ABDELA ROMERO HERBOZO: LA CAMPANA DE LA PAMPA DE GUASO

02 febrero 2012

Contaba mi abuela, y ahora mi madre, que un día de mucha neblina, un poblador ambarino regresaba reuniendo a su ganado, por la zona de Nunumbia. La neblina cada vez más densa le preocupaba, pues es el mejor momento para los ladrones zorros que atrapan a las crías rezagadas o desprevenidas.


Cerca a Nunumbia existe una pampa circular perfecta, obra según dicen de “Los Gentiles”, es decir los pobladores del antiguo Perú. Se cree que el lugar era escenario de ritos y ceremonias. Al borde de la pampa hay un camino, y por allí pasaba nuestro amigo apresurando a sus animales, cuando de pronto, a pesar de la nube que lo envolvía, pudo distinguir un objeto brillante en un extremo de la pampa. Arriesgándose dejo su ganado y se acerco a mirar, cual no seria su sorpresa al descubrir que el objeto era una enorme y pesada campana, cuyo brillo solo podía ser ORO!.

Entusiasmado el campesino se saco su faja y ato la campana a una planta de pushica, cercana. Moverla era imposible, arreando su ganado a prisa caminó un largo trecho hasta llegar a la primera casita, pidió ayuda a un amigo que allí vivía, pues por esos lares todos son amigos y conocidos. Inmediatamente ambos se trasladaron con dos muchachos más hasta la pampa de Guaso, estaban ya cerca cuando escucharon fuertes campanadas, ¡alguien la encontró!, gritó el campesino y empezaron a correr. Cuando llegaron solo un pedazo de faja rota colgaba de la planta, y un largo rastro daba la impresión de que la campana había rodado, pero… el terreno era llano; sorprendidos siguieron el rastro el cual terminaba en la orilla de un barranco que daba al río. El acceso era imposible, así que nunca hicieron por buscarla.

Inexplicablemente, el campesino murió casi un mes después de ocurrido el incidente. La campana se lo llevo, decían los pobladores. Nunca nadie ha vuelto a ver la campana y a nadie mas causo la muerte, pero muchos pobladores afirman haber escuchado las fuertes campanadas, en días nublados.

Si bien algunos se han llevado un buen susto con sus campanadas, no faltan algunos que afirman, que habiéndose extraviado en la niebla se orientaron y hallaron el camino gracias al sonido de la campana, a la cual agradecen con coquita y licor al borde del abismo por donde se dice que cayó.

Mi abuela Juana Pollera García tenia 12 años, cuando un día nublado, al atardecer, sus hermanos mayores la enviaron a recoger a las vacas que estaban a un lado de la pampa de Guaso, se acercaba a la pampa cuando unas campanadas ensordecedoras la asustaron, conocedora de la historia, encontró fuerzas para regresar a todo correr a su chocita. Al llegar para su sorpresa, sus hermanos ya salían a buscarla pues también habían oído las fuertes campanadas.
Mi mama Juana refería con orgullo esta historia, la escuche muchas veces, y ahora escucho con satisfacción como mi madre le relata lo mismo a mi hijo, y de seguro yo algún día a mis nietos…





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