Gustavo Benites Jara: PENSAR/INVESTIGAR EN LA ERA DEL CONOCIMIENTO DE ALBERTO MOYA OBESO

06 abril 2011

Es indudable que Alberto Moya Obeso es uno de los principales investigadores educativos del país y, probablemente, el más destacado de nuestra región. Su rigor y su honestidad intelectual, su perseverancia casi silenciosa, pero siempre fructífera, hacen de él un paradigma de maestro comprometido con la investigación, con la verdad, con la pasión de un adelantado en el vasto océano educativo que a veces pareciera inexplorado: tan arduas son sus avenidas, sus recodos y sus sorpresas.
Estos asertos confirman toda una vida dedicada a la tarea educativa, desde las aulas del histórico Colegio Nacional Mixto Cartavio, hasta el presente, en la Universidad Nacional de Trujillo. Y permítaseme una anécdota de aquellos años aurorales que perfila la calidad humana de Alberto: eran los tiempos de la revolución velasquista. Y algún militar, pensando que la escuela era su cuartel y los maestros, sus soldados, ingresó al aula donde se encontraba el profesor Moya Obeso y, como le encontrara con una mano en el bolsillo del saco, le ordenó que la retirara, e incluso intentó físicamente apartar la mano del maestro, pero Alberto, con la dignidad de un hombre libre, separó con vehemencia su mano de la otra militarota, y dijo: “A mí nadie me da órdenes y menos del modo en que usted lo está haciendo”. Y permaneció digno, con la mano en el mismo sitio, ante los pequeños y asombrados alumnos que seguramente no habrán olvidado aquella cívica lección de independencia, de coraje y de dignidad.
Ese mismo rasgo de independencia, de coraje y de dignidad, muestra Moya en su libro Pensar/Investigar en la Era del Conocimiento. Bucle para un modelo pedagógico curricular. Independencia porque no copia a nadie, aunque se alimenta de muchas vertientes teóricas y experiencias educativas. De coraje, porque propone una tesis novedosa y un modelo pedagógico-curricular audaces. Y de dignidad, porque asume y se compromete ante la sociedad y la comunidad educativa con un pensamiento libre y enriquecedor.
En efecto: desde las páginas iniciales hasta sus propuestas medulares, las reflexiones de Moya Obeso enriquecen el pensamiento pedagógico peruano. La paciente y silenciosa metodología investigativa que desarrolló y que es descrita en la introducción se torna en un modelo de acción participativa. ¿Podíamos imaginar entonces que en esas largas sesiones de PAIAN, la Casa del Saber, en algunas de las cuales participé sólo fugazmente, de lo cual ahora me arrepiento porque perdí una inestimable experiencia investigativa, se estaba gestando, intencional y apasionadamente, las páginas de este libro sólido, consistente, cálido y motivador?
El trabajo del auténtico investigador es, reitero, paciente, silencioso, perseverante, apasionado y audaz. No espera otra recompensa que el descubrimiento de la verdad, de cierta verdad, aunque siempre transitoria, pero válida, hasta que la profundidad investigativa del hombre vaya superando lo hollado, lo hallado, lo encontrado.
Moya contextualiza adecuadamente su pensamiento pedagógico y es muy lúcido en el análisis de las megatendencias globales y sus incidencias en la situación nacional y regional. Caracteriza adecuadamente la globalización y el neoliberalismo antihumanista, y la necesidad de una educación acorde con la denominada sociedad del conocimiento, en donde la ciencia es un factor productivo de primer orden, y, siguiendo, a de Zubiría, la necesidad de formar trabajadores simbólicos, propios de la actual revolución tecnociéntífica, y no los rutinarios trabajadores de la primera revolución industrial.
Incorpora en su trabajo el pensamiento y los aportes de pedagogos, psicólogos, sociólogos y filósofos. Establece una relación inescindible entre modelo pedagógico y propuesta curricular. No olvida, más bien es parte de su propuesta, que no hay modelo pedagógico sin concepción educativa y que ésta es inconcebible sin una antropología filosófica que la sustente. Así, su propuesta curricular deviene en una verdadera concepción global, multi e interdisciplinar, procurando que ningún cabo ande suelto. E incorpora, como debe ser, los productos mayores de la investigación científica, como los avances de la neurociencia, o los adelantos tecnológicos como la multimedia o la robótica, pero también los aportes referidos a la esfera de los valores, así como la corporeidad y la dimensión estética, recuperando para el arte su verdadera función como eje de la formación humana, en tanto la creatividad es la dimensión más trascendental del hombre.
