Angel Gavidia Ruiz : DOS CARTAS...

06 febrero 2011

Ayer envié a algunos compañeros dos cartas de Julio Ramón Ribeyro a su hermano Juan Antonio, una refiriéndose a Arguedas y la otra, a Vallejo. Hoy reenvío las cartas con algunas correcciones y añado un fragmento de la carta de Vallejo a Orrego. En la primera carta Ribeyro, reconociendo la calidad de Arguedas, dice una frase interesante: una cosa es escribir bien y otra, ser un buen escritor. Claro, digo yo, poner la vida, la sangre en el papel, escribir con el alma y con los huesos (en porciones iguales) como Rulfo, eso es ser un buen escritor. En la segunda carta el narrador limeño comete un error al citar a Vallejo en aquel verso: ¡Oh botella sin vino! ¡Oh vino que enviudó de esa botella!. Ribeyro omite una tilde: "enviudo", entonces la acción de vaciar la botella cae en el versificador. Y en cuanto al desconcierto que le produjo Trilce, Vallejo lo había predicho 34 años atrás, sino leamos la carta a Orrego.
Un abrazo queridos maestros.

Angel Gavidia Ruiz.

En una carta de Julio Ramón Ribeyro a su hermano Juan Antonio en donde le habla de Arguedas a propósito de la novela Crónica de San Gabriel en donde requería de datos a cerca de una cosecha de papas (Münich, 1 de junio de 1956)

Te agradezco tus detallados informes sobre la “cosecha de papas”. Hay solamente un dato que no me has enviado: duración del asunto. Es decir, cuánto tiempo transcurre entre la siembra y la cosecha, y en qué meses del año ocurre una y otra cosa. Esta larga detención en la redacción de mi novela me ha perjudicado. Quiero decir, que ha debilitado mi entusiasmo. Son muchas las razones. Acabo de leer, por ejemplo, Agua de José María Arguedas. Estoy admirado, abochornado. Arguedas no escribe mejor que yo, pero ¿cómo te diré? Escribir bien es una cosa y ser buen escritor, otra. Él ha vivido plenamente los problemas de la tierra, de las comunidades, de la provincia. Él ha tenido que aprender el castellano para escribir. En su pequeño valle andino se mueve como un pez en su pecera. A su lado, me siento un intruso, casi un usurpador. Es cierto que yo pinto la otra cara de la medalla. Él ve la sierra desde la “situación” del indígena, del oprimido. Yo lo veo, no diré desde la “situación” del opresor, pero si desde una indiferente complicidad. Además, para mí la sierra sólo es un pretexto, una decoración.

En otra carta de Julio Ramón Ribeyro a su hermano Juan Antonio en donde le habla de Vallejo (Münich, 30 de marzo de 1956)(…).

Preparo un artículo sobre Vallejo, necesito algunos materiales, entre otros, el libro de Samaniego sobre Vallejo. Si lo consigues envíamelo. En realidad es una cosa muy breve la que quiero escribir, pero quiero que sea substanciosa. Lo que pretendo es iniciar el proceso de Vallejo (en el sentido judicial) pero con la discreción suficiente para decir las cosas nuevas con palabras comunes. Vallejo es casi intocable y cualquier objeción a su obra tiene el carácter de un atentado contra la dignidad nacional. Hay cosas que yo no le perdono a Vallejo. Por ejemplo: Trilce. ¿Por qué no (sic) callarlo? Trilce es una tomadura de pelo. En ese libro Vallejo escribe como un provinciano que quiere provocar a la capital. Lo mejor de Vallejo para mí – a pesar de que muchos prefieren España, aparta de mi este cáliz- es Poemas humanos. Me lo sé casi de memoria. ¿Tú no crees que Vallejo escribiera borracho? Yo alimento esta duda. El verso reiterativo y cierto surrealismo en las imágenes es típico del estado etílico. Esto, sin embargo, es indemostrable. Salvo por aquel poema: “¡Oh botella sin vino! ¡Oh vino que enviudo (sic) de esta botella!”. En la elegía a Alfonso de Silva hay también algunas alusiones. Ese poema comienza así: “Alfonso estás mirándome, lo veo, / desde el plano implacable donde moran”. En una parte dice: “Yo todavía/ compro du vin, du lait, comptant les sous”. ¿Por qué pone al vino delante de la leche?”. Al final del poema hay además una alusión a los brindis que hacía con De Silva. No hay que olvidar que De Silva fue un borracho, como todos los artistas frustrados. En el fondo, ¿Sabes cuál es el drama de Vallejo? Es el de la gente del Ande que se establece en París: su vida interior no está a la altura de su soledad. Esto produce una forma particular de angustia que no hay que confundirla con el spleen de Baudelaire, ni con el ennui de los románticos. Es la angustia de ser enfrentado a su propia vacuidad interior. Esto, como podrás observar, no podré nunca decirlo en un artículo.

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