Por Eduardo González Viaña
En casa del abogado Ciudad, se celebraba el cumpleaños de una de sus hijas adolescentes. Invitado principal y huésped de la familia, César Vallejo participaba en la fiesta elegantemente vestido y con una rosa blanca en la solapa.
La puerta principal de la casona estaba cerrada para dar la impresión de que sus ocupantes habían salido de viaje.
Sin embargo, una partida de gendarmes llegó hasta ella con la orden de apresar al poeta.
Lo llevaron con las manos esposadas hasta la cárcel pública. De allí, lo condujeron hasta uno de los calabozos a los que los presos llamaban con terror "los infiernos". Un matón, entre esas sombras, lo esperaba para liquidarlo.
Hubo dos muertos esa noche, pero ninguno fue Vallejo. A la mañana siguiente, el poeta seguía imperturbable con su ropa de gala y la rosa blanca en la solapa.
Varios de sus amigos han recordado después que el autor de "Trilce" alternaba siempre un pañuelo con una rosa blanca en la solapa.
Me acuerdo de eso porque Lucia Lorenzini me acaba de enviar la traducción italiana que hace de mi novela "Vallejo en los infiernos". Vamos a presentar el libro en Siena, Roma y Florencia durante el próximo abril, pero antes Amazon.com lo distribuirá en todo el mundo.
Hay muchas rosas blancas en la historia de la prisión del poeta. Su compañero de celda era un pastor evangelista castigado por su fe que estaba prohibida hasta antes de la Constitución de 1920. El buen hombre trabajaba de jardinero en la cárcel, y solía adornar con rosas blancas la pequeña habitación que compartían.
Por su parte, los aterrados campesinos del valle y los trabajadores mineros de Quiruvilca habían sido empujados a la cárcel después de haber visto incendiados sus hogares y asesinados los suyos por el ejército. Ellos no sabían de qué se les acusaba, pero igual que los otros sembraban rosas en el jardín. Los domingos, cuando la gente entraba a comprar artesanías y flores, toda la cárcel resplandecía, con sus hombres y con sus dramas, como una inmensa y adolorida rosa blanca.
La futura presentación de “Vallejo agli inferi” en Italia ha sido calificada de un acontecimiento cultural debido al hecho de que existe un versado conocimiento de la obra de nuestro poeta en ese país. Sin embargo, su vida es poco conocida. Mi obra es una novela biográfica en la que se trata de anudar la misteriosa poética de Vallejo con los referentes de su propia historia personal y política.
En "Vallejo en los infiernos", se demuestra que el poeta fue en realidad un preso político. Las autoridades de entonces, aliadas con los poderosos, intentaban escarmentar a los jóvenes rebeldes que, por entonces, habían insurgido en Trujillo. Un pretexto cualquiera sirvió para iniciar una persecución que duró toda la vida. Sólo así se explica la crueldad con que lo empujaron a un calabozo apenas llegado al penal.
"—Señor Vallejo, creo que usted está equivocado. En este penal, no hay una sala de ablandamiento, ni mucho menos un lugar llamado el Infierno.
Vallejo comenzó a pensar que soñaba.
—Pero entiendo lo que usted ha querido decir. Usted es un caballero educado y no debe repetir esos nombres infames... Donde usted ha estado es en la Sala de Meditación."
_¿Te acuerdas cuando te ofrecí traducir esa novela?_me preguntó en un email Lucía, a quien todos reconocen como la famosa traductora de Jorge Luis Borges.
Lo recuerdo. Fue en su casa de las afueras de Siena entre jardines poblados con matas de rosas blancas.
Eso explica también la dedicatoria de mi libro:
Esta novela comienza en una cárcel, y allí continúa porque Vallejo no fue jamás absuelto.
El evangelio de Mateo llama bienaventurados a quienes como él sufren persecución y prisión por su amor a la justicia. Personaje y autor les dedican este libro. Y también esta rosa blanca.
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