Teresa Melo Rodríguez, (Santiago de Cuba - 1961), Poeta y editora

30 marzo 2013

Es graduada de Filosofía por la Universidad de La Habana. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), fue directora-editora de la Revista Cúpulas del Instituto Superior de Arte (ISA). Miembro del Consejo de redacción de la Revista SiC de la Editorial Oriente, del Consejo Editorial de El Caimán Barbudo y de La Jiribilla. Actualmente es Directora y Editora de Ediciones Santiago.


Ha trabajado como jurado en numerosos premios, entre los que se encuentran: Loynaz, Revista Revolución y Cultura, Premio de la Ciudad de Santiago, Siete primeras villas, Botti, Premio de La Gaceta de Cuba, Premio Bienal de Literatura, Premio José María Heredia, Premio El Caimán Barbudo, Premio Nacional Nicolás Guillén.

Recibió la Distinción por la Cultura Nacional en el 2002, la Placa Heredia 2003, y el Sello XX Aniversario de la AHS, de la cual es Miembro de Honor. Obtuvo una beca de la UNESCO para el estudio de la poesía escrita por mujeres desde 1959 a la fecha.

Ha publicado los poemarios: Libro de Estefanía (Ediciones Caserón, 1990) El vino del error (Ediciones Unión, 1998) - Premio de la Crítica 1999. Yo no quería ser reina (Ediciones Santiago, 2001). El mundo de Daniela –poesía para niños– (Centro de Ediciones de Málaga, España, 2002; Ediciones Cauce, 2006).Las altas horas (Ed. Letras Cubanas, 2003) - Premio Nacional Nicolás Guillén 2003 y Premio de la Crítica 2004. También ha publicado las plaquettes: Los poemas de Estefanía (Ediciones Vigía, Matanzas, 1988); El tiempo sólo engaña a los suicidas (Ediciones Hoguera Roja, AHS, Santiago de Cuba, 1989); Respirar en la oscuridad (Eds Vigía, 2005).

Antologadora de las siguientes selecciones de poesía: "Mujer adentro", Ed. Oriente, 1999; "Incesante rumor", Islas Canarias, 2002; "Soy el amor, soy el verso. Selección de poesía de amor en lengua española", Ed. Oriente, 2004; "Silvio: te debo esta canción", Eds Santiago, 2005; "Para cantarle a una ciudad. Poemas a Santiago de Cuba", Eds Santiago, 2005; "Estos otros argumentos. Poesía de Nancy Morejón", Eds Santiago, 2005; "Algunas fatigas y fulgores. Poesía de Farruco Sesto", Eds Santiago, 2006.

Su obra ha sido publicada, además, en numerosas antologías poéticas a nivel mundial y en diversos idiomas, en publicaciones seriadas y revistas en internet.

Premios y menciones obtenidas: Premio Jacques Roumain 1987 (Casa del Caribe, Santiago de Cuba). Mención Julián del Casal 1987 (La Habana, UNEAC). Premio Día de la Cultura Cubana 1987. Mención David 1988 (La Habana, UNEAC). Premio de la Crítica 1999 por "El vino del error". Premio-Beca Dador 2000 del Instituto Cubano del Libro por el proyecto de poesía “Las altas horas”. Premio Nacional Nicolás Guillén 2003 y Premio de la Crítica 2004, con el libro "Las altas horas". Premio Integral La Rosa Blanca de la UNEAC 2004. Fuente: Jorge Bousoño, http://alascuba.blogspot.com

El temblor

En la tierra breve que desgrano
flores de cedro / helechos / abedules:
signos de la transformación.

La gacela de ayer
maúlla en mi caricia
en el sitio cálido de las ropas de sal.

Flores de cedro
que no son la mesa olorosa / la silla torneada.

La mariposa que conoce los cielos aneblados
vuelve pez su sueño para amar al pez:
aman los peces transfigurados
a la luz de la vela.

Son éstas las canciones que canto en la oscuridad.

Otros serán los cantos de la luz
en la voz de mi hija.

Ella no conocerá a los hermosos ahogados
sosteniendo la plataforma marina de la isla.

Ella buscará otra explicación
tan cierta como ésta / tan inútil para describir.

Signos de la transformación
agua en canasta es nuestro conocimiento:
escurre por los entresijos de la paja
y vuelve al sitio mineral.

Son las canciones que canto en la oscuridad
para nombrar al hombre
su vanidad espejeando /
sus tres metros de más.

La poesía también nos viste de diosecillos /
totems.

Guardo el poema. Al poeta
lo acuno junto a los hermosos ahogados
para calmar su llanto infantil su soledad sus terrenales miedos.

Casa en la tierra

Sobre la tierra firme construimos refugios
promisorios
creemos en ellos como la salvación:
nadie nos salvará de nuestra vanidad
nuestro peso de hormiga en la casa mudable
nada nos apartará de las paredes provisionales
pegadas a las rocas.

En el antiguo mundo en las montañas de Petra
los hombres cincelaron el sueño rosa de los otros.