Nada en el trabajo científico de Alberto es casual. He sido testigo de sus afanes, de su silenciosa perseverancia, de las reuniones semanales, cerca de 2 años, como dice en su introducción, con las profesoras de inicial, donde dialogaban sobre las experiencias en el aula, analizando a Doman, Piaget y otros psicólogos y pedagogos.
Conoce a fondo a Piaget, que es decir ya mucho en nuestro medio. Asimila creativamente la pedagogía conceptual de los hermanos Miguel y Julián de Zubiría. Busca la base filosófica de su propuesta educativa, no siendo filósofo, pues todos somos de algún modo filósofos, porque, ¿quién en nuestro medio puede preciarse de ser un original y auténtico filósofo no ya digamos de la estirpe mayor de la tradición filosófica universal, sino tan sólo de nuestra comarca nacional?
Tiene, Alberto Moya, una clara conciencia de la complejidad de los procesos sociales, de los procesos educativos y de los procesos del pensamiento. Y su enfoque articula, entrelaza, analiza y sintetiza la complejidad de los aspectos multiformes que sustentan el tejido social. Su concepción de sociedad está basado en el holismo metodológico, lejos del individualismo metodológico de los neoliberales o de ciertos marxistas denominados analíticos, que pretenden una micro fundamentación de la economía, extrapolando unilateralmente este método hacia la sociedad compleja.
El individualismo metodológico explica los fenómenos sociales en base a términos de individuos, integra una explicación causal con una intencional de modo de mostrar que los individuos al tener intereses que afectan a los otros y al creer en entidades supra-individuales, no sólo mantienen funcionalmente las relaciones entre ellos, sino que las desarticulan y reconstituyen. Por el contrario, el holismo metodológico asume una base epistemológica según la cual la sociedad se debe entender recurriendo a entidades supra-individuales y a propiedades relacionales que den cuenta causal de las particularidades históricas, de manera de mostrar el sentido de su devenir y el futuro cambio, como necesarios. Para el individualismo metodológico no tiene ningún sentido lo que podría denominarse “lógica de clase” ni la acción colectiva unificada por un mismo proyecto grupal, esta posición no admite proyecto alguno que haya sido asimilado de manera homogénea, sólo existe el individuo y los demás sujetos con quienes cada persona tiene que aliarse o enfrentarse según lo impongan sus propios intereses y motivaciones.

Qué lejos de estas concepciones anticientíficas, ideologizadas e interesadas está el profesor Alberto Moya. Precisamente, la riqueza de su pensamiento se nutre de una muy clara orientación social, que no da pie al individualismo como doctrina ni a una ética sacrificial como norma de vida.
Subyace una denuncia contra las relaciones sociales y económicas de nuestra formación concreta, donde son estas relaciones el telón de fondo, el marco estructural en que se desenvuelven las acciones educativas, como parte del subsistema educativo, que insume y desarrolla el subdesarrollo material que cada día se hace más extensivo en sentido opuesto a una posible salida del atraso en dirección al alcance histórico de un modelo de desarrollo que nos es ajeno, no por las virtudes posibles que pueda tener, sino por la pretensión hegemónica y homogeneizadora que busca realizar a costa de nuestra riqueza que nos diferencia.
¿Habría que disentir en algo con Alberto? Tal vez me hubiera agradado que se desmitifique un tanto la llamada sociedad del conocimiento, pues el conocimiento no es un ente abstracto que allí está, o que su concreción virtual, en una suerte de enciclopedia que soñara o previera Jorge Luis Borges, es ya tener acceso a ese vasto universo del conocimiento, llave maestra del desarrollo, cuando sabemos que el conocimiento, traducido en tecnología, tiene dueños, poseedores globales, que diseñan, proyectan, proponen y manipulan a través de patentes y de la propiedad intelectual, usando, cuándo no, ese poderoso medio que es la Organización Mundial del Comercio para una relación inequitativa entre países. Pero este es quizá un punto mínimo que matiza esta presentación.
