CARRIÓN Y EL PERÚ*
Por Ángel Gavidia Ruiz
Nunca será una repetición y menos una ofensa, como dice el vals criollo, volver una y otra vez a Carrión, como venimos haciéndolo los médicos peruanos desde hace más de un siglo, cada 5 de octubre.
Y no será una repetición porque siempre hallaremos rutas nuevas; paisajes diferentes; datos acaso ya conocidos pero que, al amparo de una nueva lectura, adquieren consistencia de luz para iluminar las trágicas grietas del Perú de ese entonces y también del actual.
Quizá lo único repetitivo en este viaje a las fuentes sea la constatación de los eternos valores humanos; pero, éstos, aunque incomoden, hay que seguir machacona y tercamente repitiéndolos.
Siempre he sentido a Carrión como un hombre íntima y profundamente enraizado al Perú, nación que dolorosamente se viene construyendo desde lejos. Carrión es tanto la peruanidad que tratar de disecar uno de sus actos prescindiendo del contexto es dañar el sentido de sus actos mismos. No se entiende a Carrión sin el Perú. Como se entiende mejor al Perú y, por tanto, menos desesperanzadoramente cuando se le ve a través de Carrión.
Por eso, volver a Carrión es volver a Unanue, a Cayetano Heredia, a la guerra con Chile, al colegio Guadalupe, al tendido de rieles, a la Universidad Mayor de San Marcos, a los obreros, a los valles interandinos, a Cerro de Pasco y sus 4530 metros de altitud y, obviamente, a la enfermedad que lleva su áspero y raspante apellido.
José María Arguedas decía del Perú algo que vale la pena recordar: "No, no hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana; todos los grados de calor y de color, de amor y odio, de urdimbres y sutilezas, de símbolos utilizados e inspiradores. No por gusto, como diría la gente llamada común, se formaron aquí Pachacámac y Pachacútec, Huamán Poma, Cieza y el Inca Garcilazo, Túpac Amaru y Vallejo, Mariátegui y Eguren, la fiesta de Qoyllur Riti y la del Señor de los Milagros; los yungas de la costa y de la sierra; la agricultura a 4000 metros; patos que hablan en lagos de altura donde todos los insectos de Europa se ahogarían; picaflores que llegan hasta el sol para beberle su fuego y llamear sobre las flores del mundo. Imitar desde aquí a alguien resulta escandaloso".
UNA PATOLOGÍA MUY ORIGINAL
Viendo al Perú así, resulta menos sorprendente que en sus cálidas quebradas, junto a la "titira" o Lutzomya verrucarun, la naturaleza haya creado esa voraz y diminuta fiera de 1 a 5 micras de longitud llamada Bartonella bacilliformis, bacteria ora bacilar, ora cocoide, feroz devastadora de la población de hematíes a tal punto de anemizar a un ser humano de un día para otro, sin metáfora; bacteria depresora del sistema inmunológico a tal grado de permitir la invasión de los mismos gérmenes del, digamos, novísimo Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida. Los trabajos del Dr. Ciro Maguiña ya no refieren sólo a la Salmonella como principal infección sobreagregada en la Enfermedad de Carrión si no también a protozoarios como Toxoplasma gondii y hasta Pneumocistis carinii, y a hongos como Histoplasma capsulatum dando lugar a histoplasmosis generalizada. Por su parte, Hinojosa hablaba hace ya varias décadas de embravecidas hordas de Mycobacterium tuberculosis desencadenando severos cuadros de tuberculosis miliar en olvidados pueblos del ande ancashino.
Pero, después de esta tormenta llamada "fase aguda", que incluye un porcentaje importante de pericarditis con derrame que puede llegar al taponamiento cardiaco, viene una extraña calma, "la fase eruptiva", aquella expresada por el brote de verrugas sangrantes que a la anatomía patológica aparecen como proliferaciones angioblásticas e histiocitarias y al microscopio electrónico se pueden encontrar las Bartonellas, tanto en su forma bacilar como cocoide.
Parece imposible -anota López Aldana, un estudioso pos Carrión- que cuadros tan dispares desde el punto de vista de sus síntomas y de su gravedad, fueran producidos por la misma enfermedad.
