UN ECUATORIANO, UN PERUANO Y UN CHINO EN HUACHO

25 agosto 2020

 Por Raúl Gálvez Cuéllar

El título de este relato lo puso Patricio Guzmán Cárdenas, ilustre poeta ecuatoriano y médico anestesiólogo a quien conocí en La Casa de la Literatura Peruana. (Ya que refiero a títulos, no creo incongruente anotar que Genaro Ledesma Izquieta tituló mis libros"Cuentos para Sonreír", "Cuentos para Reír" y "Aleteos").

Patricio Guzmán Cárdenas viene regularmente a Huacho, Capital de la Hospitalidad, participando activamente en los Congresos Internacionales de Literatura organizados por la Sociedad de Poetas y Narradores de la Región Lima. Él es tan gentil que hasta vino desde Ecuador para asistir a la presentación de mi novela "Yerbabuena".

En uno de estos Eventos Internacionales, un sábado nos encontramos en la puerta del hotel donde nos alojábamos; y como era temprano decidimos ir a tomar desayuno donde el chino Kian, famoso por la salchicha de Huacho, los tamales de Supe, los chicharrones, los panes crocantes, jugos de fruta y otras exquisiteces que lo hicieron preferido por los buenos huachanos y turistas.

Tomamos un taxi pero el chofer era nuevo y nos llevó por todos sitios menos al chino. Le dijimos que era cerca del mercado, pero Huacho tiene dos mercados, y ya el apetito nos atacaba.

Desde las ventanillas del auto preguntábamos a los transeúntes pero ¡oh qué casualidad y mala suerte!: nadie lo sabía a pesar de la fama del chino !. Avergonzado el chofer presentó disculpas, y al separarnos empezamos a caminar y caminar.

Ya me veía despachándome un jugo de naranja, mi tamal, sandwichs de salchicha con huevo, café con leche, camote frito y panes calentitos...Eso de "hacerse agua la boca" había sido cierto porque nos desesperábamos por llegar donde Kian. Seguimos buscando y preguntando, pero sorprendentemente nadie nos daba razón. Entonces abordamos una moto-taxi con la esperanza de encontrar un conductor más experimentado, pero estuvo escrito que ese día nos iba a marcar para toda la vida: el nuevo chofer no sabía NADA de NADA y nos paseó inútilmente por toda la ciudad, antes de rendirse. Reiniciamos a pie la búsqueda, preguntando por un local que antes habíamos visitado con ocasión de otro Evento Literario.

Totalmente agotados y muertos de hambre abordamos otro taxi:

-Buenos días. -Por favor llévenos donde el Chino Kian.

- ¿Ustedes están locos? -contestó el piloto.

-No señor, hace una hora que buscamos ese restaurante.

-¿Y qué tienen atrás? -gritó el chofer, sorprendido y furioso. 

Volteamos, y en nuestras espaldas  ¡¡vimos al Chino Kian!!   - ¡Estuvimos parados en su misma puerta!! ...

Apenas dimos dos pasos y ya estábamos saludando a Kian y esposa, antes de sentarnos a desayunar.

El hambre nos había vuelto ciegos.



No hay comentarios: