Délano Analiza la Narrativa de Cortázar y Recuerda sus Encuentros‏

05 enero 2014

Poli Délano Analiza la Narrativa de Cortázar y Recuerda sus Encuentros


Barco de papel. Estimados lectores: queremos compartir con ustedes la conversación que mantuvimos con el escritor chileno Poli Délano en nuestro programa Barco de Papel. En la ocasión, nuestro interlocutor se refiere a la influencia que ejerció sobre su propio trabajo el autor de Rayuela e Historia de Cronopios y de Famas, haciendo, además, un recuento de anécdotas que retratan al notable intelectual argentino.
¿Cómo llega a tus manos, por primera vez, un libro de Cortázar?
Fue en una revista chilena, no me acuerdo como se llamaba, fue una de esas revistas literarias que tienen poca vida, salen dos o tres números y después se acaban, no hay cómo seguir manteniéndolas… pero en esa revista, estoy hablando de los años ’60, salió un cuento que me llamó mucho la atención, se llamaba Autopista del Sur. Ese cuento me fascinó, sentí que ahí había algo nuevo, que proponía exploraciones dentro de la narrativa y a raíz de eso creo que busqué al escritor Julio Cortázar y, bueno, llegué naturalmente a Rayuela, que me fascinó bastante; la leí en el orden que él propone. Es una novela vanguardista, de alguna manera, rupturista, pero que tiene, de todas maneras, grandes elementos novelescos, la historia de la Maga, por ejemplo, la historia de Oliveira Salazar en los rulemanes, en Buenos Aires… hay trozos de novela que son absolutamente inolvidables, si bien hay cosas intelectuales y ensayitos metidos que a uno se le olvidan con el tiempo. Bueno,después de Rayuela, intenté leer otra novela de él que es como la consecución de uno de los capítulos de Rayuela, 62 Modelo para Armar; no me la pude, la encontré latera, no la terminé de leer y me fui dando cuenta de que, de alguna forma, Cortázar era más un cuentista que un novelista. Los cuentos sí me encantaron siempre; me debo haber leído todos los que cayeron en mis manos, que deben ser, tal vez, todos los que publicó.
Un ensayo muy interesante sobre el cuento tiene también Cortázar…

El cuento gana por K.O., muy interesante…
… Que plantea la diferencia con la novela desde el punto de vista de la intensidad de la apuesta narrativa…
La novela puede ganar por puntos, dice, y el cuento tiene que ganar por K.O.; son términos del pugilismo…
A él le gustaba mucho el boxeo y a ti también.
Sí, yo incluso boxeé un poco de adolescente, de manera amateur, pero me gustaba el boxeo…
Y también por necesidad en alguna esquina, ¿o no?
No, no, eso ya no era boxeo, eso era mano limpia (risas).
La pelea aparece como un elemento importante de la obra de Cortázar que, además, es muy diversa. Tú eres un narrador y probablemente también has advertido las otras facetas del trabajo creativo de Cortázar.

Claro. Te voy a contar que yo hace bastantes años, cuando llegué a Chile desde mi exilio en México, edité un libro sobre cuentos de boxeo, una antología universal, aparecía Hemingway, Jack London, Conan Doyle, y se llamó Campeones del Cuadrilátero. También aparecían escritores latinoamericanos y chilenos, como Lafourcade, Fernando Jerez, Ramón Díaz-Eterovic y yo mismo. Había un cuento que puse de Cortázar y fue fatal que lo incluyera, porque había muerto y la Fundación Cortázar, que tenía los derechos a su cargo, hizo una gestión que no resultó con el editor del libro y exigió que se retirara, así que hubo que sacarlo de circulación por tener el cuento sin la autorización debida… creo que se llamaba El Torito.