Lo real es, lo reitero, que Alberto Moya se convierte en uno de los más importantes investigadores de la educación a nivel nacional, siendo la relación Educación y desarrollo: una de sus preocupaciones centrales, en la línea de la CEPAL, de la UNESCO, de los principales encuentros internacionales sobre educación y de preclaros pensadores como Paulo Freire, Edgar Morin y Amartya Sen, entre otros.
Y, luego de diagnosticar nuestra realidad socioeducativa, con su provocadora tesis de que el sistema educativo en nuestro país subdesarrolla a nuestros estudiantes, propone una alternativa pedagógica - curricular de largo aliento que incorpora el desarrollo de los procesos del pensamiento y la investigación, en la línea de Piaget, Vigotsky y los hermanos de Zubiría, como parte de en una propuesta nacional educativa, parte a su vez de un Plan Nacional de Desarrollo.
Propuesta minuciosa, rica en matices, prolija, procurando no olvidar lo sustantivo, partiendo desde la cuna, atravesando inicial, primaria, secundaria hasta llegar al nivel universitario, en un arco tenso y flexible, desde el periodo nocional, pasando por los periodos proposicional, conceptual, formal y categorial, distinguiendo claramente instrumentos de pensamiento o modos de pensamiento, de instrumentos de conocimiento, como mediadores entre el sujeto y la realidad o como instrumentos para conocer la realidad real y la realidad simbólica; y operaciones intelectuales, como los procesos cognitivos que ponen en funcionamiento los instrumentos de conocimiento o como las habilidades cognitivas que utiliza el ser humano para accionar los instrumentos de conocimiento, señalando escrupulosamente cada una de las operaciones intelectuales en cada uno de los periodos mencionados.
Y su propuesta de modelo pedagógico tiene un gran aliento ético, preocupado siempre por el desarrollo integral humano, partiendo del propósito central, el desarrollo del bucle procesos del pensamiento/investigación, articulando los ejes pedagógicos transversales: comprensión profunda, pensamiento crítico, pensamiento creativo, pensamiento sintético y pensamiento complejo, no olvidando la formación en sólidos valores como la identidad andino-planetaria, la conciencia ecológica, seres humanos libres, solidarios, justos, democráticos y honestos. Y luego su propuesta curricular básica desde la cuna hasta la universidad, fundamento de otras posibles propuestas, a partir del diseño general presentado por Moya Obeso.
En fin, a lo largo del texto que comentamos y presentamos brevemente, se articula un discurso pedagógico sólido, sin hacer vagas, gaseosas, difusas o generalistas afirmaciones, sino que, partiendo de una praxis histórica, local, peruana, latinoamericana, y de su propia experiencia docente e investigativa, sostiene tesis coherentes y lógicamente rigurosas, produciendo un texto memorable en los anales de nuestra magra reflexión pedagógica regional y un aporte de primer orden en el pensamiento pedagógico nacional.
Y para terminar, es necesario destacar, que el profesor Alberto Moya Obeso es Profesor de Historia y Geografía, Antropólogo social, Maestro en Sociología por la Pontificia Universidad Católica del Perú, con su tesis Sindicalismo aprista y clasista en el Perú 1900 - 1956, calificada como sobresaliente, Doctor en Educación por la Universidad Nacional de Trujillo. Ha publicado otros libros como Investigación científica, El proyecto de investigación científica y La escuela creativa. Y numerosos artículos en medios periodísticos, en revistas especializadas, además de otras investigaciones de carácter pedagógico, donde siempre ha demostrado su preocupación social, política y educativa.
Y, finalmente, no puedo ni debo olvidar que Alberto Moya Obeso fue siempre fraternal y unitario, lo sigue siendo, buscando arduamente el consenso y la práctica de la equidad, la transparencia y la justicia. Es decir, estamos ante un auténtico maestro, y es necesario reconocerlo sin mezquindades hoy y siempre.

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