MIENTRAS TE ESPERO SOBRE LA NIEVE DE
LAKE TAHOE* / ABRIL DE 1985
Es el instante más esperado por el lobo (de estas nieves)
que me habita
y por mi boca ansiosa de las magnolias frizadas en tus cabellos.
Es el instante más memorable de la tarde porque
tiene la delicia de los malecones ocultos
y la dimensión de los minutos hechos eternidad.
Es el instante que te espero
con un epigrama de Cardenal ardiendo en los labios
y un aviso luminoso en la mirada
JUBILOSO
porque sé que vendrás a estas aguas sedientas también de ti
porque sé que estás untando con persimmons tus besos
para que hagan más dulces mis palabras.
Es el instante en el que dejo caer todos mis deseos sobre los tuyos
y dejo libre al lobo (de estas nieves) que vive en mí
para vengarme de las horas que se interponen
entre mi cuerpo cubierto de nieve
y el tuyo ansioso de mi boca.
( El lago Tahoe, ubicado entre Nevada y California, aparece en la
película
El Padrino II y en la serie Bonanza. En sus orillas escribí este poema).
SODOMA Y GOMORRA
Antes de Cristo, me embriagué en Sodoma y Gomorra
hasta arrancarme las ropas exteriores e interiores
y danzar entre hombrezuelos que miraban con lujuria
la juventud que reverdecía en mi cuerpo.
Le extraje el zumo al vicio
y copulé con la corrupción en los palacios
como esa pobre gente que acabó en ceniza de los fogones.
Para no ser la excepción de la regla,
fui desleal con mi compañera, quien a su vez me fue infiel
con los que elogiaban sus nalgas excitantes
o las que peinaban su cabellera con los dedos.
Adoré ídolos y cautivé a vírgenes que dejaron de serlo
en las orillas de arcilla del Mar Muerto.
Estuve en los templos que fueron sus prostíbulos de cada día.
Toqué la cítara en ciudades como éstas del siglo veintiuno
donde su hedor a corrupción me trae la memoria
de las últimas noches en Sodoma y Gomorra.
NOCHES CHORRILLANAS
A ellos, a los mozuelos
de los que hicieron pedacitos sus ilusiones
y devoraron en los parques del desamor de Chorrillos,
devolvedles, muchachas,
sus caricias desenfrenadas,
devolvedles sus rosas de plástico
y los helados de fresa
con los que atemperaron su pasión,
devolvedles el cuerpo y el alma
a los que sucumbieron
entre sus muslos de fuego.
Y a mí,
que dejé glorioso sus sábanas emputecidas,
devolvedme los garabatos
que tracé en vuestro pubis celestial.
(Pueden quedarse con el rosario
que nunca fue de mi madre).
Pero devolvedme también las noches chorrillanas
para seguir mintiéndoles bajo la luna,
como cuando les juraba mi amor
con todo mi alma
de desalmado.
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