Dame la mano, por favor,
alcánzame la vida.
Alcánzame una gota más de aliento.
Necesito un soplo de alegría,
rellenar un hueco al infinito,
sacudir el polvo que me asfixia.
Que se alejen cartílagos de duelos,
las sombras tristes de un amor muy viejo.
Alcánzame tu mano,
Deja que sea yo la que me aferre,
que hilvane el hilo para cocer la muerte.
La muerte que me salva del delirio
que habita en mis cavernas fría,
sarcófago íntimo y oscuro
con esas profundidades mías,
complicadas,
retorcidas,
cuestionando el por qué de mis fatigas,
Si eres luz de eterna compañía,
Llama sanadora,
prístina,
que me ama sin hacer preguntas,
y no busca encontrarse en la faena
con el sucio fantasma que me habita.
Carmen Amaralis Vega Olivencia
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