César Hildebrandt
Pensaba escribir sobre el tema del indulto a Fujimori desde la perspectiva habitual de esta revista. Es decir, diciendo un NO sencillo a cualquier posibilidad de perdón. Pero creo que ha llegado la hora de matizar. Ese es el dictado intrínseco de esta columna.
En el 2009 fue condenado a 25 años de cárcel por haber sido el autor intelectual de varias muertes horrendas. Y esto que no lo juzgaron por los asesinatos perpetrados por orden suya en contra de senderistas encarcelados (42 en una sola jornada, selecionados previamentedurante una cita del grupo colina).
Sin los delincuentes armados que lo servían, sin la organización asistencialista con que escenificaba su "altruismo social", sin la prensa inmunda que él mismo financiaba, sin el Congreso de piojos que se le arrodillaba, sin la televisión que lo presentaba con ínfulas de estadista, Fujimori es el trémulo pedidor de indultos que es ahora.
Tiene 74 años y, contando con la detención padecida en Chile, ha pasado bajo vigilancia judicial los últimos 8 años de su vida. Y la rabia que lo amarga se le ha convertido en depresión.
La generosidad siempre parece hija de la debilidad. Pero eso es mentira. El generoso siempre es mejor que el otro. Y al elevarse, limpia limpia el escenario. Demuestra que las reglas de la democracia no son las de las gavillas rencorosas.
Fujimori se ha hecho tomar fotos patéticas, ha enviado mensajes desorbitados exigiendo un trato especial, ha mandado a Kenji -el verdadero idiota de la familia- a matonear en los medios y a extorsionar a Humala con la amenaza del suicidio.
Es un hombre que jamás perdonó y que ahora pide perdón. Su "martirologio" popular consiste en una leyenda. Y esa leyenda es que lo condenaron sin pruebas, como si los cadáveres de Barrios Altos y la Cantuta no fueran literales "cuerpos del delito".
Deshecho ese mito, ahora queda el hecho de un anciano que, como todos los septuagenarios, está en riesgo de muerte.
El problema de Fujimori es que solicita un perdon presidencial sin haberse arrepentido de nada. Y la gente que espera el retorno de los Joy Way y los Yoshiyama (con otros nombre pero con el mismo desparpajo y el mismo apetito omnívoro) sigue diciendo que tras las rejas está "el mejor presidente peruano del siglo XX".
No se puede pedir perdón desde esa cumbre de la infamia. Si yo pudiera darle un consejo a Humal le diría esto: dado que el indulto a Fujimori es un asunto político, no sería mala idea que el peticionario firme, antes de una hipotética gracia concedida a su ancianidad, una explícita solicitud de perdón al pueblo peruano por los crímenes cometidos -los económicos, los institucionales, los éticos y los de jurisdicción abiertamente policial- durante su gobierno. Y si no hay pedido de perdón, dado que las razones médicas se han extinguido según las pericias practicadas, que no haya indulto.
Liberar a un mafioso arrogante puede ser el peor de los mensajes. Desencerrar a un arrepentido devorado por sus malestares podría tener mucho de grandeza.
http://www.hildebrandtensustrece.com/index.html
http://www.hildebrandtensustrece.com/index.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario