UNA ROSA PARA MAMÁ : NALO ALVARADO

30 noviembre 2017

UNA ROSA PARA MAMÁ



Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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'Mujer de ichu, de trigo, de chumpac. Bello arco iris de ternura, dulce alfarera de Dios, que con tus bendiciones sigues moldeando un nuevo Perú para tus hijos. Recibe un beso en la frente y una flor en tu Memoria." Nalo

Desde hace un tiempo tengo sueños recurrentes con los primeros días de fiebre y desvelos maternales. Hoy quise compartir esta experiencia, como una muestra de gratitud por el invalorable apoyo espiritual que recibo, desde el aciago día en que mamá voló a la eternidad, porque como decía el poeta Rubén Darío:

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Por eso es preferible que duela el alma en un sueño, como el de anoche, donde me vi muy pequeñito. Mamá cantaba una canción de cuna inclinada en mi pecho, intentando aliviar mis latidos fatigados: «Duérmete mi niño, duérmete pedacito de mi corazón...».

En el sueño un foco de 50 W pende del cielo raso iluminando el dormitorio. Sobre la cama reposan pañales blancos y ropones tejidos a mano. Me veo fajado como fardo funerario desde el cuello hasta los pies, como dormían los bebés chiquianos en los cincuentas y sesentas.
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Lloro intensamente y siento que mi llanto no cesará. Por mi estado de salud mamá no duerme desde hace varios días, sus ojos se cierran a pesar del esfuerzo por mantenerlos abiertos, mas sin poder evitarlo se queda dormida reposando su mejilla en mi hombro.

Ella empieza a soñar: 
Escucha balidos de corderos, voltea la mirada y ve un caminito que sube al cielo. En ambos lados de la vía una fila de árboles mece el viento. En el horizonte la cortina de glaciares refulge con los últimos rayos del sol que el pincel del crepúsculo pinta de oro". De pronto se sobresalta y sigue cantando: «Duérmete mi niño, duérmete ya, tarararara». Nuevamente se queda dormida, y sueña que llaman a la puerta. Es mi abuelita Victoria, que ha venido a averiguar por mi salud.

- Espere un segundo doña Victoria, ya bajo –responde mi mamá en su sueño- ella siempre la trató con reverencia y mucho cariño a la mamá de su esposo, mi papá, pero me hubiera gustado que la llame Mamamita, como nosotros, sus nietos.

Baja las escaleras, abre la puerta y ambas suben a la habitación. Mis mejillas están moradas, mis ojos brillan y tengo la mirada perdida.

- ¿Qué pasa Nalito? -pregunta mi abuelita, inclinándose sobre mi frente -¿sigues enfermo hijito?.

- ¡Ha llegado mi hora abuelita! –le contesto con las pupilas húmedas.

- No te preocupes, pronto vas a sanar.

- Gracias abuelita, pero sé que no me queda mucho tiempo de vida.

Ella se pone triste leyendo mis ojos, luego le dice a mamá:

- No puedo hacer nada por Nalito, tenemos que llevarlo al médico.

Me llevan a la Posta. Allí el doctor Aquino me revisa y decide operarme de urgencia. El color azulino intenso que han tomado mis uñas le preocupan.

Ya amanece. El Sol tarda en aparecer por el horizonte. La mañana se ve opaca. El cirujano lleva operándome tres horas y no hay noticias. Los corazones de mamá y de mi abuelita parecen detenerse".

