(Por Raúl Gálvez Cuéllar. Perú)
Era
el 21 de mayo del 74 y paseaba por las calles de Lausana, en la víspera del
Congreso Centenario de la Unión Postal Universal, al que concurría como
Delegado de mi País. Un buenhombre de sesentaitantos años me pregunta con
esfuerzo:
-Monsieur: où est la
Cathédrale, s´il vous plait ?
-Vea,
la catedral está justo a la espalda de esta calle. No puede perderse.
-¡Ud
habla Español!! ¡Qué sorpresa! -Llevo aquí tres meses y recién encuentro
alguien que habla Español. Muchas gracias señor... ¿pero cómo supo que yo lo
hablaba?
-Desde
su primera palabra en Francés...
Nos
hicimos amigos y prometí visitarlo a fin de semana.
Las
banderas de todos los países del mundo, en hermosas flores naturales, lucían al
frente del Palais de Beaulieu. El Congreso empezó...y continuó. Mas cumpliendo
mi palabra, fui a ver a mi ocasional amigo, en su pequeño apartamento en la
Capital del Cantón de Vaud. Era Luciano Durán Böger, escritor boliviano,
deportado por Pinochet desde Santiago de Chile. Su compañera era una simpática
chilena mucho menor que él, y ambos fueron muy amables conmigo.
Entre
algunos brindis de vino chileno, me contó que estuvo desnudo para que lo
fusilen en el estadio de Santiago; y que a la voz de "apunten", los
soldados enderezaron los fusiles hacia su corazón. Su inseparable amiga llegó
corriendo con el pasaporte de Bolivia, y la ejecución se canceló. Le arrojaron
una camisa y un pantalón cualesquiera, y lo llevaron al aeropuerto con destino
a Suiza.
La
tertulia fue interesante, y cuando llegó mi turno de hablar, les conté un
episodio que había vivido no hacía mucho tiempo:
-"El
02 de febrero del año pasado, cuando faltaba pocas semanas para culminar mi
Curso de Formación Pedagógica en L´Institut National des Cadres Administratifs,
en París, decidí visitar la tumba de Charles Baudelaire, mi poeta favorito
desde mis años de estudiante universitario. A las nueve y veinte de esa gélida
mañana, ingresaba al cementerio de Montparnasse, por la puerta de la Rue
Froidevaux en la esquina con la Avenue du Maine".
-"Como
un fantasma en la soledad del panteón, llegué hasta el mausoleo del autor de L´albatros,
donde también yacían los restos de su madre Caroline y de su padrastro el
General Aupick: ´Priez pour eux´, terminaba el
epitafio"
-"Después
de algunas oraciones, advertí que el tiempo se comprimía sin perder su carácter
abarcante, pues todo mi pasado apareció en un momento. Enterado que venía algo
sobrenatural, exclamé en voz alta, como para asegurar la respuesta:
"Hermano Charles Baudelaire: sé que me estás
oyendo desde la otra ribera. ¡Dime que hay más
allá de esta farsa!"
-"Una
corriente medular estremeció mi organismo. Dos brazos invisibles me avientan
contra el sepulcro que se abre, y desciendo en un vértigo de ondas
desgarradoras, hasta lo que parecía el nudo de la existencia. Crucé la barrera
que separa la vida y la muerte ¡no podía ser otra cosa!... y desde el otro
lado, nada de lo anterior recordaba, sino una vaga sensación de haber sido,
pero sin saber qué. De súbito, y más vivo que nunca, yo manaba como un surtidor
de todo lo tangible sin excepción, y entonces ya no tuve duda que ese era el
secreto"
-"Desnaturalizada
mi entidad individual, mi conciencia ubicua me informaba que yo era, porque
sentía mis funciones vitales: mas no sabía quién era, ni qué forma tenía, al
discurrir a velocidad moderada desde todo lo que existía sobre la tierra. Era
maravilloso fluir en ritmo armónico y omnipresente, antes, durante, y después
de todas las posibilidades, y donde el tiempo se reducía a un mero concepto
biomecánico"
-"Dos
hombres sonrientes aparecen corriendo sobre un campo de claveles rojos que el
viento mecía, y yo siento que mis labios se curvan en la sonrisa. Era
Baudelaire saltando conmigo, ¡jamás hubiese podido imaginar que el rostro
humano fuera capaz de reflejar tanta felicidad!... por lo que esta sola
experiencia ha sabido borrar todas mis amarguras."
-"De
pronto y muy a mi pesar vuelvo en mí, tendido en el frío sarcófago, donde se
veía sembrado un clavel solitario igual a los del paseo. La planta se arquea y
se inclina reverentemente hasta que su flor toca tierra, y vuelve a su posición
normal: estaba claro que Baudelaire se despedía"
-"Repuesto
de la impresión, y como lo había previsto fui a la tumba de César Vallejo en el
mismo cementerio..."
-Ah,
el gran César Vallejo -exclamó el boliviano.
-Sí,
el gran César Vallejo -repetí - Tenía que verlo, sus restos estaban atrás, en
IP 1970.
-"Entonces
Vallejo sale de su tumba y nos abrazamos muy afectuosamente como si todo el
tiempo nos hubiésemos conocido. Hablamos de poesía y prometimos volver a
vernos"
(Aquí
es pertinente anotar que este pacto bilateral se menciona en mi poema
"Doble Muerte" que lleva el Nº 251, página 283 del Primer Tomo de
"Mil Poemas a César Vallejo". por Alfred Asís).
Y
continué mi relato al escritor boliviano Luciano Durán Böger, quien escuchaba
con máxima atención:
-"Cuando
salí del camposanto tenía la convicción de haber traspasado los misteriosos
umbrales. Pero sobre todo, para mí había quedado demostrada la supremacía del
espíritu sobre la materia"
-¡Maravilloso!,
¡Maravilloso! -dijo Durán Böger, entre otras frases de asombro- Lo contaré en
mi libro!.
En
el lapso de dos meses que permanecí en Suiza asistiendo al Centenario Congreso
de la Unión Postal Universal, visité a Böger, quien me obsequió con una
bella dedicatoria su sexto libro "Sangre en la Esmeralda",
encargándome otro ejemplar para Juan Mejía Baca. Retornando a Lima fui al Jirón
Azángaro a entregar ese libro al librero Mejía Baca, quien me recibió con su
característica cordialidad y con su clásica pregunta "¿Cuándo
me trae sus originales, mi querido poeta?".
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