LA LITERATURA COMO EXPRESIÓN DE FRATERNIDAD

31 agosto 2014

La literatura es el arte  de usar las palabras. Es el conjunto de obras literarias con creatividad humana, mediante la transformación del arte.
A comienzo del siglo XX la literatura surgió como un deleite de la naturaleza, con  características de textos literarios, combinando la imaginación y la forma de expresión, diferenciándolas del habla y de los textos literarios-poéticos,  en el sentido que son un conjunto de significados, creados por el habla propia.

La literatura es universal, porque es obra de todos los tiempos  En ella expresamos nuestros sentimientos transformando nuestros pensamientos en un diálogo literario. Estos géneros literarios están constantemente evolucionando y transformando la historia

Es por ello, que resulta comentar que César Vallejo, es el poeta dogmático y mucho más humano, y sobre todo podemos apreciar  el más noble ideal de fraternidad que constituye su poesía como es la solidaridad en defensa de los derechos humanos de los pobres.
En los poemas de Vallejo, habla sobre su vida, su familia, su Dios, su tierra, el amor, su patria; y es allí donde  rechaza la injusticia social, y se vuelve más humano demostrando este sentimiento de fraternidad universal que une a  todos los seres humanos fraternalmente.
Es decir, estas exigencias  éticas y derechos que los seres humanos tienen por el hecho de ser hombres y, por lo tanto, un derecho igual a su reconocimiento, protección y garantía por parte del  Derecho; un derecho igual, a ser considerados seres humanos, y derecho de igual humanidad independiente de cualquier contingencia  histórica o cultural, característica física o intelectual, poder político o clase social.

Por lo demás, la premisa filosófica demuestra que los derechos humanos tienen categorías y conceptos.  Por ejemplo, la libertad es materia de fundamentación filosófica porque no se ha ido labrando al azar, sino que se ha alcanzado a través de conquistas, enfrentamientos y revoluciones.

Sin embargo, la Constitución garantiza, los derechos que se fundan en la dignidad del hombre, o en los principios de soberanía del pueblo, del Estado democrático de derecho y de la forma republicana de gobierno.

Asimismo, la dignidad de la persona aparece, tal vez no como el único, pero decididamente como el más importante de los principios morales desde donde es posible explicar y entender la propia justificación de los derechos que la Constitución anida.

Así, la dignidad de la persona ha de suponer un rango o categoría que corresponde al hombre en tanto ser dotado de inteligencia y libertad, distinto y superior a todo lo creado, que exige un tratamiento concorde en todo momento con la naturaleza humana.  O para decirlo en palabras de Carlos Santiago Nino, el que “los hombres deban ser tratados según sus decisiones, intenciones o manifestaciones de consentimiento”, respetándose su autonomía e inviolabilidad que presupone el respeto de la libertad de decisión que un individuo pueda adoptar y que no se le cosifique.

Precisamente, de esta consideración moral del hombre, ha de derivarse la propia justificación de aquel conjunto mínimo de derechos o atributos subjetivos con los que ha de contar el hombre, que pueden o no estar detallados en la Constitución, pero que es absolutamente necesario reconocer para que pueda desarrollar responsablemente su proyecto vital.  De esta forma, el hombre individualmente considerado, y el respeto de su dignidad, se convierten en el elemento clave de nuestro ordenamiento jurídico y al mismo tiempo se erige en el núcleo axiológico legitimizador de cualquier construcción artificial.

Por ello, La Declaración Universal de los Derechos Humanos creada el 10 de diciembre de 1948, creada en  la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó en París la Declaración Universal de Derechos Humanos, documento de treinta artículos que aspiraba a la defensa de la libertad, la justicia y la paz.

Es en ese  sentido, muy significativo y buena parte de los hechos políticos del siglo XX en esa  zona apuntan justamente a las violaciones de tales derechos dentro de un marco de total impunidad.  Y resulta, interesante comentar que el estudio de la poesía hispanoamericana contemporánea ofrece un inagotable campo para iniciar esa labor de hermanamiento entre ética, literatura y humanidad.