Un chiuchi pasa gritando por la calle. Mi mamá se despierta asustada, pero se tranquiliza y sonríe feliz, pues la operación ha ocurrido en su sueño, y retoma el canto: «Duérmete mi niño, duérmete mi bien...»... pasan los minutos y se vuelve a dormir. Continúa soñando: Mi abuelita que ha retornado de hablar con el doctor, se acerca, y abrazando a mamá le da la noticia:

-¡Nalito acaba de morir!, el doctor ha hecho todo lo posible, lo hemos traído demasiado tarde.
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Mamá se arrodilla tomando a mi abuelita de ambas manos, suda frío, llora, se levanta y camina tambaleante hacia la habitación donde duermo el sueño eterno.  
De pronto mamá se despierta con sobresalto al sentir la presencia de una persona en el cuarto. Es mi papá que me está haciendo sonreír tocando mi nariz. Él acaba de llegar de Lima. Papá le dice:

- Jeshu, quién como tú, Nalito despierto y tú durmiendo.

Ella vuelve a la vida sabiendo que ha sido un sueño continuado. El foco que nunca se apagó sigue alumbrando los pañales y los ropones que están dobladitos en la cama.

Mi papá baja al primer piso a asearse para dormir un rato. Mi mamá otra vez dormita y vuelve a soñar: Ve un jardín y un caminito escoltado de árboles... en el horizonte, el Yerupajá luce su belleza blanca bajo un un cielo azul luminoso.

De repente:

- Jeshu, ¿te has vuelto a dormir?. Le dice mi papá que ha retornado al dormitorio para acostarse.

Mi mamá despierta y mira el reloj que marca las 5 de la madrugada, y vuelve a sonreír al verme vivo.

Ya amanece, mi papá duerme a mi lado, el aire empieza a aclarar tras la ventana... el foco palidece hasta apagarse, son las 6. Chiquián cuenta con alumbrado hasta esa hora solamente. Mi mamá se levanta pese a tener sueño, su necesidad de dormir es irresistible. Apoya su cabecita junto a la mía para asegurarse que duermo tranquilo, mira el reloj, ya son las 6 y 10 de la mañana, y piensa: Es más fácil resistir el sueño cocinando que estando echada en la cama.

Se levanta y baja a la cocina a preparar el desayuno. Lo que más trabajo le cuesta es mantener la cabeza inmóvil. Está mondando papas para el pari. Cuando termina de mondar baja los párpados del cansancio. Dormita ligeramente, su mano deja de apretar el cuchillo que cae con un sonido seco que la sobresalta, frota sus ojos, ella no quiere dejarse vencer por el sueño, mira la ventana y sonríe a los primeros rayos solares que hacen renacer en su corazón la esperanza de poder dormir más tarde.

Pasa todo el día subiendo y bajando la escalera para ver como estoy de salud. No descansa ni un minuto, tiene que atender los quehaceres del hogar y también su negocio de abarrotes; hasta que por fin el manto de la noche se posa suavemente sobre Jircán.

Transcurren lentas las horas y llega las dos de la madrugada, mi mamá no ha pegado ni una pestañeada: «Duérmete mi niño…» -canta, mientras lloro afónico. Mi papá no está, él ha retornado a la costa con su camión azul.

Y va caminando el reloj con su tic tac imparable...

Está por rayar la aurora, cabecea, se queda dormida y vuelve a soñar con el mismo jardín... En la cordillera Huayhuash, el Yerupajá despierta con el sol matinal que empieza a derramar sus rayos de oro en el caminito empinado que se eleva al cielo.


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Este breve relato es un modesto homenaje a las madres, que noche tras noche velaron, velan y velarán nuestros sueños con la única satisfacción de vernos crecer felices. Elevo mis oraciones porque mi mamá Jeshu esté acompañada en el cielo por sus queridas maestras, amigas y familiares. Los que tienen a su lado a su mamita, ámenla cada segundo, es la mejor medicina para la felicidad.


No debemos olvidar que los años vuelan con ligeras alas que el tiempo impulsa sin parar, igual que la tarde se lleva lo que nos dio la mañana al compás de las 12 campanadas de la vida; mientras tanto, sigamos sembrando amor en los corazones amigos y plantando raíces fuertes en nuestra tierra, para oír su voz que siempre será nuestra palabra, también nuestra oración. Mil bendiciones a todos:

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