Había ocurrido poco antes la muerte de Cortázar. 
Exacto, y me acuerdo que antes de venirme yo de México, los amigos escritores de Cortázar, desde Nicaragua, quisieron rendirle un homenaje en vida y propusieron un libro que se tenía que llamar, me parece, Queremos tanto a Julio, por un cuento de Cortázar que se llama Queremos tanto a Glenda. Entonces ahí le pidieron a diversos autores que escribieran algo sobre Cortázar. Uno de los autores fui yo y, bueno, escribí cómo había conocido a Cortázar, las veces que estuve con él, un poco cómo era su humor, su carácter y ese libro, desgraciadamente, no fue un homenaje en vida, porque se murió antes. 
Y tú conociste personalmente a Cortázar para la asunción de Allende…

Ahí lo conocí. Yo era miembro del directorio de la Sociedad de Escritores de Chile en ese tiempo. Iba a hacer un número de una revista de la SECH en que en la portada iba a aparecer Cortázar dándole la mano a Salvador Allende, salían juntos en una foto, y se había metido una rubia entremedio; entonces a la rubia la sacamos de ahí en la imagen para que salieran Cortázar y Allende solos, pero eso quedó en la maqueta, nunca se publicó…
Parece que por problemas de recursos, ¿no?
Yo no recuerdo, pero seguramente por problemas de recursos. Pero en esa ocasión yo conocí a Cortázar cerca del edificio de la UNCTAD y caminamos por la Alameda conversando, y él después, en una entrevista, recordó eso de una manera muy rara, que no era así, lo que me sorprende mucho… dijo que íbamos caminando y que yo iba con una bicicleta al lado, cosa que no puede ser, porque yo no usaba, no sé si se confundiría o tendría una imaginación un poco desbordante, pero él me describía como llevando una bicicleta mientras caminábamos. Aquí lo conocí yo, y era muy simpático, una persona muy agradable, muy tierna, muy cálida. Yo viví unos años en la ciudad de Cuernavaca, en México, y en alguna ocasión Cortázar estaba alojando cerca, en una hacienda-hotel, entonces yo lo llamé para invitarlo a que se fuera a comer una tarde a mi casa, qué sé yo, tenía unos amigos ahí  y él me dijo que bueno, pero después me llamó y me señaló que tenía un poco de susto, porque llovía y en Cuernavaca la lluvia es catarata, es un poco aterrante para alguien que no es de ahí. Entonces me llamó para revertir la invitación, y partí en auto. Estábamos como en el momento del aperitivo de esta hacienda-hotel y pedimos dos Cuba Libre, y llegó la mesera con vasos de papel, en un lugar de categoría. Entonces Cortázar, con su acento francés, le dijo: señorita, ¿no nos podría traer vasos? Y la muchacha se desconcertó, porque para ella ésos eran vasos; miró los vasos y le preguntó: ¿cómo vasos? Vasos, dijo Cortázar; son objetos cilíndricos de vidrio, tapados por debajo y abiertos por arriba (risas). Otra cosa que dijo en esa ocasión, hablando de los pintores: los pintores son muy absurdos, titulan una obra ‘violín sobre mesa’, y uno mira el cuadro… ¡y hay un violín sobre una mesa! (risas). 

Se llevaba la ironía del cuento a la realidad. En esa época en que conociste a Cortázar había, desde el punto de vista literario, un bombardeo de escuelas, orientaciones, tendencias. Hay varios escritores, chilenos y latinoamericanos, que abrazan al mismo tiempo la narrativa, la poética y otras formas de expresión. ¿Cómo viviste ese minuto?  

Fue el auge de laliteratura latinoamericana en el mundo, el fenómeno que se llamó el Boom Latinoamericano, sobre todo después de que salió Cien Años de Soledad, de García Márquez, quien había publicado varias novelas antes, La Mala Hora, El Coronel No Tiene Quien le Escriba, que habían pasado relativamente inadvertidas, pero de repente, con Cien Años de Soledad su rostro salió en la revista Time, era otra dimensión de la estatura de la literatura hispanoamericana. Ya se hablaba del Boom, pero por supuesto con García Márquez se coronó esto y en el Boom entraban autores como Mario Vargas Llosa, que había ganado el premio Biblioteca Breve, de Seix Barral, con La Ciudad y los Perros; Cortázar, Juan Rulfo, Alejo Carpentier, en fin, un montón de figuras latinoamericanas en narrativa que estaban dando mucho que hablar a la crítica mundial. El más cercano de la literatura nuestra fue José Donoso, que tenía todos los merecimientos para ser incluido en el Boom y que, sin embargo, no sé por qué, no figuraba, una cosa como del apocamiento chileno. 

Tú mencionabas a Cortázar dentro de esta pléyade que es esta generación del Boom, ¿no sientes que, a veces, es limitante encasillar a un autor en el Boom solamente? 

