Es siempre imposible lo que yo adoro,dejo lo sabido por lo que ignoro y amo todo aquello que está lejano...Manuel Magallanes Moure (La Jornada)
En las primeras décadas del siglo XX, Manuel Magallanes Moure se instaló en Santiago, incorporándose a la bullente actividad cultural y liderando muchas de las iniciativas artísticas que marcaron esta época, entre otras, la creación de Los Diez y la Colonia Tolstoyana.
Se definió a sí mismo como un artista y al igual que sus amigos más cercanos -Pedro Prado, Baldomero Lillo y Augusto D’Halmar- fue de la idea de aunar todas las disciplinas del arte “en una alianza espontánea de mutua exaltación”. De este modo, no sólo fue la poesía su única forma de expresión sino que también se dedicó a la crítica, la narrativa, el teatro y la pintura.
Sus primeras incursiones en el medio intelectual fueron como periodista, colaborando como crítico de arte en Las Últimas Noticias y en El Mercurio, donde firmaba con el seudónimo de “M. de Ávila”. Asimismo, dirigió la revista Chile Ilustrado y publicó sus poemas en la revistas Zig Zag y Juventud. En esos años, 1902 a 1904, aparecieron sus primeros libros de versos, Facetas y matices, donde la temática del amor ya estaba presente.
Una vez obtenido el reconocimiento de sus pares, Magallanes Moure se convirtió en un participante activo de la escena cultural chilena. Fue invitado a formar parte del proyecto Selva Lírica, una antología que reunió a los mejores poetas del periodo, y en 1914, fue convocado como jurado para el certamen Los Juegos Florales, donde Gabriela Mistral alcanzó el primer premio por “Los sonetos de la muerte”. El encuentro con Gabriela Mistral fue un episodio muy especial, pues consolidó su correspondencia epistolar iniciada en 1913. En total, fueron un centenar de misivas, remitidas desde Antofagasta, Coquimbo, Los Andes, Talcahuano y Concepción y en las que Gabriela Mistral le confesó abiertamente su amor.
Sus últimos libros publicados fueron ¿Qué es amor? (1914), una compilación de cuentos;La casa junto al mar (1918) y Florilegio, editado en Costa Rica en 1923. Posteriormente, en 1926 su entrañable amigo, Pedro Prado, presentó Sus mejores poemas, una obra recopilatoria de todo su trabajo.
En 1922, encontró en su viaje a Europa un renacimiento interior y como afirmara el crítico Roberto Meza Fuentes, “sus intuiciones se confirmaban, sus ansias se vitalizaban en realidades, sus sueños iban a encarnar nuevos libros, en sutiles realizaciones de arte”. Regresó a Chile después de un año, instalándose nuevamente en su casona de San Bernardo; y así pasó sus últimos días, disfrutando de la tranquilidad y la naturaleza, en compañía de su esposa Amalia y su hija Mireya.
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