A Julio Solórzano Murga, el Quijote aficionado de la pluma
comprometida.
Hombre de
pluma hacedora y energía vital
poeta nato,
sensible a lo Vallejo.
Un gigante
libre de estatura mediana, bigote ralo,
compañero
tempranero de la vida
que mueve el
mundo en la llanura de sus manos
y en la
montaña de su rostro moreno alumbran sus ojos fijos
como dos
faros atenienses
atisbando la
brisa marina de la mañana.
Tenaz pájaro
rebelde
que vuela con
trino desde el bosque de Heraud
hasta los
redobles de Scorza,
hijo
lírico del verso comprometido y la prosa denunciante
caminante de
un abecedario encendido
que nació en
la luz de su niñez,
atizada por
una fogata de talento,
que hacen
latir el corazón de un pueblo llamado Huacho
junto a Valle
Buendía, Flor De María Drago…
y los
milagros ya acontecidos,
una fe
probada en la firmeza de sus años,
un
pensamiento abierto que ha surcado el pacífico oleante
remedando las
sombras oceánicas
con los remos
de la razón.
Así es Julio
Solórzano, ya un vate de patria universal,
en la propia
definición de su poesía que se llamará: tiempo,
en la
fertilidad de la tierra que se llamará: aroma y pan,
en el rumor
de un mar que se llamará: horizonte
recorrerá la
ruta de su alma con la teología de sus versos
eternizando
su canto en las plazas, las calles,
las aulas de
una escuela con esa memorable oda
“Cuando muere
un poeta”: se calla la vida,
se queda en
silencio el mundo, se eclipsa el día…,
pero mientras
el sol rompa la aurora
con la
singular estampida de la mañana
encontraremos
ese paraíso escondido
que finge un
libro entre sus páginas,
en el
andamiaje de una biblioteca
con todas las
voces resucitadas de los poetas,
con sus
memorias vividas,
con sus
afanes cotidianos entre sus pasos,
agitando
masas, levantando banderas libres
y socavando
la bienvenida y el adiós de los hombres
bajo ese
frágil acierto de la consagración y la duda
como los
únicos seres que por otros respiramos,
abrazamos y
vivimos.
Del Libro "Alas para el Tiempo" de Oscar Castillo Banda
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