En filas sudorosas / aspirando en el polvo
tallaron las catedrales de los dioses de piedra.

Nuestros dioses de arcilla en ciudades insomnes
enredan su confusión en columnas y techos circulares.

Pues toda casa tiembla.

Sobre la tierra firme la única firmeza
proviene de los sueños que echamos hacia el agua
y el agua los devuelve
como lengua que lame los contornos
del cuerpo y los suaviza
y les crea la breve eternidad de las paredes
de los sueños de agua
las palabras.

Geografía del oscuro

Sin bajar el párpado
la geografía / el sentido que implica / se reinventa.

La oscuridad no suaviza los ásperos contornos
de lo que me hace fabrica otras líneas
ni duras ni feroces: otras líneas de las cosas a mí.

En esta realidad, desinventada por las oscuras formas
la geografía cotidiana una vez más escamotea
hurta cosas de la mano
desde el límite finito de la mano y las cosas:
en el doble terreno se afianza lo que no puedo poseer.
Recuerdo algo

¿existe un árbol allí donde no existe nadie para verlo?

Alguna respuesta habría que dar.

Una vez, recorriendo la caverna iluminada
toqué la oscuridad: ¿Existía yo
si no había nadie para verme?

Alguna respuesta habrá en la superficie.

¿Quién me posee si no existe la respuesta?

Compacts

No creo haber sido la única en la Plaza de Armas que hacía sus palabras. Turistas levemente atentos, con las piernas cruzadas hacia lo alto y los pies desnudos, dejan ir las notas de la flauta. La plaza está pensada. Mujeres de Botero en camisas azules barren hacia el recogedor las hojas de laurel que caen despaciosas.

El obrero que pinta unos adoquines de madera recién puestos había recogido un pájaro raro: desconocido para mí. Aquel pájaro trataba de agarrarse con las patas delgadas al borde del vagón de arena. Allí quedó: por momentos no podía saberse si estaba vivo. Hasta que el pájaro movía un poco el cuello y giraba los ojos. Era un detalle terriblemente humano. Y también estaba pensado para turistas. Ellos gesticulaban como si hubieran encontrado la belleza y aprisionaban la belleza en el ojo de sus cámaras de video y una vez logrado el testimonio se iban sin mirar de nuevo al pájaro patético, a buscar algún otro detalle espe-cialmente bello o especialmente humano.

Un obrero retocando la fachada de piedra no desentonaba. Fue pensado también para turistas. Mujeres arrastrando sus vestidos de intención colonial, cestas, cestas con flores de plástico o papel y sonrisas marcadas de una comisura a otra, apretaban en el hueco de la mano, bajo la cesta de flores, billetes arrugados. Una niña con un bolso de nylon sacaba unos jabones, los olía sobre el papel y los pasaba por su cuerpo.

Yo también fui pensada para turistas esta mañana. Intento regresar de mano de los trenes. Soy la escucha mientras tanto. Coches infantiles. Los destinos de un niño. Algún rostro fijo que no refleja las ideas. Y también lo contrario.

Mirada mientras miro. Turista desechable. Esto es común. Pero lo escribo.

Bukowski

No tuve que dejarles mi hermoso cisne
pues no había invierno ni lagos congelados
donde mueren los cisnes.

Y es lo único que no he tenido que dejarles.

Los mismos que arrastraban sus zapatos de polvo
y echaban su distracción sobre los seres vivientes
pidieron para sí todo lo que tenía:
gatos de mirada equidistante
haciendo equilibrios sobre las alambradas
pájaros comunes que anidaron en mis árboles.
Los vi desde el cercado
ya no tenían ese brillo en la mirada
y morían contemplados por las miradas sin brillo
de los que hablaban de la comida y el verano
y uno me miró
para que lo pusiera a morir a salvo en mi corazón
pero fui cobarde y lo dejé allí
como tú les dejaste tu hermoso cisne
y nadie me ha vuelto a mirar con la misma necesidad.

El Alto

Cubierto el rostro con el pasamontañas
me sigue: tengo neutro
y señala el cuero animal de los zapatos.

Bajo el tejido se adivinaba joven.

Es lo más que recuerdo de lo alto de El Alto.

Entonces me dijeron que los indios aymaras
se cuidan de la muerte alejando los árboles.

Vi los cerros reverberar desnudos.

Vi sus tumbas protegidas por rectángulos verdes.

Ajena simetría ponía otros colores entrando unos en otros
y sobre ellos más color en cajas y etiquetas: materia que la tierra no puede masticar.

Niños que balbuceaban sujetos a la madre
hubieran podido tragarse con los ojos
a cada transeúnte que se detenía revolviendo el tejido
pidiendo unos refrescos / escupiendo semillas de manzana.

Aquellos caracoles en la oreja de todos
aislando a la extranjera.

Es lo más que recuerdo de lo alto de El Alto.


(del libro “La sombra protectora”, inédito) **Fuente: Jorge Bousoño González: http://alascuba.blogspot.com









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