Ángel Gavidia Ruiz: AGENDA DE UN ELECTOR COMÚN

30 septiembre 2010

Yo, ciudadano de a pie, parroquiano común y corriente, me pregunto, qué es lo que deseo haga el próximo alcalde de mi ciudad. Y me respondo casi de inmediato. Que construya ciudadanía. Que ponga en rehabilitación intensiva el cuerpo cuasi cuadripléjico de los valores humanos. Que lidere o, al menos, auspicie entusiasmado todo evento que trate de incorporar al espíritu malherido. Que haga de las defensorías de la madre el niño y el adolescente instituciones poderosas y eficaces (que de letreros dorados, de oficinas burocráticas y ociosas ya estamos hartos). Que haga de los clubes de madre verdaderas universidades para la vida donde se sepa, por ejemplo, cuál es el contenido calórico de un pan, cuál la necesidad de proteínas de una gestante, cuál es el modo de prevenir el SIDA, cuál el del cáncer de cuello uterino, cuál es el riesgo de recalentar el aceite en relación con el cáncer de estómago, qué es la adolescencia, qué los métodos anticonceptivos, quién fue Clorinda Matto de Turner, quién Florencia de Mora, porqué la madre gestante debe tomar fierro y ácido fólico desde el inicio de su gestación, cuáles son los parásitos prevalentes en la ciudad y cómo se contagian.
Recuerdo a Antanas Mockus, el exitoso alcalde de Bogotá y candidato a la presidencia de Colombia, enfrentando sin reservas cobardes las dificultades de tránsito de su ciudad y comenzando por definirlas con certeza. El problema del tránsito, dijo, es un problema de autoestima. Y sí, pues, cómo se apalea diariamente la autoestima, ya bastante venida a menos, de nuestra gente, más, de nuestros niños, ante la indiferencia de todos, ante la paciencia quelonia de nuestras autoridades. Los choferes de transporte público y los señores cobradores deben comprender cual es su rol y asumirlo a riesgo de que pierdan la licencia para trabajar en esta área fundamental y neurálgica.

La educación es esencial. Y, siendo una obligación del gobierno central, nos toca demasiado para que el municipio le haga el esguince. Dicen que la mejor escuela primaria del mundo (no sé si en este ranking entró Cuba) está en Finlandia. Y allí el profesional más respetado es el maestro de primaria. Nuestra realidad se halla en las antípodas y, a riesgo de convertir este artículo en una suerte de escrito de piscología, debemos comenzar por levantar la autoestima del profesor, y el estímulo para su superación es uno de los caminos. La municipalidad debiera concebir formas creativas a fin de que el docente se capacite y, claro, en esa capacitación no olvide su impostergable aprendizaje del idioma inglés. Los profesores, por si lo hemos olvidado, tienen en sus manos el futuro del país (esta, por desgracia, no es una frase). Tienen esa materia absolutamente delicada y grandiosa que es la formación de nuestros niños que, ahora, lo asume la televisión con toda la basura que drena en cada hogar.
La seguridad ciudadana es un clamor. El serenazgo y la policía deberían hacer una labor finamente coordinada. El trabajo de inteligencia es cardinal. El poder judicial debe sentir muy de cerca el control de la prensa y de la opinión pública. Pero, también, se debe trabajar intensamente en la sociedad, en la juventud, organizando clubes sociales, deportivos, de teatro, dotando a los barrios de bibliotecas, de cine clubes; facilitando el ingreso a talleres de artes y oficios a esos jóvenes que gastan los mejores años de sus vidas en las esquinas, al filo de la navaja. Las bandas juveniles son un síntoma de la anomia social en la que vivimos. Tenemos la desastrosa experiencia de El Salvador que, con simpleza inconcebible, criminalizó a estas bandas, que en ese país se llaman Maras, metiéndolas en las cárceles. Allí, estos casi adolescentes, completaron su aprendizaje y continuaron su viaje ya sin retorno por los laberintos de la delincuencia organizada esparciendo el crimen por la sociedad en su conjunto. Ahora tienen jaqueado al gobierno.Hay que secar la fuente del crimen educando, llegando al hogar disfuncional, creando oportunidades de trabajo y recreación sana, evitando la explotación y el maltrato infantil y de la mujer.
En el plano de la salud, el Dr. Alfonso Nino tiene un trabajo de campo muy interesante en el que prueba que un pueblo organizado, con lugares de esparcimiento saludables, con conocimientos básicos de la salud, con bibliotecas, con un buen tratamiento del agua y del desagüe disminuye dramáticamente sus cifras de enfermedad. Hacen varios años tuvimos con nosotros al Dr. Pedro Ortiz Cabanillas, neurólogo y filósofo de nota. Trujillo ostentaba uno de los índices más altos de neurocisticercosis, y las combis ya habían dado demasiadas muestras, para esa fecha, de su afinidad por los traumatismos encefalocraeneanos . El maestro dijo: Lávense las manos y arreglen su parque automotor y habrán acabado con el 80% de enfermedades neurológicas. Antes, el 91, llegó el cólera por acá y demostró fehacientemente que consumíamos alimentos contaminados con heces humanas. ¡Las verduras se regaban con agua servidas! La mayoría de vendedores de alimentos no asumía las prácticas de higiene mínimas. En “la ciudad más culta del Perú” se dio el índice mas alto de cólera del país. Cosa terrible. El municipio debe liderar una enérgica campaña que prohíba la práctica de recalentar el aceite; muchos restaurantes, sin ningún empacho, asumen esta práctica, a la vista de todos, como un procedimiento normal. El aceite recalentado tiene muchas sustancias cancerígenas que son factor de riesgo para el cáncer gástrico; en este mismo rubro, el de los restaurantes, debe obligárseles a colocar una jarra de agua hervida fría en cada mesa; el consumo de gaseosas aporta calorías indeseables que llevan a la obesidad que es la nueva epidemia con la que brega el mundo. En el plano del SIDA y de la hepatitis B, debe obligarse a los hostales a dotar a los cuartos de condones, debe de prohibirse terminantemente la reutilización de navajas en las peluquerías. Y, claro, debe cerciorarse periódicamente que el agua que se bebe esté adecuadamente clorada.
De las instituciones políticas que tiene el país, las municipales son las menos desprestigiadas. Y es una suerte que así sea. En esta línea quisiera también que el alcalde de mi ciudad haga llegar su voz de protesta cuando la situación así lo amerite; frente a la corrupción, por ejemplo, que excepto el ex presidente Valentín Paniagua, a ninguna autoridad parece interesarle lo suficiente. Si no preguntémosle a Francisco Crusillat, el nos informará con lujo de detalles si es que la risa lo permite, claro.

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