Bodas de sangre

19 diciembre 2015

Por: Nelson Manrrique

La noticia más destacada de la semana, por supuesto, es la boda de Alan García Pérez con Lourdes Flores Nano. Ella constituye la mejor expresión de la magnitud de la crisis en la que se ha hundido la política en el Perú y de la involución moral de sus protagonistas. El problema no está, como Lourdes Flores quiere hacer creer, en el perdón de las diatribas que los novios se regalaron en anteriores campañas electorales, sino en los antecedentes con que han llegado hasta el registro civil. 

Aparte de los delitos de los que fue acusado por su primer gobierno, ante los cuales se acogió a la prescripción, Alan García tiene el récord de ser el presidente que ha liberado en su segundo gobierno a la mayor cantidad de reos sentenciados por narcotráfico en la historia de la humanidad: 3,242, de los cuales 400 fueron condenados por narcotráfico agravado. Alrededor de 200 ya están nuevamente tras las rejas por reincidentes y han dejado tras de sí una larga estela de crímenes y violaciones como saldo de sus vacaciones útiles. Estos, claro está, son los que se dejaron atrapar, salvo que alguien crea que los narcotraficantes pagan por su libertad para luego convertirse en catequistas. Aparte, García liberó alrededor de 1,500 delincuentes de alta peligrosidad, condenados por robo agravado, figura legal que incluye lesiones y asesinatos, para después, en un alarde de exquisito cinismo, hacer la promesa electoral de solucionar la misma crisis de inseguridad ciudadana que él tan decisivamente ha contribuido a crear. 

Es tedioso recontar la lista de tropelías cometidas por el Apra desde el poder (colegios emblemáticos, reconstrucción de Pisco, petroaudios, negociados en agua, salud, propiedades inmobiliarias del Estado, etc., etc.). Pero un daño imperdonable es la corrupción del sistema judicial, convertido a estas alturas en una máquina de garantizar impunidad. Aparte del papel de los compañeros del foro en librar a García de todas las acusaciones por corrupción, obsérvese la lógica operativa de algunas de las bandas delincuenciales más cercanas al Apra (Orellana, Oropeza) y se tendrá una mejor visión de cómo se articula la economía criminal y el control de las instituciones de fiscalización del estado. A estas alturas parece imposible que el Poder Judicial pueda reformarse a sí mismo y cualquier candidato que aspire a la presidencia debiera tener una propuesta plausible para afrontar la emergencia. Todos los especialistas coinciden en que solo se puede construir un sistema democrático consistente allí donde hay un sistema judicial imparcial, que goce de la confianza de los ciudadanos, algo hoy por supuesto inexistente.
En una anterior oportunidad califiqué a Lourdes Flores como “la princesa que no sabía elegir”, por el papel nefasto que ciertos hombres han jugado en su vida. Todo comenzó en la campaña presidencial del 2001, el momento en que Lourdes estuvo más cerca de llegar a la presidencia, hasta que su papá tuvo la feliz idea de calificar a Alejandro Toledo de “auquénido de Harvard”, quitándole a su hija los puntos suficientes para que perdiera las elecciones. Vino después papá Dionisio Romero, que patrocinó su candidatura el 2006 y, como todo marchaba muy bien, decidió imponerle a Arturo Woodman –un fiel operador– en la plancha presidencial. Alan García aprovechó y le cargó el remoquete de “candidata de los ricos” y le ganó las elecciones. Encima, Woodman la abandonó apenas fue derrotada y se fue con García. 

Luego vino César Cataño, que nació como Adolfo Carhuallanqui Porras y cambió dolosamente su nombre y el de sus padres cuando fue capturado con 100 kg de cocaína y fue acusado de narcotráfico junto con su madre, doña María Porras, inscrita en el padrón del PPC y que aportó 6 camionetas para la campaña de Lourdes, según afirmó. Luego el expediente de Carhuallanqui-Cataño fue oportunamente extraviado en Junín y la acusación prescribió (¿suena conocido?). Pasado el tiempo, Lourdes Flores fue su abogada, presidió el directorio de su aerolínea Peruvian Airlines y, ante las críticas por los sospechosos antecedentes de su patrón, afirmó que ponía las manos al fuego por él. Lourdes terminó renunciando a la presidencia de la aerolínea de Carhuallanqui-Cataño porque el escándalo crecía, pero, según aceptó en el programa televisivo de Rosa María Palacios, no cortó sus relaciones laborales con él y un par de meses antes de la contienda municipal en la que participaba seguía cobrándole 10 mil dólares mensuales. 


La boda de hoy termina de sellar pues una trayectoria que de un tiempo a esta parte ya andaba descaminada. Es triste que Lourdes Flores termine su carrera política de esta manera.


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