REDENCIÓN DE LA PALABRA

14 marzo 2013

Por: Orlando Ordóñez Santos


Cuando las cataratas de agua nítida
caen al lecho mismo de la vida
no sólo la purifica, sino alisa más
su mirada escurridiza entre revoltijos,
desnuda como pocos lo cristalino que es.

Mientras palabra a palabra
con exactitud arquitectónica
y el sentir en el hondo refugio
donde el sustrato carcome
vigorosa, la poesía pulsa el gatillo.

Más, cuando al canto por sus melodías
arrancadas a los altibajos y abismos
tratan de cercarlos hostigándolo,
cuánta necedad cometen, pronunciada
el léxico, el eco musical se eterniza.

He allí la piedra primigenia y angular
de toda obra imponente edificada:
la persecución, la infamia, la injusticia
son simplezas débiles cuando cada vez
retumba la voz exacta y justiciera.

No hay más que heraldos luminosos en el andar
de la humanidad, roturando caminos, nuestros
hermanos, algunos quedaron; más, la claridad
al amanecer redoblando las falanges, siendo puño
las grafías derramarán sus aromas libres.
 
“Pero para las lágrimas de amor,
los luceros son lindos pañuelitos lilas,
naranjas, verdes que empapa al corazón”




César Abraham Vallejo Mendoza.
(Santiago de Chuco, 1892 – París, 1938)

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