Por: Carlos
Carrión - Escritor Ecuatoriano
Denomino con este título de Marcel Proust a mi lectura
de la novela del peruano Juan Félix Cortés, “Los olvidados encontrados”, porque
se trata de una narración intrahistórica. Es decir una obra nutrida totalmente
con el material más vivo que compone los recuerdos, y que es historia “más acá
de la historia”. NO la historia que le importa a la ciencia histórica, sino la
historia íntima y quizá anónima que integra los trabajos y los días de las
ciudades y los pueblos, que siempre le ha importado a la novela de todos los
tiempos.
“Los olvidos encontrados” tienen como su espacio
narrativo propio de las ciudades del
norte peruano como Chiclayo, Talara, Piura, etc. y la vida que las habita en
ese pasado nunca muerto que es el presente de la novela. No obstante lo cual,
sus personajes y las múltiples historias que conforman este texto caminan
libremente entre una ciudad y otra e incluso, como las personas y el propio
autor, entre Perú y Ecuador. Otros
personajes, como Velasco Alvarado, por supuesto, abarcan el espacio de la
nación peruana entera.
Leyendo la novela de Juan Félix Cortés he saboreado
páginas del mejor Vargas Llosa de la Casa Verde; porque Juan Félix Cortés es
poseedor de un estilo sobrio, contenido, maduro, a la medida de los hechos y
los personajes. Quiero decir crean una realidad que rivaliza con la realidad
histórica en superioridad de condiciones.
Hay un interlocutor distante, tío Alonso, con el cual
el narrador se comunica, un tanto en la lejanía, y con el que empieza y termina
la narración, aludiendo a una cierta circularidad formal, que diseña notables
novelas contemporáneas como El otoño del Patriarca y Pantaleón y las
visitadoras.
“Los olvidos encontrados” recurre también a una
abrumadora cantidad de informantes (en el sentido de las unidades del análisis
estructural) espacio-temporales, como ciudades, calles, nombres históricos y
fechas, los cuales crean con vitalidad poderosa la ilusión de la realidad que
es condición básica de una novela lograda.
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A este éxito contribuye, sin duda, el hecho de que el
discurso narrativo coloca las categorías narrativas narrativo-descriptivo
dialógicas en un mismo nivel de escritura con sabiduría y naturalidad, recurso
que inventa una luz de “verdad” para cada una de las secuencias narradas. Así que tanto por el lenguaje que
es un hallazgo de madurez y talento
narrativos, como la objetividad con que lo utiliza, esta novela es un trabajo
llamado a perdurar, y anticipa otras
novelas más densas aún.
El narrador es una voz o multitud de voces marcadas
por un signo positivo y progresista, de ata voluntad crítica y de notable
maleabilidad técnica, que le permite narrar lo cotidiano, lo amoroso, lo
costumbrista, lo geográfico, lo histórico y lo político, sin estridencias de
especie alguna.
Por fin, puedo decir que Juan Félix Cortés es un
narrador muy bien dotado, sin embargo, me parece, que la amplitud del tiempo o
espacio de la narración, o sea el tiempo o espacio total de la narración, o sea
el tiempo o espacio total de las historias, es demasiado extenso, un problema
que le impide conceder más intensidad dramática y argumental al texto. Lo digo,
sobre manera, por la hermosa historia de Efigenio y Ana María, cuya belleza me
ha hecho extrañar que a las demás no les hubiera dedicado la continuidad y
densidad estructural que la mano maestra del autor le ha dado a ella.
Juan Félix Cortés Espinosa.
Nació en Sullana (Piura), el 24 de Junio de 1944 y se trasladó a Trujillo, ciudad de sus ancestros en el año 1965, donde reside permanentemente. En la Universidad Nacional de Trujillo, estudió en las Facultades de Letras, Derecho y Ciencias Económicas; asimismo realizó sus estudios de Periodismo y Relaciones Públicas en el prestigioso Instituto Superior “ Manuel E. Uceda”.
1 comentario:
Que buen trabajo el de usted, esta haciendo identidad
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