La literatura es el arte de usar las palabras. Es el conjunto de obras literarias con creatividad humana, mediante la
transformación del arte.
A comienzo del siglo XX la literatura surgió como un deleite de la
naturaleza, con características de
textos literarios, combinando la imaginación y la forma de expresión, diferenciándolas
del habla y de los textos literarios-poéticos,
en el sentido que son un conjunto de significados, creados por el habla
propia.
La literatura es universal, porque es obra de todos los tiempos En ella expresamos nuestros sentimientos
transformando nuestros pensamientos en un diálogo literario. Estos géneros
literarios están constantemente evolucionando y transformando la historia
Es
por ello, que resulta comentar que César Vallejo, es el
poeta dogmático y mucho más humano, y sobre todo podemos apreciar el más noble ideal de fraternidad que
constituye su poesía como es la solidaridad en defensa de los derechos humanos
de los pobres.
En los poemas de Vallejo, habla sobre
su vida, su familia, su Dios, su tierra, el amor, su patria; y es allí
donde rechaza la injusticia social, y se
vuelve más humano demostrando este sentimiento de fraternidad universal que une
a todos los seres humanos
fraternalmente.
Es decir, estas exigencias éticas y derechos que los seres humanos
tienen por el hecho de ser hombres y, por lo tanto, un derecho igual a su
reconocimiento, protección y garantía por parte del Derecho; un derecho igual, a ser considerados
seres humanos, y derecho de igual humanidad independiente de cualquier
contingencia histórica o cultural, característica
física o intelectual, poder político o clase social.
Por lo demás, la premisa filosófica demuestra
que los derechos humanos tienen categorías y conceptos. Por ejemplo, la libertad es materia de
fundamentación filosófica porque no se ha ido labrando al azar, sino que se ha
alcanzado a través de conquistas, enfrentamientos y revoluciones.
Sin
embargo, la Constitución garantiza, los derechos que se fundan en la dignidad
del hombre, o en los principios de soberanía del pueblo, del Estado democrático
de derecho y de la forma republicana de gobierno.
Asimismo, la dignidad de la persona aparece, tal vez no
como el único, pero decididamente como el más importante de los principios
morales desde donde es posible explicar y entender la propia justificación de
los derechos que la Constitución anida.
Así, la dignidad de la persona ha de suponer un rango o
categoría que corresponde al hombre en tanto ser dotado de inteligencia y
libertad, distinto y superior a todo lo creado, que exige un tratamiento
concorde en todo momento con la naturaleza humana. O para decirlo en palabras de Carlos Santiago
Nino, el que “los hombres deban ser tratados según sus decisiones, intenciones
o manifestaciones de consentimiento”, respetándose su autonomía e
inviolabilidad que presupone el respeto de la libertad de decisión que un
individuo pueda adoptar y que no se le cosifique.
Precisamente, de esta consideración moral del hombre, ha
de derivarse la propia justificación de aquel conjunto mínimo de derechos o
atributos subjetivos con los que ha de contar el hombre, que pueden o no estar
detallados en la Constitución, pero que es absolutamente necesario reconocer
para que pueda desarrollar responsablemente su proyecto vital. De esta forma, el hombre individualmente
considerado, y el respeto de su dignidad, se convierten en el elemento clave de
nuestro ordenamiento jurídico y al mismo tiempo se erige en el núcleo
axiológico legitimizador de cualquier construcción artificial.
Por ello, La Declaración Universal de los Derechos
Humanos creada el 10 de diciembre
de 1948, creada en la Asamblea General
de las Naciones Unidas aprobó en París la Declaración Universal de Derechos
Humanos, documento de treinta artículos que aspiraba a la defensa de la
libertad, la justicia y la paz.
Es en ese sentido, muy significativo y buena parte de
los hechos políticos del siglo XX en esa
zona apuntan justamente a las violaciones de tales derechos dentro de un
marco de total impunidad. Y resulta,
interesante comentar que el estudio de la poesía hispanoamericana contemporánea
ofrece un inagotable campo para iniciar esa labor de hermanamiento entre ética,
literatura y humanidad.
Tal es así, que en los poemas de
Vallejo, siempre existe el rechazo de la
injusticia social, y es a partir de ese momento en que esta generosa idea surge
como unión, en que todos los seres
humanos deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
De igual modo, si hacemos un recorrido por el mundo poético
vallejiano podemos detectar esa visión
solidaria. Manuel Mantero ya dedicó unas páginas a la ternura humana de
Vallejo, donde señaló que «en todos sus libros, y en más o menos grado, esta
ternura, a veces diluida y otras saltante, resplandece y nos agarra» (Mantero,
1971: 122).
Dar cuenta aquí de todos y cada uno
de los poemas vallejianos en los que se aborda el tema de los derechos humanos
es tarea que rebasa los límites de este trabajo, por lo que nos centraremos en
algunos textos paradigmáticos.
Dice sobre Vallejo el Ex Canciller Manuel Rodríguez
Cuadros: “En su tiempo, la doctrina de los derechos humanos aún no había
emergido como un sistema de ideas sistematizadas en el campo internacional,
pero se expresa en Vallejo a partir de una visión del mundo donde el ser humano
es el único referente de las cosas y donde las sociedades y los procesos
políticos se miden en función del dolor o la felicidad que causan a los
hombres”.
Vallejo, considera a los derechos humanos
como derechos morales. Relacionando los derechos humanos con los valores de la
dignidad humana y con los derechos llamados morales.
Vallejo, en su poesía, hay siempre una voluntad
de dar mayor importancia al hombre como ser entrañable que a cualquier dogma
ideológico concreto. Las necesidades básicas son imperantes necesidades del ser
humano. Todo lo demás viene como consecuencia de haber podido sobrevivir.
Así vemos, como Vallejo adelanta ya
una de las claves de toda la Declaración Universal de los Derechos Humanos de
1948, que a la letra dice:
Como ideal común por el que todos los pueblos
y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos como las
instituciones, inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la
enseñanza y la educación, el respeto a estos derechos y libertades, y aseguren,
por medidas progresivas de carácter nacional e internacional, su reconocimiento
y aplicación universales y efectivos, tanto entre los pueblos de los Estados
Miembros como entre los de los territorios colocados bajo su jurisdicción.
Ø Asimismo, en su
primer libro, Los Heraldos Negros (1918), Vallejo muestra su
interés por el tema de la pobreza y el hambre. El acto de comer, el ayuno, el
pan son motivos y constantes de toda su poesía, como muestra «El pan nuestro»,
poema en el que el autor desea compartir su pan con todos los hambrientos. El
sujeto poemático considera que en su propio acto de alimentarse está quitándole
el pan a su prójimo, quien no tiene para comer: «Yo vine a darme lo que acaso
estuvo / asignado para otro» (vv. 19-20). Por vía del hermanamiento con todos
los pobres, Vallejo llega a considerarse una especie de mal ladrón que le lleva
a compartir.
Artículo 25.1
Toda
persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su
familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la
vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene
asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez,
viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por
circunstancias independientes de su voluntad.
Ø También, Poemas
humanos ofrece varios poemas representativos del tema de la
fraternidad, como el que se inicia «Me viene, hay días, una gana ubérrima...»,
fechado en noviembre de 1937. Se trata de un canto a la hermandad con el
prójimo, cualquiera que sea su condición. Es un deseo de amar a todos: «al que
me odia, al que rasga su papel, al muchachito / a la que llora por el que
lloraba» (vv. 5-6). Es un querer universal, «mundial / interhumano y
parroquial» (vv. 24-25) escribe Vallejo, en un ansia de fraternidad absoluta.
La insistente repetición del verbo «querer» a lo largo del poema contribuye a
entender el texto en términos de una purificación universal y personal por la
que Vallejo se solidariza con todo y con todos.
Artículo 1.
Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y,
dotados como están de razón y conciencia, deben
comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Artículo 2
1.- Toda
persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración,
sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política
o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica,
nacimiento o cualquier otra condición.
2. Además, no se
hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional
del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se
trata de un país independiente, como de
un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a
cualquier otra limitación de soberanía.
Concluiremos
diciendo que la poesía de Vallejo es una manera
profundamente personal de establecer una lucha por la solidaridad y la
fraternidad humana. La lucha de Vallejo es con las palabras: las que mejor
expresan el dolor de un hombre noble que lucho por el hombre y su permanente reivindicación, buscando una
defensa de los más inalienables derechos del individuo, mediante el sentimiento
constitucional. Y el operador judicial es uno de los más privilegiados en hacer
cumplir esta misión.
Abog. Lidia Irene Vásquez Ruiz
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