Cota fue una niña vivaz y reflexiva. Durante su infancia vivió en Huacho, donde asistió a un colegio regido por monjas, pero siempre prefirió los paseos a caballo y los baños de mar. En ese entonces, su casa albergaba una cantidad fabulosa de animales criados por el padre –llamas, perros, loros y monos– y plantas exóticas cuidadas con esmero por su madre.
Su temprano acercamiento a las artes
Su cercanía con la naturaleza exagerada y llena de vida la llevó, antes de cumplir los ocho años, a formular una pregunta que anunciaba su vocación: Papá, ¿los árboles se pintan hojita por hojita? De inmediato, don Armando contrató a una profesora de pintura, aunque la niña se decepcionaría cuando la maestra le exigió decorar almohadones. Por la misma época, Cota recibía clases de piano y ocupaba sus ratos libres leyendo y paseando por la campiña huachana con su padre, un agente de aduana que encargaba para la niña todo tipo de juguetes fantásticos. Poco tiempo después, Cota cambiaría de pasatiempos, dedicándose a escribir comedias que representaba con sus dos hermanas mellizas, Luz y Elena, en fiestas y veladas.
A los trece años inició la redacción de un diario personal que continuó escribiendo a lo largo de toda su vida. En 1923 fue invitada por unos tíos a pasar una temporada en el balneario de Ancón. Aquel verano, Cota y su primo Nicolás Accame Wallstein descubrieron una profunda afinidad, y a pesar de que este amor dejó una profunda huella en los dos adolescentes, él debió partir a Italia para seguir estudios universitarios. Iniciaron, entonces, una intensa relación epistolar que se interrumpió con la trágica enfermedad y posterior muerte del muchacho, en 1924.
Un matrimonio feliz
En el año 1926, y ya con una vocación claramente orientada hacia las artes, Cota ingresó a la Escuela de Bellas Artes de Lima y la familia se afincó en el distrito de Barranco. Bajo la dirección de ilustres maestros como Daniel Hernández y José Sabogal, egresó de la escuela en 1933 con las mejores calificaciones. Apenas un año después se casaría con Estuardo Núñez Hague, un joven y talentoso historiador y crítico literario al que conoció en Barranco. Durante su viaje de luna de miel por Arequipa, Puno y Cusco, Cota pintó incansablemente mujeres y paisajes serranos, reafirmando su adhesión a la escuela indigenista liderada por Sabogal. Durante los siguientes años expuso en la Galería de Lima, en la academia Brandes, en la galería Pancho Fierro y en el Instituto Iberoamericano de Berlín.
Con la llegada de su primer hijo, en 1935, Cota desarrolló nuevas inquietudes y amplió el campo de su creación artística. En esa época empezó a componer canciones infantiles y a escribir cuentos para sus hijos. En 1943 ganó el premio internacional Farrar & Reinehart con la novela Rutsí, El Pequeño Alucinado, bellamente ilustrada por ella misma.
Desde entonces, la vida de Cota se multiplicó entre el cuidado de los hijos, la pintura, la literatura y la música. Cada mañana, después de atender a siete hijos y enviarlos a la escuela, se dedicaba a pintar. Con el tiempo sus obras tomaron distancia del indigenismo y se inspiraron en lo onírico, con matices surreales y expresionistas. La producción de su fantástica y mágica obra narrativa ocupó también muchas de sus mañanas. Las canciones que durante las tardes componía en el piano fueron ilustradas por ella en cancioneros pintados a la acuarela. Sus hijos, nietos y bisnietos las tocan y cantan en Nochebuena, y varias de ellas han pasado a integrar el acervo popular del Perú y Chile: La flor de la Cantuta, El negro Pancho, La noche de San Juan, Las vocales, El trencito colorado, Barabán, La gallinita, Una niña linda, entre otras bellas piezas musicales.
Durante los años cincuenta Cota Carvallo logró el premio nacional de pintura Ignacio Merino y el de literatura José María Eguren, así como diversas otras distinciones por sus obras de teatro, entre las que destacan La tacita de plata, Florisel, El monigote de papel y Oshta y el duende. En los sesenta recibió, en España, el premio Doncel. Cota publicó en vida más de diez libros, pero gran parte de ellos se encuentra ya agotada y otra parte de su obra permanecía todavía inédita.
Un adiós temprano
Algunos días después de su muerte, en marzo de 1980, leímos su diario. Lo había cerrado un mes antes. Si me muero, lo único que quiero es no darme cuenta. Creo que el fin ya se acerca, escribió premonitoriamente. Murió mientras dormía después de una intervención quirúrgica. Tenía setenta años.
No llegó a conocer a todos sus nietos y a ninguno de sus bisnietos, pero quienes la recuerdan hablan de su mirada afable y de su don maravilloso para conversar y reír, de su humor sutil, de su intuitiva inteligencia y enorme generosidad, de su amor por el Perú y por los animales y las plantas. Su casa de Barranco, con la elegancia descuidada de los auténticos artistas, está llena de sus obras y de su impronta imborrable.
26-06-1909 - 29-03-1980
vendrá a nuestra casa,
antes que en los campos
se dore el maíz,
antes que perfume
las huertas del mango
y cante en las tapias
el tuctupillín.
Y olerá su carne
como la magnolia
y será morena
como el capulí
y tendrá los ojos
como la vicuña
y el cuerpo tan fino
como el colibrí…
¡Ay la cuidaremos
a la niña linda
hasta de la brisa
que la pueda herir!
Haremos la cuna
cogiendo en el campo
plumas de las aves
flores del jazmín.
3 comentarios:
Buen post, Julio, un placer estar aqui.
Un beso.
Hola me gustaría tener la letra de la obra "La tacita de plata"
Muchas gracias.
tendra alguien unos parrafos del cuento pajaro niño? y si los pudieran publicar, gracias
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