desgarren en surcos tus deseos.

No entenderás ese suave murmullo en tu nuca,
ni el palpitar del cuerpo
que te invade.

Llevo una eternidad girando,
rondando el aroma de tu pecho,
lamiendo desesperada tu sal,
olfateadote en la niebla profunda de la espera.

Hoy haré con tu amor lo que desee
porque, trasmutada, solo yo te reconozco.

Sin Piel
(Poesia)

Apago la hoguera que precede a mis incendios;
el vientre grita.

Me acerco a la noche con escalofríos,
ardiendo aún con los deseos en flor.

Llevo la maldición de sentirme amada.

Pero no es aquí, ni ahora,
ni eres tú el que comprende mis ardores.

Sólo ese fantasma de otra vida,
cuando con otro cuerpo
alcanzaba el éxtasis
que guardan mis silencios.

Aprisiono voces,
se nublan los sentidos,
rechazo las barreras que doblegan este cuerpo inútil
en esta profundidad mortal.

Un llanto seco hace surcos en mi rostro.

Soy fantasma que suplica tener piel.


Río mujer
(Poesia)

Rio Mujer
Ancho,
profundo,
vena gorda de magias y duelos,
ilusiones líquidas en tránsito anegado.

Fluye en vértigo,
claro,
transparente,
fondo verde y ácido del tiempo.

Agua vida errada en caminos fieles,
éxtasis inútiles
sumergidos en distancias y recuerdos.

Húmedo,
enfermo de candores,
diluido,
frío.

Es arroyo sin rumbo,
latigazo de vértices y valles
florecido en lirios nuevos,
olas,
remolinos,
rostros.

Río mujer,
cuajado en surcos secos engendrando amores.


Hombre Cabrío
(Poesia)

Eres hombre,Tan hombre que te invento.
Hombre magnolia
que abraza con aroma blanco.

Hombre que me traga la noche
con su mirada negra,
y me pinta la vida claroscuros.

Hombre tan hombre, pantera,
terciopelo mullido sobre el vientre
imaginando camas.

Hombre que apantana la vida
e inunda en sus aguas.Hombre de sonrisa que pervierte,
que hace desear cosas extrañas,
de esas que sólo los hombres bien hombres
pueden dar.

Hombre que piensa
y hace pensar,
que siente y hace sentir desesperarse,
volverse loca.

Hombre que viaja conmigo
en la maleta llena de brujerías.
Hombre cabrío,
Usted.

Canción corporal.
(Prosa)

Soy casada, por favor, contrólese. Sé que es una costumbre nuestra aquí en estas Islas la de tocarnos mientras hablamos. Pero si insiste en posar su mano en mi hombro con esa ceda que siento, no voy a poder contenerme. No puedo evitar ese corrientazo en el centro del cuerpo cada vez que me toca.
Y me quedo quietecita, asustada, con una sensación casi olvidada. Viva, sí, sintiéndome viva, alterada en lo más profundo. Sus manos logran esa física melodía que le envía mensajes al cuerpo. Y deseo caer en trance, llegar al éxtasis.
Le juro que si logro el orgasmo, sus manos serán el Dios de mi cuerpo eternamente.

http://www.carmen-amaralis.com/



Carmen Amaralis Vega Olivencia en La Universidad JFSC-Huacho-Perú

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