César Moro

09 abril 2009

Hablando de César Moro siempre tenemos que volver a la poesía...
Nos hace falta, hoy día, su presencia: aparecía él, y algo cambiaba alrededor; era suficiente que estuviera para que se alterara el orden, un orden falso de adulación y de mentira; eso lo sabemos todos aquellos que lo encontraban de vez en cuando, acá o acullá, al azar de los meses, o de los años. Aparentemente nada: alguien apenas más sutil, físicamente más sutil, más cortés, y más determinado que cualquiera a pasar inadvertido... Sólo viviendo la vida cada hora, se la puede subyugar y, literalmente encantar: Moro la encantaba; y esa facultad de "encantamiento", en el sentido primitivo de la palabra, es la que nos permitirá fijar siempre, cuáles son los poetas auténticos poetas por que sí,.., y separarlos de los más, poetas literatos, poetas porque escriben versos, y los publican o los declaman, y eso es todo. En el Perú, Eguren fue poeta entre los primeros; Moro también lo fue, lejos de los tablados, de los corrillos donde se vende y prostituye la poesía rastrera, alicaída, cuando alirrota, o alifingida. Sólo viviendo la vida a cada hora vale la pena vivirla, y valía la pena vivirla al lado de él. No bien llegaba entre otra gente, se establecía, se imponía una jerarquía, que muchos no le perdonaban, no le han perdonado. Ningún prestigio resistía cuando entraba: prestigio del nombre, el rango, el nombre, o simplemente prestigio del prestigio; nadie lo engañaba con los oropeles, o las virtudes postizas del poder, de la habladuría o de la fama. Mas que nadie sensible a las ilusiones de la belleza (pero no las hubiera llamado ilusiones), estaba completamente insensible a las ilusiones frustradas de los noticiarios, de la actualidad falaz, fugaz de las agencias de noticias. La actualidad donde él vivía era otra; actualidad igualmente fugaz pero eterna, y luego verdadera, actualidad sin tiempo en el tiempo... De llevarse a cabo tal designio es probable que Moro hubiera demostrado las dotes elevadas de moralista, moral de pocas reglas pero rigurosas: no permitirse ruindad alguna, no tratar con nadie para envilecerlo, al contrario para exaltarlo o enaltecerlo. No encuentro adjetivo que lo califique mejor que: disconforme. Disconformidad total, sin arrebatos ni arrepentimientos, disconformidad con lo sabido, con lo trillado, lo establecido,...Pero es disconformidad de poeta adorador vehemente de la vida, y no de filósofo gruñón, o amargado.No cualquier poeta es Poeta, no cualquier hombre es Hombre, en los tres reinos de la sangre, de la ternura y del espíritu.

Ángel y demonio: Hombre. !El lo ha sido! André Coyné.

César Moro

Biografía
Seudónimo de Alfredo Quíspez Asín, poeta y pintor peruano nacido en Lima en 1903.En 1925 viajó a París donde se adhirió al movimiento de André Breton, participando activamente en la publicación Surréalisme au Service de la Révolution. Su actitud vanguardista, tanto en el arte como en la literatura, lo convirtió en uno de los voceros más relevantes del surrealismo hispanoamericano. Regresó a Lima en 1933 y cuatro años más tarde se radicó en México donde vivió la etapa más productiva de su carrera.Con Emilio A. Westphalen editó la revista literaria El uso de la palabra. En 1944, se apartó públicamente del surrealismo ortodoxo y volvió a Lima en 1948, haciendo amistad con el francés André Coyné, quien se convirtió en su albacea, publicando sus obras después de la muerte del poeta ocurrida en 1956.Entre sus libros se destacan «Le château de grisou» 1943, «Lettre d'amour» 1944, «Trafalgar Square» 1954, «Amour á mort» 1957, «La tortuga ecuestre» y «Los anteojos de azufre» en 1958. ©

Del libro "César Moro" de Andé Coyné, Primera edición 1956- Segunda edición 2003,
Ensueño Indescifrable Editores, Lima. 56 páginas

André Coyné y Julio Solórzano, en Santiago de Chuco. Mayo de 2008

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