Patología tan particular, tan sui generis, tenía que tener como territorio el Perú de Arguedas; el mismo Perú que, también, concebiría a Cayetano Heredia.
HEREDIA, EL FORJADOR
Y es que Cayetano Heredia siempre estará unido al recuerdo de Carrión. Fue el gestor del más formidable salto que haya dado la Medicina Peruana en su historia. La enseñanza médica, basada en la repetición de los libros clásicos, abre paso, gracias a la visión y al empuje del médico piurano, a la medicina científica y concreta; es decir, a aquella basada en las comprobaciones objetivas.
Cayetano Heredia funda en 1856 la Facultad de Medicina y, con ella, el predio intelectual en cuyo ámbito gestaría Carrión la epopeya que hoy nos convoca.
Cayetano Heredia es un maestro esencial. Es, por tanto, un hombre rodeado de discípulos a los que eleva, también, a la calidad de maestros, aún a costa de su propio peculio. Llegó a ocupar el más alto cargo en la Facultad de Medicina de San Marcos y terminó como profesor de anatomía del primer año. Basadre dice que murió amargado y en el ostracismo. Yo creo que no. No hay exclusión posible para un maestro. Salvo que Pesce tenga razón cuando dice que "la vivencia de los grandes desaparecidos sólo se da en la posteridad"
LA REALIDAD SIN INTERMEDIARIOS
Carrión es una consecuencia del Perú. Es una respuesta necesaria. Es parte de la retina más lúcida de la nación mirando los propios problemas nacionales. Es, en la crisis de la post-guerra inmediata, el síntoma de que nos salvaríamos. Porque, en las crisis, deformar la realidad o evadirla es la regla. Y acá recuerdo ese poema de Bertolt Brecht que intenta sacudir de las solapas a los hombres con el fin de que sientan sus problemas: "Qué tiempos, éstos -dice el poeta alemán- en los cuales que quién no anda con el ceño fruncido es un imbécil". Carrión no le hace el quite a la realidad. Se acerca a ella honestísimo hasta el tuétano. Y acá me puedo servir de otro médico, muy controversial, es cierto, pero auténtico, el Che Guevara, al que cito en una carta que dirige a su madre: "Muchos me dirán aventurero, y lo soy; sólo que de un tipo diferente, de aquellos que ponen el pellejo para demostrar sus verdades". Pero podría recurrir, también, a Mariátegui: "Mi pensamiento y mi vida constituyen una sola cosa, un único proceso. Y si algún mérito espero y reclamo que me sea reconocido es el de -conforme a un principio de Nietzche- meter toda mi sangre en mis ideas". Como en la "Piedra de los doce ángulos del Cuzco" en cuyo muro no es posible introducir una aguja; así, en el verbo y la conducta de Carrión no hay fisura posible, por mínima que esta fuera.
Qué curioso. Qué aparente coincidencia. Las últimas palabras de Carrión fueron que continuáramos por el camino que el nos había trazado. Vallejo, en "Los nueve monstruos", después de recordarle al ministro de salud que "Jamás la salud fue más mortal y la migraña extrajo tanta frente de la frente" terminó diciendo "¿Qué hacer?/ ¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos, /hay, hermanos, muchísimo qué hacer". Veo una complementariedad perfecta entre las expresiones del médico cerreño y las del poeta santiaguino. Y lo más sorprendente, que, a pesar del tiempo, mantengan una fresca, lozana, dolorosa vigencia.
Quiero terminar por donde comencé. A Carrión no se le puede estudiar sustrayéndole el Perú; porque Carrión es una hermosa y trágica forma de vivir el Perú. Es la vida ofrendada en el intento de sujetar ferozmente el timón de la realidad para cambiarle el rumbo hacia el bien de los hombres. "Aún no he muerto, amigo mío, -le dice a Enrique Izaguirre, alumno del primer año de medicina- ahora les toca a ustedes continuar la obra comenzada siguiendo el camino que les he trazado". El acto o gesto de inocularse la verruga en su propio cuerpo extravasa largamente los linderos de un acto puramente médico o de un experimento pulcramente científico. Toca los límites del mensaje inacabable, del derrotero salvador, del ejemplo de cuánto exige y cómo se responde a un país en crisis.
FINALMENTE ¿UN TEMOR INFUNDADO?
Pero terminemos ya. Y terminemos repitiendo lo que Hugo Pesce le dijera a Carrión en su tumba: "En el inconmensurable silencio de tu tumba está encerrada una voz que, al llegarnos, trae una verdad aterradora: tu vida está en nosotros. Si no te escuchamos, si no te comprendemos, te habremos muerto otra vez y te confinaríamos incesantemente en el gélido sepulcro. Vivirás, en cambio, si vivificamos tus huellas con 'terminar la obra comenzada', según tú dijiste. Tu voz es una admonición: responsabilidad tremenda nos incumbe para ser dignos de ti"
No es, por tanto, una suerte para los médicos peruanos tener un paradigma de tamaña dimensión. Por el contrario es "una verdad aterradora" y "una responsabilidad tremenda".
Tengo temor que, de un tiempo a esta parte, los "cinco de octubre" estén corriendo la misma suerte del día de la madre o el de la navidad. Es decir, se les esté vaciando del enorme contenido espiritual y de serio compromiso que originariamente tenían, para poblarlos con lo trivial, decorativo y postizo de una celebración sin arrepentimientos ni aristas y, por lo tanto, acorde con estos tiempos donde lo comercial y fenicio amenaza con enturbiarlo todo, incluso la entrega y nobleza de una profesión sin concesiones. Si esta sospecha tuviera asidero, entonces ¿para qué seguir? Sólo nos quedaría repetir con Vallejo "¡Y si después de tantas palabras, / no sobrevive la palabra!/ ¡Si después de las alas de los pájaros, / no sobrevive el pájaro parado!/ ¡Más valdría, en verdad, / que se lo coman todo y acabemos!".
Por Ángel Gavidia Ruiz
Nunca será una repetición y menos una ofensa, como dice el vals criollo, volver una y otra vez a Carrión, como venimos haciéndolo los médicos peruanos desde hace más de un siglo, cada 5 de octubre.
Y no será una repetición porque siempre hallaremos rutas nuevas; paisajes diferentes; datos acaso ya conocidos pero que, al amparo de una nueva lectura, adquieren consistencia de luz para iluminar las trágicas grietas del Perú de ese entonces y también del actual.
Quizá lo único repetitivo en este viaje a las fuentes sea la constatación de los eternos valores humanos; pero, éstos, aunque incomoden, hay que seguir machacona y tercamente repitiéndolos.
Siempre he sentido a Carrión como un hombre íntima y profundamente enraizado al Perú, nación que dolorosamente se viene construyendo desde lejos. Carrión es tanto la peruanidad que tratar de disecar uno de sus actos prescindiendo del contexto es dañar el sentido de sus actos mismos. No se entiende a Carrión sin el Perú. Como se entiende mejor al Perú y, por tanto, menos desesperanzadoramente cuando se le ve a través de Carrión.
Por eso, volver a Carrión es volver a Unanue, a Cayetano Heredia, a la guerra con Chile, al colegio Guadalupe, al tendido de rieles, a la Universidad Mayor de San Marcos, a los obreros, a los valles interandinos, a Cerro de Pasco y sus 4530 metros de altitud y, obviamente, a la enfermedad que lleva su áspero y raspante apellido.
José María Arguedas decía del Perú algo que vale la pena recordar: "No, no hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana; todos los grados de calor y de color, de amor y odio, de urdimbres y sutilezas, de símbolos utilizados e inspiradores. No por gusto, como diría la gente llamada común, se formaron aquí Pachacámac y Pachacútec, Huamán Poma, Cieza y el Inca Garcilazo, Túpac Amaru y Vallejo, Mariátegui y Eguren, la fiesta de Qoyllur Riti y la del Señor de los Milagros; los yungas de la costa y de la sierra; la agricultura a 4000 metros; patos que hablan en lagos de altura donde todos los insectos de Europa se ahogarían; picaflores que llegan hasta el sol para beberle su fuego y llamear sobre las flores del mundo. Imitar desde aquí a alguien resulta escandaloso".
UNA PATOLOGÍA MUY ORIGINAL
Viendo al Perú así, resulta menos sorprendente que en sus cálidas quebradas, junto a la "titira" o Lutzomya verrucarun, la naturaleza haya creado esa voraz y diminuta fiera de 1 a 5 micras de longitud llamada Bartonella bacilliformis, bacteria ora bacilar, ora cocoide, feroz devastadora de la población de hematíes a tal punto de anemizar a un ser humano de un día para otro, sin metáfora; bacteria depresora del sistema inmunológico a tal grado de permitir la invasión de los mismos gérmenes del, digamos, novísimo Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida. Los trabajos del Dr. Ciro Maguiña ya no refieren sólo a la Salmonella como principal infección sobreagregada en la Enfermedad de Carrión si no también a protozoarios como Toxoplasma gondii y hasta Pneumocistis carinii, y a hongos como Histoplasma capsulatum dando lugar a histoplasmosis generalizada. Por su parte, Hinojosa hablaba hace ya varias décadas de embravecidas hordas de Mycobacterium tuberculosis desencadenando severos cuadros de tuberculosis miliar en olvidados pueblos del ande ancashino.
Pero, después de esta tormenta llamada "fase aguda", que incluye un porcentaje importante de pericarditis con derrame que puede llegar al taponamiento cardiaco, viene una extraña calma, "la fase eruptiva", aquella expresada por el brote de verrugas sangrantes que a la anatomía patológica aparecen como proliferaciones angioblásticas e histiocitarias y al microscopio electrónico se pueden encontrar las Bartonellas, tanto en su forma bacilar como cocoide.
Parece imposible -anota López Aldana, un estudioso pos Carrión- que cuadros tan dispares desde el punto de vista de sus síntomas y de su gravedad, fueran producidos por la misma enfermedad.
Patología tan particular, tan sui generis, tenía que tener como territorio el Perú de Arguedas; el mismo Perú que, también, concebiría a Cayetano Heredia.
HEREDIA, EL FORJADOR
Y es que Cayetano Heredia siempre estará unido al recuerdo de Carrión. Fue el gestor del más formidable salto que haya dado la Medicina Peruana en su historia. La enseñanza médica, basada en la repetición de los libros clásicos, abre paso, gracias a la visión y al empuje del médico piurano, a la medicina científica y concreta; es decir, a aquella basada en las comprobaciones objetivas.
Cayetano Heredia funda en 1856 la Facultad de Medicina y, con ella, el predio intelectual en cuyo ámbito gestaría Carrión la epopeya que hoy nos convoca.
Cayetano Heredia es un maestro esencial. Es, por tanto, un hombre rodeado de discípulos a los que eleva, también, a la calidad de maestros, aún a costa de su propio peculio. Llegó a ocupar el más alto cargo en la Facultad de Medicina de San Marcos y terminó como profesor de anatomía del primer año. Basadre dice que murió amargado y en el ostracismo. Yo creo que no. No hay exclusión posible para un maestro. Salvo que Pesce tenga razón cuando dice que "la vivencia de los grandes desaparecidos sólo se da en la posteridad"
LA REALIDAD SIN INTERMEDIARIOS
Carrión es una consecuencia del Perú. Es una respuesta necesaria. Es parte de la retina más lúcida de la nación mirando los propios problemas nacionales. Es, en la crisis de la post-guerra inmediata, el síntoma de que nos salvaríamos. Porque, en las crisis, deformar la realidad o evadirla es la regla. Y acá recuerdo ese poema de Bertolt Brecht que intenta sacudir de las solapas a los hombres con el fin de que sientan sus problemas: "Qué tiempos, éstos -dice el poeta alemán- en los cuales que quién no anda con el ceño fruncido es un imbécil". Carrión no le hace el quite a la realidad. Se acerca a ella honestísimo hasta el tuétano. Y acá me puedo servir de otro médico, muy controversial, es cierto, pero auténtico, el Che Guevara, al que cito en una carta que dirige a su madre: "Muchos me dirán aventurero, y lo soy; sólo que de un tipo diferente, de aquellos que ponen el pellejo para demostrar sus verdades". Pero podría recurrir, también, a Mariátegui: "Mi pensamiento y mi vida constituyen una sola cosa, un único proceso. Y si algún mérito espero y reclamo que me sea reconocido es el de -conforme a un principio de Nietzche- meter toda mi sangre en mis ideas". Como en la "Piedra de los doce ángulos del Cuzco" en cuyo muro no es posible introducir una aguja; así, en el verbo y la conducta de Carrión no hay fisura posible, por mínima que esta fuera.
