Como un pájaro extraño ( y sin intención de aludir a la sugerente imagen de la carátula) ha llegado a mis manos un libro físicamente pequeño pero de contenido insondable, allí, en el predio de la literatura. Su autor es Paúl Orlando Vera Basilio, su título Estaciones del infierno, y forma parte de los libros que publica el Fondo Editorial Huamachuco con auspicio de la Municipalidad de la provincia Sánchez Carrión.
Es, como digo, un libro breve, de apenas, cinco pequeñas historias en la parte destinada a la narrativa y cinco textos en el segmento ocupado por la poesía.
Cuando uno, desprevenido como yo, osa entrar en la lectura de los cuentos, el fango de un dolor pegajoso sujeta los cascos de la cabalgadura peligrosamente. Son historias peruanas del Perú (perdonen la tristeza, como diría Vallejo) , heridas que no han cicatrizado un ápice , producto de la guerra interna, de la autoridad abusiva, del terrorista irracional y, también, de la vida sin esas lacras pero intrinsecamente dura. Son historias campesinas. Claro que uno halla un sabor a Rulfo, en especial el de Pedro Páramo, también aquí hay muertos que no saben que han muerto y que conversan, y de Ciro Alegría, en especial en la retoma del habla campesina tal cual es. Pero estas magníficas influencias no avasallan al estilo de este narrador que emerge nítido y poderoso.
En el espacio de la poesía prefiero transcribir tres de su pequeños (grandes) poemas , con algún parentesco de sangre con los mejores haikus:
(1)
Los gorriones se dejaban morir
para que los recoja tu mirada.
(2)
En tu moño
va atado mi corazón.
(3)
Solo y sin cobijo,
bajo esta lluvia
torrencial
que es tu nombre.
Una reflexión final: Pura casualidad ha hecho que llegara a este bello libro, una prueba más (como si hiciera falta) que lo trascendente camina ninguneado por una papelería y bullaranga insustancial y por desgracia victoriosa.
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