Tal es así, que en los poemas de Vallejo, siempre existe  el rechazo de la injusticia social, y es a partir de ese momento en que esta generosa idea surge como unión, en  que todos los seres humanos deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
De igual modo,  si hacemos un recorrido por el mundo poético vallejiano podemos detectar esa  visión solidaria. Manuel Mantero ya dedicó unas páginas a la ternura humana de Vallejo, donde señaló que «en todos sus libros, y en más o menos grado, esta ternura, a veces diluida y otras saltante, resplandece y nos agarra» (Mantero, 1971: 122).
Dar cuenta aquí de todos y cada uno de los poemas vallejianos en los que se aborda el tema de los derechos humanos es tarea que rebasa los límites de este trabajo, por lo que nos centraremos en algunos textos paradigmáticos.
Dice sobre Vallejo el Ex Canciller Manuel Rodríguez Cuadros: “En su tiempo, la doctrina de los derechos humanos aún no había emergido como un sistema de ideas sistematizadas en el campo internacional, pero se expresa en Vallejo a partir de una visión del mundo donde el ser humano es el único referente de las cosas y donde las sociedades y los procesos políticos se miden en función del dolor o la felicidad que causan a los hombres”.
          
Vallejo, considera a los derechos humanos como derechos morales. Relacionando los derechos humanos con los valores de la dignidad humana y con los derechos llamados morales.

Vallejo, en su poesía, hay siempre una voluntad de dar mayor importancia al hombre como ser entrañable que a cualquier dogma ideológico concreto. Las necesidades básicas son imperantes necesidades del ser humano. Todo lo demás viene como consecuencia de haber podido sobrevivir.
Así vemos, como Vallejo adelanta ya una de las claves de toda la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, que a la letra dice:
Como ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos como las instituciones, inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a estos derechos y libertades, y aseguren, por medidas progresivas de carácter nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación universales y efectivos, tanto entre los pueblos de los Estados Miembros como entre los de los territorios colocados bajo su jurisdicción.

Ø  Asimismo, en su primer libro, Los Heraldos Negros (1918), Vallejo muestra su interés por el tema de la pobreza y el hambre. El acto de comer, el ayuno, el pan son motivos y constantes de toda su poesía, como muestra «El pan nuestro», poema en el que el autor desea compartir su pan con todos los hambrientos. El sujeto poemático considera que en su propio acto de alimentarse está quitándole el pan a su prójimo, quien no tiene para comer: «Yo vine a darme lo que acaso estuvo / asignado para otro» (vv. 19-20). Por vía del hermanamiento con todos los pobres, Vallejo llega a considerarse una especie de mal ladrón que le lleva a compartir.

Artículo 25.1

Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.


Ø  También, Poemas humanos ofrece varios poemas representativos del tema de la fraternidad, como el que se inicia «Me viene, hay días, una gana ubérrima...», fechado en noviembre de 1937. Se trata de un canto a la hermandad con el prójimo, cualquiera que sea su condición. Es un deseo de amar a todos: «al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito / a la que llora por el que lloraba» (vv. 5-6). Es un querer universal, «mundial / interhumano y parroquial» (vv. 24-25) escribe Vallejo, en un ansia de fraternidad absoluta. La insistente repetición del verbo «querer» a lo largo del poema contribuye a entender el texto en términos de una purificación universal y personal por la que Vallejo se solidariza con todo y con todos. 

Artículo 1.
Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Artículo 2
1.- Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
2. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se
trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía.

Concluiremos diciendo que la poesía de Vallejo es una manera profundamente personal de establecer una lucha por la solidaridad y la fraternidad humana. La lucha de Vallejo es con las palabras: las que mejor expresan el dolor de un hombre noble que lucho por el hombre y  su permanente reivindicación, buscando una defensa de los más inalienables derechos del individuo, mediante el sentimiento constitucional. Y el operador judicial es uno de los más privilegiados en hacer cumplir esta misión.

Abog. Lidia Irene Vásquez Ruiz





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