Maria del Carmen Fernandez Rojas: LA AGONÍA DEL SILENCIO EN LA DISTANCIA

26 diciembre 2015

III Concurso Regional de Cuento y Poesía 2015. Filomeno Zubieta Nuñez. Primer Lugar Categoría Poesía.

LA AGONÍA DEL SILENCIO
EN LA DISTANCIA
Kira R.


Cuanto dolor, cuanto sufrimiento, cuanta amargura rebosando mi alma;
 mis ojos no pueden contener más las indolentes lágrimas que brotan sin cesar. 

¿Por qué simplemente no puedo desaparecer?
 ¿Por qué simplemente no puedo morir? 
¡¿Por qué la flama de mi existencia aún continúa encendida?!  
        
Flamea, flamea, se agita sin compasión la crueldad de la vida;
los días desaparecen, se desvanecen como una inclemente estrella fugaz
 que pasa radiante frente al inocente que gime sin ser consolado,
 ¡Qué llora sin recibir aquel abrazo anhelado!
La garganta duele, mi voz se ahoga en la afonía de la impotencia, 
mis manos tiemblan buscando a tientas quienes las sostengan, 
pero nadie hay que las reciba con cariño, 
solo están los desalmados espectros de los inhumanos corazones
que fingen con dulces sonrisas mientras inyectan el mortífero veneno 
de la amabilidad hipócrita que se desborda por sus execrables ojos.

Cuando… ¿Cuándo podré al fin descansar?
 ¿Cuándo dejaré este mundo frívolo, despreciable? 
¡¿Cuándo podré terminar con esta opresión que no me deja ser feliz?!
 ¡¿Cuándo?! ¡¿Cuándo?! ¿Acaso no tengo derecho a reír?
 ¿Acaso nací en este lugar solo para sufrir?

Ya el pecho duele, el corazón se retuerce herido por las punzantes 
y oxidadas espadas de la desesperación; me ahogo, 
¡Me ahogo en las profundidades de un mar oscuro y pútrido
 sin la oportunidad de salir a la superficie!...
 Sin la oportunidad de vivir…

Maldito… ¡Dolor maldito y despreciable! 
Dolor que no me deja ver con claridad y me sumerge en la inmundicia 
de la confusión, asfixiando mis sueños,
 matando ideales de un futuro feliz… Reduciendo mi fe a…

Calma, niña.
Yo también sufrí a manos de los seres que amaba.
Yo también confié y me traicionaron de la manera más vil que puedas imaginar.
Fui cambiado por dinero, escarnecido, golpeado, abandonado por las personas a quienes consideraba amigos, hermanos… Familia.

Mi cuerpo sufrió tortura, dolor insoportable; mi cabeza fue traspasada por espinos y mi costado perforado con una lanza, más con todo eso ¡Mi amor nunca menguó! ¡El amor sigue ardiendo como un incendio incontrolable, consumiendo cada centímetro de mi corazón!
Sigo esperando con los brazos abiertos a mis pequeñitos, 
a esos mismos que me azotaron y blasfemaron mi nombre a causa de su sufrimiento.
¡Oh amado mío! ¡Oh dulce Príncipe! Permíteme llorar en tu regazo, 
por favor… Consuela mi alma, seca mis lágrimas con tus vestidos, 
derrama sobre mi desnuda cabeza un poco de ese amor
 interminable que no te permite rechazarnos.

Espera en mí confiada, niña mía, yo sabré calmar tu aflicción,
 sosegar tu alma, curar tu cuerpo.
Te tomaré en mis manos, cobijaré tu abatido ser en mis brazos, 
limpiaré esas manchas desagradables que no te permiten ser feliz,
borraré cada error, arrancaré con fuego el rencor que carcome tus entrañas; 
te haré una nueva criatura y el dolor no existirá más.

Mis lágrimas se funden en mi boca, mi lengua no puede articular palabra alguna; 
el apacible sonido de tu voz me consuela, conforta mi desdichada existencia.
Pobre pequeña, hija mía. Te creé para que fueras libre 
y hoy te encuentro encadenada a las trivialidades de la vida, 
afanada con las injusticias, triste por las malaventuranzas que saturan tu existir.
¡Despierta! ¡Mira hacia aquí! Yo estuve a tu lado todo este tiempo, 
te vi nacer, crecer, reír y llorar. 
Jugabas como una traviesa gacela por los escarpados montes, 
y en las noches, todas sin falta, me hablabas con esa infantil vocecita 
que hacía feliz mi corazón; pero mientras crecías, 
algo en ti cambió y ya no me hablabas más, 
te alejaste de mí, dejaste ir todo el amor que había depositado 
en tu frágil alma y te entregaste a la banalidad de la carne.