El Boom fue un fenómeno publicitario para vender los libros de los autores latinoamericanos y éstos empezaron a llegar a los países nuestros desde España, no de nuestros propios países. Yo recuerdo que fue Antonio Cisneros quien nos dijo que en Chile que había un joven narrador que estaba teniendo mucho éxito, que le iba muy bien en Perú; se llamaba Mario Vargas Llosa. Poco después nos llegó La Ciudad y los Perros, pero desde España. 
Desde España José Donoso escribió su Historia Personal del Boom y recordó ahí a Vargas Llosa, admitiendo una envidia terrible por ese jovencito que escribía como los dioses. Pero, además, teniendo él distancia del proceso político en general, reconocía que con la elección de Salvador Allende se abría otra mano respecto de la cultura y que eso se iba a notar. ¿Se notaba en ese tiempo?
Sí, yo creo que el gobierno de Salvador Allende despertó, por un lado, una gran curiosidad y, por otro, una gran ansiedad de que a mejores resultados en la vida de los pueblos se llegara por métodos que no involucraran la sangre. La mirada del mundo se centró mucho en Chile y Cortázar fue un gran amigo de Chile, de la Unidad Popular, del exilio chileno y del pueblo chileno sufriendo la represión. Yo te voy a contar que una vez, cuando estaba en México, me pidieron desde Chile que hablara con Cortázar porque había sido detenido Víctor Díaz, y que le pidiera a Cortázar que llamara al ministro del Interior preguntándole por él. Entonces yo hablé con Cortázar, le expliqué quién era Víctor Díaz, y que lo hubieran detenido era muy peligroso para su vida, cosa que él entendía muy  bien, y le pedí que llamara al ministro. Cortázar me dijo que lo iba a llamar, pero que ya estaba con un pie en el avión, rumbo a Francia, donde vivía. Me prometió que lo iba a llamar desde París, y lo hizo, porque después yo recibí una carta, escrita para mí por Ariel Dorfman, en que me transcribió toda la conversación de Cortázar con el ministro del Interior. Cortázar se la transmitió a Dorfman para que él me la retransmitiera a mí y yo viera cómo cumplió su palabra. 
¿Sientes que hay aspectos del trabajo de Cortázar que fueran aliciente para tu propia producción literaria?
Yo creo que sí, yo creo que dentro de la mirada de Cortázar hacia el cuento, hacia la narrativa, hay lecciones. Yo era de una generación por lo menos 10 años menor, tenía cuentos, tenía varios libros publicados, estoy hablando, ponte tú, del año ’68.
Ya habías publicado Cuadrilátero. 
Sí, y entonces tenía una muy buena historia y no me salía, no la podía escribir. Esa historia la pude escribir después de leer a Cortázar. O sea, Cortázar me abrió un camino de libertad en la narrativa; se puede hacer que un tren baje por la Alameda en un cuento.  Yo estaba todavía más sometido a un realismo no rígido, pero sí real, y hay un realismo que es un realismo no real. En la novela no importa que las cosas hayan pasado; lo que importa es que el lector sienta que pueden pasar o que pueden haber pasado. Después de leer, por ejemplo, los cuentos de Cortázar, en que se produce este desdoblamiento de la persona, cuentos como Las Babas del Diablo, que dio pábulo a la película Blow-Up, de Antonioni, cuentos como La Noche Boca Arriba, etc., pude escribir esa historia que tenía hace un motón de años. Y la escribí y me quedó bien, pero antes de Cortázar no me quedaba, no lograba resolver la manera de contarla. 

Cortázar siempre decía que en su producción narrativa había influido mucho esto de estar viviendo un tiempo en un país y luego en otro; que ese tránsito iba calando hondo en su trabajo cotidiano. ¿Te pasa eso en tu oficio de escritor?
Yo también he vivido un poco así: he vivido un poco en México; una parte de mi adolescencia en Nueva York; otra en Chile; viví dos años en China; después un exilio largo en México, y cada lugar me ha dejado huellas hondas y de todos los lugares por los que he transitado he escrito, porque en esos lugares me han pasado cosas y las cosas que me pasan yo tiendo a contarlas, a narrarlas, pero siempre la mirada, es, digamos, de un chileno que anda patiperreando por ahí, que anda olisqueando. Entonces tengo historias que pasan en Estocolmo, en la selva africana, en Hong Kong, enPekín, en Tokio, en México, en Nueva York, y en todas partes he recogido retratos, atmósferas, personajes, pero mi mirada es siempre personal sobre la realidad que muestro.

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