Como una fiebre propia que hace evocar el descalificativos de los comics de la subliteratura de los 70-90, los libros de autoayuda no solamente se han convertido en el “menú literario” de las curriculas oficiales entre nuestros estudiantes de educación secundaria a falta de una diversificada y consilidad propuesta de literatura regional.
Así podemos encontrar títulos y autores como “Tus zonas erróneas” de Wayne W. Dyer, “En 10 segundos tu vida puede cambiar” de Gay Hendricks, “Quien se ha llevado mi queso” de Spencer Johnson, M.D., “Juan Salvador Gaviota hasta Un hijo no puede morir”, de Susana Roccatagliata, “Me llaman Sara Tomate” de Jean Uré, “La culpa es de la vaca” de Jaime Lopera Gutiérrez y Martha Inés Bernal Trujillo y los libros del mexicano Carlos Cuauhtémoc Sánchez como “Los fantasmas del espejo”, “Juventud en éxtasis”, “La última oportunidad”, “Contraveneno”, “Dirigentes del Mundo futuro”, “El misterio de Gaia”, “La fuerza de Sheccid”, “Los ojos de mi princesa”, “Sangre de Campeón”, “Volar sobre el pantano”, “Un grito desesperado: novela de superación para padres e hijos”, etc. Se ha convertido en verdaderos best seller y los referentes obligados de lectura entre los jóvenes y hasta podríamos decir objetivamente con gran acogida del público juvenil.
El problema parte que dentro de la propuesta curricular de literatura regional todavía seguimos desde hace unos 25 años, por lo menos aquí en la región Lambayeque, con seis autores regionales como Alfredo José Delgado Bravo, Nicanor de la Fuente Sifuentes NIXA, Andrés Díaz Núñez, Mario Puga Imaña, Carlos Camino Calderón y Mario Florián Díaz, que con toda honestidad intelectual merecidamente, pero una lista incompleta y con escasa bibliografía, pues el docente trabaja sólo con opúsculos o muestras ya archiconocidas que da la impresión que es lo único que han escrito nuestros autores.
Otro aspecto es que dentro del magisterio, especialmente los docentes de Lengua y Literatura, una tendencia facilista y remolona de la no investigación por el acervo cultural literario de su entorno (al profesor o profesora le interesa únicamente que le den el paquete temático y la misma lista de autores que ya lo sabe de memoria y programación curricular que lo único que varía de año en año es la actualización de fechas y a enseñar lo mismo, más fácil y mejor). Este aspecto, se encuentra acreditado en las justificaciones que no existe material bibliográfico sobre literatura regional y por lo tanto ese “vacío” es llenado con libros de autoayuda.
Otro elemento que explica el fenómeno mediático de los libros de autoayuda es que por ser libros de best seller –y dígase de paso archipirateados en más de un 90%- no solamente se encuentran en las escasas librerías formales, sino fundamentalmente en los quioscos de periódicos y revistas y en los libreros suelo, cuyos textos nuevos son vendidos a precio de segunda y remate y pueden ser fácilmente adquiridos entre S/ 2.00 a S/ 4.00. Situación que no ocurre con los libros de literatura regional, que no solamente son escasos, sino que los existentes son recortes folletinescos y tenencia de especialistas.
Otro elemento que abona a favor de este boom editorial y temático de este inclasificable género literario de manera tradicional, es el gusto y el objetivo concreto y eficaz de lectoría. Hasta a los jóvenes les parece maravilloso y atrapante las historias que son fácilmente digeribles por su lenguaje sencillo, su intencionalidad de contar historias fáciles y cuya temática juvenil tocar en la fibra de estos adolescentes que están buscando en la literatura una identificación con sus problemas cotidianos, la resolución de sus emociones, la asertividad hacia el progreso y superación, la empatía con los personajes y una manera distinta de que la literatura cumpla un rol de ayudar a sus demonios emotivos y sus propia crisis existencial de esta maravillosa etapa. Casi podríamos decir que es una literatura clínica de esos lectores enfermos de motivación hacia la literatura clásica que puede ser un tanto aburrida y ser no necesariamente de su predilección sino fruto de una imposición desde los especialistas, desde arriba, -el típico criterio de unos recetarios que se arman para hacer el bien a los demás, pero que saben a chicoria- pero no desde el gusto de los jóvenes.
Como lector amante de los comics desde la década de los 70-90, que en su época fueron satanizados y minimizado a subliteratura, considero que no se puede satanizar este tipo de lectura, porque al fin y al cabo, es el último reducto de los lectores de autores literarios no clásicos y denominados propiamente literarios, en una crisis de lectores terrible. Sin embargo, es necesario entender que puede ser el punto de partida para no perder el gusto ni a los lectores de algo. Se hace necesario entender que en este proceso juega un papel capital los docentes y el propio entorno de escritores locales de tener más presencia en las instituciones educativas y generar mayores motivaciones. Jamás la lectura de un clásico como “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez, “El mundo es ancho y ajeno” de Ciro Alegría, “Pedro Páramo” de Juan Rulfo, “Los ríos profundos” de José María Arguedas, “La casa verde” de Mario Vargas Llosa, “El retrato de Dorian Gray” de Oscar Wilde, “Juntacadáveres” de Juan Carlos Onetti, “El túnel” de Ernesto Sábato, “Ficciones” de Jorge Luis Borges o de nuestros locales “El daño” de Mario Camino Calderón, tendrán un parangón estético con los libritos de autoayuda. En la literatura propiamente dicha es el lenguaje tropológicamente literario el rey absoluto de la esteticidad y lo que produce éxtasis de deleite y admiración por el autor y la obra y se genera un espasmos de valoración capaz de elevar el espíritu del lector por encima de ripios o de una lectura facilista y endeble de argumentos y manejo del lenguaje, gustos propios de la gente que no ama los retos intelectuales.
Así podemos encontrar títulos y autores como “Tus zonas erróneas” de Wayne W. Dyer, “En 10 segundos tu vida puede cambiar” de Gay Hendricks, “Quien se ha llevado mi queso” de Spencer Johnson, M.D., “Juan Salvador Gaviota hasta Un hijo no puede morir”, de Susana Roccatagliata, “Me llaman Sara Tomate” de Jean Uré, “La culpa es de la vaca” de Jaime Lopera Gutiérrez y Martha Inés Bernal Trujillo y los libros del mexicano Carlos Cuauhtémoc Sánchez como “Los fantasmas del espejo”, “Juventud en éxtasis”, “La última oportunidad”, “Contraveneno”, “Dirigentes del Mundo futuro”, “El misterio de Gaia”, “La fuerza de Sheccid”, “Los ojos de mi princesa”, “Sangre de Campeón”, “Volar sobre el pantano”, “Un grito desesperado: novela de superación para padres e hijos”, etc. Se ha convertido en verdaderos best seller y los referentes obligados de lectura entre los jóvenes y hasta podríamos decir objetivamente con gran acogida del público juvenil.
El problema parte que dentro de la propuesta curricular de literatura regional todavía seguimos desde hace unos 25 años, por lo menos aquí en la región Lambayeque, con seis autores regionales como Alfredo José Delgado Bravo, Nicanor de la Fuente Sifuentes NIXA, Andrés Díaz Núñez, Mario Puga Imaña, Carlos Camino Calderón y Mario Florián Díaz, que con toda honestidad intelectual merecidamente, pero una lista incompleta y con escasa bibliografía, pues el docente trabaja sólo con opúsculos o muestras ya archiconocidas que da la impresión que es lo único que han escrito nuestros autores.
Otro aspecto es que dentro del magisterio, especialmente los docentes de Lengua y Literatura, una tendencia facilista y remolona de la no investigación por el acervo cultural literario de su entorno (al profesor o profesora le interesa únicamente que le den el paquete temático y la misma lista de autores que ya lo sabe de memoria y programación curricular que lo único que varía de año en año es la actualización de fechas y a enseñar lo mismo, más fácil y mejor). Este aspecto, se encuentra acreditado en las justificaciones que no existe material bibliográfico sobre literatura regional y por lo tanto ese “vacío” es llenado con libros de autoayuda.
Otro elemento que explica el fenómeno mediático de los libros de autoayuda es que por ser libros de best seller –y dígase de paso archipirateados en más de un 90%- no solamente se encuentran en las escasas librerías formales, sino fundamentalmente en los quioscos de periódicos y revistas y en los libreros suelo, cuyos textos nuevos son vendidos a precio de segunda y remate y pueden ser fácilmente adquiridos entre S/ 2.00 a S/ 4.00. Situación que no ocurre con los libros de literatura regional, que no solamente son escasos, sino que los existentes son recortes folletinescos y tenencia de especialistas.
Otro elemento que abona a favor de este boom editorial y temático de este inclasificable género literario de manera tradicional, es el gusto y el objetivo concreto y eficaz de lectoría. Hasta a los jóvenes les parece maravilloso y atrapante las historias que son fácilmente digeribles por su lenguaje sencillo, su intencionalidad de contar historias fáciles y cuya temática juvenil tocar en la fibra de estos adolescentes que están buscando en la literatura una identificación con sus problemas cotidianos, la resolución de sus emociones, la asertividad hacia el progreso y superación, la empatía con los personajes y una manera distinta de que la literatura cumpla un rol de ayudar a sus demonios emotivos y sus propia crisis existencial de esta maravillosa etapa. Casi podríamos decir que es una literatura clínica de esos lectores enfermos de motivación hacia la literatura clásica que puede ser un tanto aburrida y ser no necesariamente de su predilección sino fruto de una imposición desde los especialistas, desde arriba, -el típico criterio de unos recetarios que se arman para hacer el bien a los demás, pero que saben a chicoria- pero no desde el gusto de los jóvenes.
Como lector amante de los comics desde la década de los 70-90, que en su época fueron satanizados y minimizado a subliteratura, considero que no se puede satanizar este tipo de lectura, porque al fin y al cabo, es el último reducto de los lectores de autores literarios no clásicos y denominados propiamente literarios, en una crisis de lectores terrible. Sin embargo, es necesario entender que puede ser el punto de partida para no perder el gusto ni a los lectores de algo. Se hace necesario entender que en este proceso juega un papel capital los docentes y el propio entorno de escritores locales de tener más presencia en las instituciones educativas y generar mayores motivaciones. Jamás la lectura de un clásico como “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez, “El mundo es ancho y ajeno” de Ciro Alegría, “Pedro Páramo” de Juan Rulfo, “Los ríos profundos” de José María Arguedas, “La casa verde” de Mario Vargas Llosa, “El retrato de Dorian Gray” de Oscar Wilde, “Juntacadáveres” de Juan Carlos Onetti, “El túnel” de Ernesto Sábato, “Ficciones” de Jorge Luis Borges o de nuestros locales “El daño” de Mario Camino Calderón, tendrán un parangón estético con los libritos de autoayuda. En la literatura propiamente dicha es el lenguaje tropológicamente literario el rey absoluto de la esteticidad y lo que produce éxtasis de deleite y admiración por el autor y la obra y se genera un espasmos de valoración capaz de elevar el espíritu del lector por encima de ripios o de una lectura facilista y endeble de argumentos y manejo del lenguaje, gustos propios de la gente que no ama los retos intelectuales.
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