Lloré en silencio viendo marchitar tu hermosura, 
como tu vida terminaba sin compasión… 
Tus días eran acortados y el delicado corazón que te regalé 
fue cambiado por un oscuro y fétido tizón.
Más yo guardaba la esperanza de volver a tener a mi niña entre mis brazos otra vez, 
sabía que no podrías estar lejos de mi por tanto tiempo, 
me necesitabas porque eras mía, 
al igual que los ingratos de tus hermanos que han rechazado mi espíritu 
y todo cuanto pude darles, aunque yo puedo entregarles todo
 ¡Todo sin excepción si tan solo se volvieran a mi como en el principio!

Perdóname padre, nunca quise lastimarte, 
nunca quise convertirme en esto que soy ahora; 
jamás pensé que mis rebeliones te causaran tanto sufrimiento… 
Perdón ¡Perdóname! No puedo evitar gritar,
 no puedo evitar que mis ojos se conviertan en manantiales de amargura, de angustia.

Mis labios tiemblas sin cesar, mis dientes rechinan por la culpa,
 mi ojos ya no pueden derramar más tormento, 
mis piernas flaquean, mi alma ruge de hambre, de sed.

He causado tantos males, hice sufrir a tantas personas. 
No soy mejor que el asesino, el ladrón ni aún el adúltero,
 porque a todos ellos les otorgas el perdón, pero yo no lo merezco…

Tú mi amado, sabes que mi maldad, la causa de mi angustia,
 el motivo de mi dolor, es superior a cualquier crueldad que exista sobre la tierra.
No merezco vivir, destrúyeme, aflígeme, 
hazme llorar tanto que sienta que el corazón va a resquebrajarse en mil pedazos; 
debo pagar por todas y cada una de las lágrimas que hice derramar a…

No digas nada.

El ladrón, el asesino y el adúltero pecaron, 
pero sus pecados les son perdonados con el arrepentimiento. 
¿Tú deseas tanto morir antes que pedir perdón?
¿No te hice yo para que vivieras eternamente en alegría y paz?
 No me pidas que te atormente,
no me supliques que lastime a una de mis hijas, no lo voy a hacer.

Antes prefiero cargar yo con tus maldades, 
sufrir yo con los clavos del dolor que padeces,
 para que puedas tú ir con calma y pedir perdón por las cosas que hiciste,
solo así podrás vivir, solo así tu amargura terminará. Ve,
 no demores más, la felicidad te espera niña mía.
¿Quién pudiera igualar tu amor? No existe sobre la tierra, humano capaz de amar tanto como lo hiciste tú.
¡Te necesito! ¡Te necesito para vivir! ¡Socórreme antes que sea demasiado tarde! Antes que no pueda más… Antes que el peso de los días encorve mi espalda y tuerzan mi espinazo, antes que este cuerpo se convierta en el banquete de los animales necrófagos.
Yo correré sin esperar más, yo correré porque entendí que puedo vivir, entendí que aún tengo muchos años por delante y personas que me aman de verdad y si no las tuviera más, y si llegara ese fatídico día en el que nos quedamos solos, sabré que tú estarás a mi lado, nunca más volveré a mirar atrás, nunca más volveré a sentirme sola, nunca más dejaré que los oscuros sentimientos inunden mi alma, no volveré a despreciar mi vida ni te pediré que termines conmigo… Amado mío.

Corre pequeña mía, la vida te espera, la felicidad te espera.

He ahuyentado todos los males, 
he limpiado tus caminos y lavado tus errores en el río del calvario; 
limpia estás y nadie te llamará inmunda, nadie ni aun tú;
 pero no olvides que tu padre estará siempre a tu lado, 
aunque no me puedas ver; yo guiaré tus pasos y cuando vayas a tropezar, 
utilizaré la diestra de mi justicia para levantarte y volverte a mi camino.

Gracias Padre, aunque no lo merezco; gracias Príncipe mío, 
gracias Espíritu Santo. Mi corazón ahora está calmado,
 la tortura que producía la maldad en mi alma, 
desapareció como la bruma del mar por la mañana.
Solo tú puedes otorgar tanta paz, 
solo tú Jehová puedes rescatar al herido y ponerlo a buen recaudo,
 solo tú… Solo tú puedes otorgarnos esa felicidad que tanto buscamos sin descanso.




No hay comentarios: