Juan Jerónimo
Los escritores chilenos tenemos una gigantesca deuda de honor y gratitud hacia el padre de Gabriela Mistral o Lucila Godoy Alcayaga, Don Juan Jerónimo Godoy Villanueva, profesor rural, investigador, traductor, poeta, payador, bohemio y errabundo.
Nuestra Gabriela Mistral nos dice en uno de sus textos iniciales: “Mis recuerdos pudieron ser amargos por la ausencia, pero están llenos de admiración por muchas cosas suyas y de su ternura filial, que es profunda”.
Lo que indica que el rencor jamás tuvo cabida en su alma. Ella siempre lo recordó en la lejanía.
La joven Lucila no le reclama las cosas materiales que Don Jerónimo Godoy no le pudo dar, pero le reconoce una heredad profunda: “Revolviendo papeles encontré unos versos suyos muy bonitos, que impresionan de manera muy viva mi alma infantil. Esos versos de mi padre, los primeros que leí, despertaron mi pasión poética”.
El poema se titula “Corazón” y está dedicado a don Antonio Thénoux B., con motivo de su cumpleaños. Escrito en La Serena, el 13 de junio de 1889.
¿Qué nubes de topacio cruzaron por los cielos/ que llenaron de encanto este feliz hogar?/ ¿Qué ninfa misteriosa, envuelta en púberes velos/ derramando mil flores acaba de pasar?
¿Por qué tiembla de dicha tanta graciosa niña,/ modulando palabras de dicha y de placer?/ ¿Por qué siente mi triste y abandonada lira/ arrancar de sus notas un cántico también?
¿Es que hay un tierno móvil, que nos impulsa tanto/ y al que sin ser poesía le da inspiración,/ ese móvil lo siento que empieza con tierno canto/ ¿Sabéis como lo llamo? Lo llamo corazón…
Perdona que te ofrezca en tu feliz cumpleaños/ un corazón marchito, sin esperanza ya./ Corazón donde anidan pasados desengaños/ y que hoy también se atreve venirte a saludar.
En tu jardín posees Ercilias y Matildes,/ Teresas y Adelaidas y otra graciosa flor/ pero mi pobre lira te ofrece aquella humilde/ descolorida y seca, que llamo corazón.
Que vivas muchos años, mil siglos si es posible/ pero la dicha más y de tu fiel hogar,/ que en escuadrones vengan ilusiones felices/ a prodigarte dicha, placer y bienestar.
Así es la pluma de don Jerónimo que impresiona a Lucila.
En un día de festividades patrias, de mucho calor Huascoaltino, de ese calor que hace endulzar las uvas aún más, para transformarlo en ese exquisito “Pajarete”, vino dulce, en el norte de chile; en esa creciente primavera nace Juan Jerónimo Godoy Villanueva, en San Félix un 21 de Septiembre de 1856. Provenía de una familia pequeña, modesta, muy religiosa. Sus padres Gregorio Godoy, agricultor de los valles del Huasco, -fallece a los pocos años de haber nacido Jerónimo- y su madre Isabel Villanueva -dueña de casa-, viven humildemente en el villorrio de San Félix, al interior de Vallenar, pueblito imperceptible en los mapas del país, aún hoy.
Doña Isabel Villanueva, de ascendencia Argentina, al fallecer su esposo se traslada a la ciudad de La Serena, con la íntima esperanza de guiar a sus hijos “por el buen camino del Señor”; se radicará definitivamente allí hasta sus últimos días. Esta permanencia en La Serena le permitirá a doña Isabel tener una estrecha relación con Lucila Godoy, su nieta.
Los “Godoy-Villanueva” eran una familia humilde, de sólidos principios cristianos. Isabel alza los ojos al cielo prometiéndole a Dios consagrar a todos sus hijos al culto de Él. Terminado el estudio básico de los niños se fueron a La Serena. Pronto Carmen se convirtió en monja del buen Pastor. Zoila se hizo hermana de la Caridad. Jerónimo estudiaba en el seminario, con la íntima finalidad de transformarse en sacerdote. Al correr de los años se da cuenta que no era su vocación y se lo comenta a la familia y a su madre; le atraía de sobre manera el apostolado de la enseñanza, misión tan piadosa como el sacerdocio; así los sueños de su madre, doña Isabel, se trizan cuando Jerónimo renuncia a sus objetivos eclesiásticos y solamente recibe las Órdenes Menores. Doña Isabel se desespera y no le perdona la falta que cometió su hijo, quien abandona el hogar.
Después de varios meses de vagabundeos por la ciudad logra un puesto de profesor rural en la escuela Nº 10, en La Unión, hoy Pisco Elquí; Llega a ser muy querido por la gente que lo rodeaba gracias a sus dotes artísticas. Juan Jerónimo amaba la enseñanza rural, era su pasión, este anhelo provenía quizás de su origen, entusiasmo por el campo, los pueblos pequeños de su Valle inolvidable del Huasco. Esta pasión no lo abandonó durante toda su existencia.
En el año 1887 conoce a Petronila Alcayaga, mujer de gran atractivo físico. Sus padres eran Lucila Roja y Francisco Alcayaga, llegados directamente de España con el Título del Rey que les concedía el Valle de Peralillos. Familia de abundante descendencia en todo el valle de Elqui. Petronila era viuda y con una hija de 14 años, (Emelina), bastante conocida en el pueblo de La Unión (hoy Pisco Elqui), por lo cual Jerónimo no tuvo dificultad para saber sobre ella. La voz de ella enloquecía a Jerónimo por lo que hicieron un dúo.
Al conocerla, Jerónimo Godoy tenía treinta y un años; ella trasponía el umbral de los cuarenta y dos; era una mujer con excelentes cualidades artesanales; tejía, cosía, bordaba. Con la intención de conocerla más, Jerónimo le pide que le teja un chaleco de lana, solicitud a la cual ella accede (esta prenda de vestir la llevará, conservará durante muchos años), de vez en cuando Jerónimo llegará a casa de Petronila con la intención de saborear la exquisita repostería: dulces de membrillos, tortas de higos, frutas confitadas. Estas cualidades de Petronila llaman profundamente la atención al joven profesor. En estas circunstancias se va conformando una relación íntima, que se acrecienta aún más con el correr del tiempo, las circunstancia.
Finalmente, en 1888 contraen matrimonio civil y religioso en la ciudad de Vicuña; pero la felicidad inicial del matrimonio Godoy Alcayaga duró hasta finales de 1888. Jerónimo, fue suspendido de sus labores educacionales por acusaciones de poca eficiencia en sus labores. Debido al desempeño irregular –se comentaba-, es separado de su cargo y sometido a sumario.
En esa época Petronila ya estaba embarazada, por lo cual se comentaba la posible dificultad de su parto (44 años). Esos pronósticos coincidían con malestares de la madre, así que se trasladaron a Vicuña; porque en caso de emergencia tendrían asistencia médica. Se instalaron en la calle Maipú, que sería la casa natal. La conciencia de Jerónimo hizo que se convirtiera en un hombre hogareño.
Nacimiento
Llegó la hora del parto; a las 4:00 de la mañana del 7 de abril de 1889, nació Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga. Con algunos inconvenientes, Jerónimo y Petronila la bautizaron en la Iglesia Parroquial de Vicuña. Su padre muy emocionado escribió unos versos como regalo:
“Oh dulce Lucila/ que en días amargos/ piadosos los cielos/ te hicieron nacer/ Quizás te deparó/ para ti, hija mía,/ el bien que a tus padres/ no quiso ceder”.
Poco tiempo después Don Ramón Herrera, Gobernador de Elqui, llama al profesor exonerado para comunicarle que se levantaban los cargos y se le restituían sus derechos y puesto de profesor; Sin embargo, en 1891 comienza la sangrienta Guerra Civil, los rencores alteraron la paz hasta llegar a los rincones más apartados del Valle de Elqui, el Gobernador es removido de su cargo por no colaborar con el Gobierno del Presidente Balmaceda. Esto tuvo repercusión en el profesor rural Jerónimo Godoy recién reintegrado, lo que implica ser enviado al mineral Cerrillos de Tamaya en la ciudad de Ovalle y después viajaría a Santiago.
En 1992 se produce la separación definitiva entre Lucila y su padre, ella tiene tres años. Su padre, bohemio escritor profesor, se aleja de la familia por las nuevas responsabilidades asumidas en el ámbito de la educación. Su media hermana, Emelina, es designada directora de la escuela de Monte Grande, donde vive junto a su madre y su hermana menor, Lucila.
Gabriela Mistral, a través de su vida, declaró su inmenso amor a la Maestra Rural, encarnada en su hermana Emelina.
“La Maestra era pura. «Los suaves hortelanos», decía,/ «de este predio, que es predio de Jesús,/ han de conservar puros los ojos y las manos,/ guardar claros sus óleos, para dar clara luz»./ La Maestra era pobre. Su reino no es humano./ (Así en el doloroso sembrador de Israel.)/ Vestía sayas pardas, no enjoyaba su mano/ ¡y era todo su espíritu un inmenso joyel!/ La Maestra era alegre. ¡Pobre mujer herida!/ Su sonrisa fue un modo de llorar con bondad./ Por sobre la sandalia rota y enrojecida,/
tal sonrisa, la insigne flor de su santidad…”.
tal sonrisa, la insigne flor de su santidad…”.
Pero también cantó a su valle de Elqui, añorando perennemente esos tiempos:
“Tengo de llegar al Valle/ que su flor guarda el almendro/ y cría los higuerales/ que azulan higos extremos,/ para ambular a la tarde/ con mis vivos y mis muertos./ Pende sobre el Valle, que arde,/una laguna de ensueño/ que lo bautiza y refresca/ de un eterno refrigerio/ cuando el río de Elqui merma/ blanqueando el ijar sediento…”.
La ladrona
Se entera que su padre, Jerónimo Godoy Villanueva hace clases en la Escuela Normal de profesores de Copiapó y que luego se instalaría en Vallenar hasta 1887.
La hija mayor de Petronila, Emelina asume el sustento de la familia. Primero encontró trabajo como profesora ayudante en Paihuano, y en 1892 la asignan directora de la Escuela de Niñas de Montegrande. En esa escuela Lucila aprende a leer, en solo un mes. Recordando este tiempo dirá “mi Montegrande, donde me crie de 4 a 10 años, que es el único recuerdo dulce de esa infancia”.
En 1899 llega con su madre a la ciudad de Vicuña para estudiar. El único establecimiento en que podía cursar sus estudios era la “Escuela de Mujeres de Vicuña”. Se destacó por su participación en distintas actividades. Sería su última escuela y su primer sinsabor. Fundada en 1851, desde 1884 la dirige una profesora ciega venida desde La Serena, se llama Adelaida Olivares, quien la acusa de ladrona. No obstante, muchas veces más sería humillada por su timidez ante sus compañeras.
“Yo no puedo llevar otros ojos que los que me rasgó la luz del valle del Elqui”. En un parque, medio botánico y zoológico, del hacendado y naturalista elquino Adolfo Iribarren, en Montegrande, aprende el nombre de las plantas y las flores, se instruye en la historia de los animales y adquiere elementales conocimientos de astronomía: “Echa atrás la cara, hijo/ y recibe las estrellas./ A la primera mirada,/ todas te punzan y hielan,/ y después el cielo mece/ como cuna que balancean,/ y tú te das perdidamente/ como cosa que llevan y llevan”.
Gabriela Mistral, que siempre se lamentó de los cielos brumosos o borroneados en otras latitudes y espacios del mundo, encontró su patria real en los cielos de su valle, “que tuve en mis niñeces y que no quiero olvidar”. Nunca olvidará, tampoco, la fiesta de lectura que encontraría, años después, en la biblioteca del periodista serenense don Bernardo Ossandón.
Comienzos literarios
No pasaba todavía quince años y Lucila colabora en el periódico El Coquimbo, La Voz de Elqui de La Serena; a los dieciséis es designada ayudante de la maestra en la Escuela de La Compañía Baja, enseñando a muchachones analfabetos que le sobrepasaban en edad. En sus tardes libres se iba a la grande y óptima biblioteca del viejo periodista. Nunca fue buena para los números.
Las poesías de su padre la motivaron a ser poeta. Lucila se transformó en una niña silenciosa y retraída. Sus recuerdos son muy vagos y dirá: “Ese tiempo y el de maestra rural en la Cantera me hicieron el alma”.
Postula con grandes esfuerzos económicos a la Escuela Normal de La Serena. Una vez más sería rechazada, esta vez por el Capellán Munizaga, por sus escritos que al sacerdote le parecieron muy “disolventes” y “Algo paganos”, que son los argumentos para no permitir su ingreso. (Esto ocurrió en 1905).
A los diecisiete recibe el nombramiento como profesora en la Escuela La Cantera. El 10 de junio de 1908 aparece su primer poema firmado como Gabriela Mistral “Rimas”, en el Periódico La Constitución de Ovalle.
En 1910 realiza un examen en la Escuela Normal N°1 de niñas de Santiago, obteniendo el título de profesora.
Un telegrama le llega sorpresivamente comunicándole el fallecimiento de su padre, a la edad de cincuenta y cinco años, hecho acaecido a las siete de la mañana del 29 de agosto de 1911 en Copiapó, lo que le causa una gran pena por el padre ausente, a quien ella quería mucho: “Mis recuerdos pudieron ser amargos por la ausencia, pero están llenos de admiración por muchas cosas suyas y de su ternura filial, que es profunda”
Gabriela Mistral o la joven Lucila, no le reclama las cosas materiales que Don Jerónimo Godoy, su padre, no le pudo dar; pero le reconoce una heredad profunda “Revolviendo papeles encontré unos versos suyos muy bonitos, que impresionan de manera muy viva mi alma infantil. Esos versos de mi padre, los primeros que leí, despertaron mi pasión poética”.
Los Sonetos de la Muerte:
Se fue a los Andes donde pasó largo tiempo de vida. Allí conoció a Pedro Aguirre Cerda quien era profesor, abogado y a la postre llegaría a la más alta magistratura del país, como presidente de Chile. Entre sus amigas tuvo a Laura Rodig, reconocida escultora.
Los primeros Juegos Florales de Santiago, en 1914, se convirtieron, con el paso del tiempo, en el concurso más importante de nuestra literatura. Postularon 96 poetas. Nadie pensó que una profesora del colegio de los Andes ganaría el primer lugar con los “Sonetos de la Muerte”. Obtiene la más alta distinción. Otro gran poeta, Julio Munizaga Ossandón gana el segundo lugar. La gala se realizó el 22 de diciembre, a teatro lleno. Asistieron muchas autoridades. Todos esperan sentados su aparición, pero se llevaron una sorpresa al saber que Isauro Santelices fue el que representó a Gabriela Mistral. Orgulloso recibió el Diploma y la medalla de oro.
Ya listo para regresar, en la Estación, Isauro se encontró con Gabriela Mistral, quién emocionada le contó que había estado en la galería, escuchando sus versos ganadores y aplaudió junto a la gente.
Pero en los poemas ella expresaba la muerte de un ser querido. Su nombre era Romelio Ureta. Lo conoció cuando ella era profesora y él trabajaba en los Ferrocarriles. Él era muy tímido y callado. Un día Lucila le propuso una "cita de amor" para ver qué ocurriría con ellos. Tiempo después Romelio se suicidó.
¿Esto fue la que la inspiró para escribir los Sonetos de la Muerte? Nunca quedo del todo claro, pero allí están esos bellos poemas para la historia y un nicho descuidado en el Cementerio católico de Coquimbo.
Punta arenas, Temuco, Santiago.
Pedro Aguirre Cerda habló con el Presidente, diciéndole que la persona indicada para hacerse cargo de la Dirección del Liceo de Punta Arenas era Gabriela Mistral. Él aceptó y firmó el contrato designándole el puesto. Gabriela hizo sus maletas y partió de nuevo.
El primero de junio de 1918 le ofrecen una recepción en el Hotel “Kosmos”.
Muy emocionada, le dedica una poesía a Punta Arenas, describiéndola. Lucila junto a su secretaria, Laura Rodig, comenzaron a plantar árboles en la Plaza y en la Avenida Colón. Más tarde le dedicaría el poema: “Tres árboles”: “Tres árboles caídos/ quedaron a la orilla del sendero./ El leñador los olvidó, y conversan,/ apretados de amor, como tres ciegos./ El sol de ocaso pone/ su sangre viva en los hendidos leños/ ¡y se llevan los vientos la fragancia/de su costado abierto!.../
Y luego otro “Árbol Muerto”, dedicado a Alberto Guillén: “En el medio del llano,/ un árbol seco su blasfemia alarga;/ un árbol blanco, roto/ y mordido de llagas,/ en el que el viento, vuelto/ mi desesperación, aúlla y pasa./ De su bosque, el que ardió, sólo dejaron/ de escarnio, su fantasma./ Una llama alcanzó hasta su costado/ y lo lamió, como el amor mi alma./ ¡Y sube de la herida un purpurino/ musgo, como una estrofa ensangrentada!...”.
Gabriela también escribió sobre la educación y el niño, donde su inspiración se elevó aún más en esa ciudad. Luchó para que en el diario se publicara una página donde contaran Crónicas de los colegios. Entre otros cambios que se propuso fue lograr vacaciones de invierno para los niños. Gabriela siempre realizaba visitas a cárceles, hospitales y poblaciones, aconsejando y ayudando. Con el invierno de Magallanes logró el título de su primer libro: “Desolación”.
Su secretaria Laura Rodig cuenta que el 7 de abril de 1919, el día en que Gabriela Mistral cumplía treinta años, le obsequió algo muy curioso: Cuarenta libretas de tapas firmes y flexibles, donde Gabriela le fue dando a cada una un destino. Escribió sobre Los ríos de Chile, Los pájaros de Chile, Yerbas Medicinales, etc.
A Gabriela le gustaba todo en Punta Arenas, menos el frío. Pero tuvo que partir de nuevo. El 30 de marzo de 1920 hizo entrega de su cargo, y el 5 de abril se embarcó en el vapor Orcoma, a hacerse cargo del Liceo de Hombres de Temuco.
En el otoño de 1920 el recuerdo pertenece a un adolescente llamado Ricardo Eliezer Neftali Reyes Basoalto, que sería conocido como Pablo Neruda. Él le presenta tímidamente sus versos y ella inclina reiteradamente la cabeza diciendo: Están bien, están bien. Se frecuentaban muy poco pero fueron buenos amigos.
También fue acusada por un senador de la zona por “meterse en la política”. Muchas veces Gabriela salía junto a su secretaria a recorrer la ciudad, donde fueron espectadoras de grandes incendios forestales. Entre otros amigos tenían a Augusto Winter, poeta ecológico.
Gabriela al escuchar un día en la calle una grosería a una mujer embarazada, se le ocurrió dedicarles poemas a las madres;
“Madre, madre, tú me besas,/ pero yo te beso más./ Como el agua en los cristales,/ caen mis besos en tu faz.../ Te he besado tanto, tanto/ que de mí cubierta estás/ y el enjambre de mis besos/ no te deja ni mirar.../ Si la abeja se entra al lirio,/ no se siente su aletear:/ Cuando tú, a tu hijito escondes/ no se le oye el respirar.../ Yo te miro, yo te miro/ sin cansarme de mirar,/ y que lindo niño veo/ a tus ojos asomar...”/
Gabriela ya no quiere permanecer en Temuco. En Santiago se ha implantado un Liceo de Niñas. Pero se ha formado una polémica, porque se le acusa de no tener título profesional. -Sabemos que fue fundadora del Liceo Nº6 el 14 de mayo de 1921-. Ella no sintiéndose cómoda ahí se retira. Pero sigue dedicándoles cartas a sus alumnas. No lo hace como una profesora, sino como una madre chilena, porque en la distancia, todas llevan el apellido de la patria.
De Chile a México
Más tarde, José Vasconcelos, Ministro de Educación de México, la invita a colaborar a la gran reforma educacional de su país. El 22 de junio de 1922 se embarca en Valparaíso junto a su secretaria. Las reciben muy gratamente. Le asignan como secretaria a Palma Guillén. Con el tiempo fue fundada una escuela en México con su nombre. También con el nombre de Gabriela Mistral hay calles, estatuas, bibliotecas, etc. Con el cambio provocado en México, Gabriela diría que en este país tuvo tiempo de descanso.
Ganó una popularidad, tanto que asistió al Congreso de Campesinos, en el anfiteatro de la Universidad como incógnita. Pero en medio de la asamblea alguien la descubre y la hace pasar al escenario. Entre los campesinos, una voz grita pidiendo darle un abrazo a Mistral. Ella muy contenta hace el gesto de las manos cruzadas.
Desolación
En 1921 el prestigioso profesor español Federico de Onís había dado una conferencia sobre la poesía de Mistral en el Instituto de las Españas de Nueva York. Su nombre no era conocido, pero al escuchar sus versos, preguntan por el libro que los contenía. Constatan que no existía, así que le piden que les permita hacerlo. Gabriela no estaba muy convencida, pero el poderoso paisaje magallánico había sembrado en la naturaleza la desolación de su alma.
El libro apareció en Nueva York en 1922. También habían variado las ediciones: Vida, La Escuela, Infantiles, Dolor, Naturaleza, Prosa escolar-cuentos. Casi todos los libros que publicó, lo hizo en el extranjero, donde empezó a ser conocida en todo el mundo.
En 1923 la Editorial Nacimiento publica el libro Desolación en su primera edición chilena. Este libro aparece en mayo. En junio se publica Crepusculario, de su amigo y poeta Pablo Neruda.
Ya que en Chile fueron difundidos sus poemas y escritos, el rector de la Universidad de Chile, Don Gregorio Amunátegui, del consejo de Instrucción Pública le otorga el título de profesora de castellano.
De México al mundo
En mayo, en 1924, Gabriela se embarca en el vapor Patric desde México. Fue una despedida muy triste para ella. Los niños desfilan en el parque cantando las canciones de ronda de Gabriela Mistral. Ella agradece al país por haberla dejado hacer lo que quiera.
Gracias a Gabriela ahora los escritores chilenos reciben becas para sus estudios. Ya en 1924 ha pasado por Estados Unidos y desde allí se embarca a Europa. Más tarde Gabriela escribiría: “Todo lo que yo sé, poco pero muy fértil, en mi vida, ella, Europa, me lo ha dado”. Hace un mes ha dejado América, diciendo: “La diferencia del Mediterráneo con ellos es la del vino en la copa”. En 1924 pública su segundo libro Ternura, por la Editorial Saturnino Calleja.
En 1925 regresa a América. Después de un largo viaje, arriba a Montevideo. Ya acercándose a las orillas, Gabriela observa que la gente comienza a agitar pañuelos. Ella pensaba que iba alguien importante en el barco. Pero para su sorpresa ese recibimiento iba para ella. Muy emocionada, se encierra en su camarote.
El crítico Hernán Díaz Arrieta cuenta que Gabriela lo único que quería era ir a La Serena a ver a su madre. Más tarde parte hacia Valle de Elqui. El 15 de septiembre Vicuña la declara “Hija Predilecta”, otorgándole la jubilación como profesora.
En 1927 se traslada a vivir a Fontainebleau, Francia. Asiste, en representación de la Asociación de Profesores de Chile, al Congreso de Educadores, celebrado en Suiza. Funda la colección de Clásicos Iberoamericanos traducidos al francés. Su activa labor en ese Instituto, le permitió a Gabriela Mistral compartir un intercambio amistoso con importantes intelectuales del mundo: Henri Bergson, Marie Curie, Paul Valéry, Georges Duhamel, Francois Mauriac y George Bernanos.
En el año 1929, recibe la noticia más triste de su vida: muere su madre el siete de julio, doña Petronila Alcayaga a la edad de ochenta y cuatro años, en la ciudad de La Serena. Es sepultada en la misma ciudad, Cementerio General en un pequeño Mausoleo de la Familia.
Profundamente conmovida por la situación de desamparo de los niños españoles víctimas de la Guerra Civil, Gabriela Mistral decidió en 1938 publicar su tercer poemario, titulado Tala, en Buenos Aires por la editorial Sur. Gabriela Mistral cedió íntegramente todos los derechos de este libro en ayuda de aquellos niños.
Tala es un nombre alegórico que evoca la cosecha que la poetisa realiza en su afán por reunir un conjunto de poemas publicados en revistas y periódicos dispersos en América y Europa. Por ejemplo, rescata poemas como “Saudade” escrito durante su estadía en Lisboa. Gabriela Mistral dedicó la obra a su amiga Palma Guillén y a través de ella consagró su libro a la piedad de la mujer mexicana.
Fiel a su compromiso por los niños, como motivo poético y de lucha personal, en Tala Gabriela Mistral demuestra un profundo sentido de identidad y preocupación por la tierra americana, dando paso a un nuevo caudal poético.
En su nuevo viaje a Chile, entra por Buenos Aires, donde había sido publicado su libro por Victoria Ocampo. Visitó Puerto Montt y Osorno. Invitada a Chillán, se desvía a Valdivia, donde descansa algunos días. Ya que siempre recibía homenajes en todas partes, ella pidió que la dejaran pasar tranquila en cada ciudad.
El acto oficial se desarrolló el 12 de mayo, donde había salido a leer el joven profesor de matemáticas del Liceo: Nicanor Parra, donde Gabriela Mistral lo reconoce como un verdadero poeta ya formado.
Yin-Yin y el Nobel
En 1943 ocurre uno de los episodios más enigmáticos y controversiales de la vida de la poeta, hecho particular para Gabriela Mistral, aparece en su vida Carlos Miguel Godoy y le dice a Gabriela Mistral que es hijo de Jerónimo Godoy Villanueva. Ella lo acoge. Este pronto se casará con una muchacha llamada Marta Mendoza, con quien tuvieron un hijo: Juan Miguel Godoy Mendoza. Al poco tiempo muere su madre y Carlos Miguel -el hermano aparecido- nuevamente hace presencia en la casa y le pide que lo cuide. Gabriela Mistral se lo lleva de Italia, arrancando de la guerra y llega finalmente a Petrópolis en Brasil. El catorce de agosto después de una fiesta de compañeros de colegio, muere por una dosis de arsénico. La policía dijo que fue un suicidio. Tenía 18 años.
En 1945, hallándose Gabriela Mistral en la ciudad de Petrópolis, recibe la noticia de que le ha sido concedido el Premio Nobel de Literatura. Esta noticia no fue recibida con tanta alegría ya que se encontraba afectada por el gran dolor de haber perdido a Yin-Yin. Es 15 de noviembre de 1945, tiene 56 años de edad. El 18 de noviembre se embarca para Estocolmo en el vapor sueco Ecuador. El 10 de Diciembre recibirá el premio de manos del Rey Gustavo. Allí frente al rey y el príncipe, se cumplían, una vez más, los versos de esta vate, es decir, vidente, de Montegrande:
“Y Lucila, que hablaba al río,/ a montaña y a cañaveral,/ en las lunas de la locura/ recibió reino de verdad.”/
Una Chilena Universal
En 1946 le ofrecen otros homenajes: en París se le otorga el grado correspondiente a la Legión de Honor. En Italia es Doctor Honoris Causa de la Universidad de Florencia. El mismo grado le otorga en 1947, en Mills College, de Oackland, California, y New Orleans la declara “Hija ilustre de la ciudad”. Entre 1948 y 1949 regresa a México, como Cónsul en Veracruz. También recibe el premio Tierra de las Américas, en 1950.
En 1951 se le concede el Premio Nacional de Literatura en Chile. Reside en Rapallo, Italia. En 1953 es nombrada Cónsul de Chile en Nueva York. Participa en la Asamblea de las Naciones Unidas, representando a su país en la Comisión “La condición jurídica y social de la mujer”.
En 1954, finalmente viene a Chile y se le ofrece un homenaje oficial. Lagar es editado en Santiago por la Editorial del Pacífico.
En 1955 regresa a los Estados Unidos y participa nuevamente en la Asamblea de las Naciones Unidas que celebra el Séptimo año de la promulgación de la Declaración de los Derechos Humanos. Su salud está muy debilitada.
En 1956 participa en su último acto público en Washington, en el encuentro de la Unión Panamericana. Se le diagnostica cáncer al páncreas.
Murió el 10 de enero de 1957, a las 4.10 horas, en el Hospital General de Hempstead, en Nueva York. Desde Estados Unidos su cadáver fue transportado en un avión de la Fuerza Aérea a Perú. Allí pasó a un avión de Chile donde regresaría a su Patria. La Universidad de Chile la acogió en su Salón de Honor para el velatorio. Todo su pueblo fue a rendirle honores. Era una cola interminable de gente, que lo único que querían era verla una vez.
El 21 de enero sus restos fueron trasladados al Cementerio General, en espera de su morada definitiva en Montegrande. En marzo de 1960 se cumplió su sueño. En el libro Poema de Chile, después de muerta, dice:
“Este mi segundo cuerpo/ en el punto en que comienza/ Patria y Madre que me dieron”.
En un vehículo en caravana va su segundo cuerpo, enterrado en un lomaje que vigila, “El punto en que comienza” su historia:
“Porque todo lo que he olvidado/ menos un valle y un pueblo./ El valle lo mentan Elqui/ y Montegrande, mi dueño.”
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