Qué curioso. Qué aparente coincidencia. Las últimas palabras de Carrión fueron que continuáramos por el camino que el nos había trazado. Vallejo, en "Los nueve monstruos", después de recordarle al ministro de salud que "Jamás la salud fue más mortal y la migraña extrajo tanta frente de la frente" terminó diciendo "¿Qué hacer?/ ¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos, /hay, hermanos, muchísimo qué hacer". Veo una complementariedad perfecta entre las expresiones del médico cerreño y las del poeta santiaguino. Y lo más sorprendente, que, a pesar del tiempo, mantengan una fresca, lozana, dolorosa vigencia.
Quiero terminar por donde comencé. A Carrión no se le puede estudiar sustrayéndole el Perú; porque Carrión es una hermosa y trágica forma de vivir el Perú. Es la vida ofrendada en el intento de sujetar ferozmente el timón de la realidad para cambiarle el rumbo hacia el bien de los hombres. "Aún no he muerto, amigo mío, -le dice a Enrique Izaguirre, alumno del primer año de medicina- ahora les toca a ustedes continuar la obra comenzada siguiendo el camino que les he trazado". El acto o gesto de inocularse la verruga en su propio cuerpo extravasa largamente los linderos de un acto puramente médico o de un experimento pulcramente científico. Toca los límites del mensaje inacabable, del derrotero salvador, del ejemplo de cuánto exige y cómo se responde a un país en crisis.
FINALMENTE ¿UN TEMOR INFUNDADO?
Pero terminemos ya. Y terminemos repitiendo lo que Hugo Pesce le dijera a Carrión en su tumba: "En el inconmensurable silencio de tu tumba está encerrada una voz que, al llegarnos, trae una verdad aterradora: tu vida está en nosotros. Si no te escuchamos, si no te comprendemos, te habremos muerto otra vez y te confinaríamos incesantemente en el gélido sepulcro. Vivirás, en cambio, si vivificamos tus huellas con 'terminar la obra comenzada', según tú dijiste. Tu voz es una admonición: responsabilidad tremenda nos incumbe para ser dignos de ti"
No es, por tanto, una suerte para los médicos peruanos tener un paradigma de tamaña dimensión. Por el contrario es "una verdad aterradora" y "una responsabilidad tremenda".
Tengo temor que, de un tiempo a esta parte, los "cinco de octubre" estén corriendo la misma suerte del día de la madre o el de la navidad. Es decir, se les esté vaciando del enorme contenido espiritual y de serio compromiso que originariamente tenían, para poblarlos con lo trivial, decorativo y postizo de una celebración sin arrepentimientos ni aristas y, por lo tanto, acorde con estos tiempos donde lo comercial y fenicio amenaza con enturbiarlo todo, incluso la entrega y nobleza de una profesión sin concesiones. Si esta sospecha tuviera asidero, entonces ¿para qué seguir? Sólo nos quedaría repetir con Vallejo "¡Y si después de tantas palabras, / no sobrevive la palabra!/ ¡Si después de las alas de los pájaros, / no sobrevive el pájaro parado!/ ¡Más valdría, en verdad, / que se lo coman todo y acabemos!".
Saludo a todos los Médicos del Perú por el día de la medicina, en forma especial a mi hijo Dr. Boris Solórzano Ariza, a los poetas Ángel Gavidia, Ana Maria Intilli, Ezequiel Castillo, y a todos los Médicos que llevan en el alma el Bisturi y en el corazón la pluma de Cervantes.
05 de Octubre Feliz Día Médico Peruano.
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