III Concurso Regional de Cuento y Poesía 2015. Filomeno Zubieta Nuñez. Tercer Lugar Categoria Cuento.
El vaquero
-
¡Arriba las manos!
Levanté la mirada y frente a
mí se erigía un niño con una camisa a cuadros, un pantalón de vaqueros y un
sombrero de alas anchas que ensombrecía el sol de la tarde. En sus manos lleva
dos pistolas de juguete que había desenfundado de su cinturón.
-
No has escuchado.
¡Arriba las manos!
Lo miré y levanté las manos.
-
¿Qué pasa?
-
El parque es de mi
propiedad y si quieres sentarte en una de sus bancas debes pagarme.
-
¿Tu parque?
-
Sí, mi parque.
-
Nadie es dueño del
parque. Además si tú lo fueras hubiese una señalización que constate que eres el
dueño. No veo tu nombre por ningún lado.
-
Ayer se los arrebate
a los indios así que desde hoy soy dueño de todo lo que vez.
-
No lo sabía.
-
Si quieres sentarte
en esta banca debes darme tu oro sino te mataré.
-
¿Oro? No tengo oro
pero si monedas en mi bolsillo.
-
¿Qué tipo de monedas?
-
Las que tu padre usa
cuando va al supermercado.
-
Bueno. Dámelas y no
te mataré.
-
¿Eso es una amenaza?
-
Sí. Son tiempos de
guerra.
-
¿Tiempos de guerra?
-
Acaso no vez la
televisión.
-
No tengo televisión.
-
Entonces cómo te
diviertes.
-
Leo libros.
-
¿Lees libros?
-
Y para qué te sirven
leer libros sino te pagan por leerlos. Yo, en cambio, me estoy dedicando a recuperar
mis tierras paraluego alquilarlas. De eso viviré toda mi vida.
-
¿Puedo bajar las
manos?
-
Puedes bajarlas pero
ten mucho cuidado si tienes la intensión de escapar. Te dispararé si sales
corriendo.
-
No te preocupes. Soy
consciente que seré un blanco fácil.
-
Eso me pareció muy
inteligente vaquero. ¿Y solo lees libros?
-
No también escribo.
-
Eres escritor
-
Sí.
-
¡Qué aburrido!Aunque
tengo una idea
-
¿Qué idea?
-
Porque no escribes un
libro sobre un vaquero muy valiente que conquistó todos estos territorios y
mató muchos indios.
-
Un buena idea pero no
conozco ningún vaquero que guarde esas descripciones.
-
Lo estás viendo.
-
¿Quién?
-
Yo tonto. Eres
escritor pero parece que no eres tan inteligente como me imaginaba.
-
¿Tú?
-
Sí. Todo el mundo
comprará tu libro y tendrás mucho dinero. Y yo me convertiré en el vaquero más
temido de todo el mundo. No será necesario matar más indios. Ellos me buscarán
para entregarme sus tierras.
-
¿Por qué tienes que
matar a los indios?
-
Porque mi mamá me ha
narrado que lo indios nos quitaron nuestras tierras hace muchos años y debemos vengarnos
de ellos.
-
¿Tú mamá te ha dicho
eso?
-
Sí. Mi mamá me ha
relatado que éramos dueños de muchas tierras pero un día los indios se las
quitaron a sus padres y no la volvieron a recuperar. Así que he decidido
recuperar la tierra de mis ancestros.
-
Ahora entiendo, el
parque es lo primero que has recuperado.
-
Eres muy inteligente
escritor.
-
¿Y cuál será tu
siguiente conquista?
-
El parque de la otra
avenida pero tengo que prepararme porque en ese parque merodean más indios.
Cuando salgó a comprar el pan por las noches los veo agrupados fumandola pipa
de la paz.
-
¿La pipa de la paz?
-
Sí. Se están uniendo
para enfrentarme y quitarme el único territorio que he recuperado.
-
¿Deben ser muchos por
lo que dices?
-
Bastantes pero tengo
una estrategia para matarlos a todos.
-
Así, cuéntame.
-
Pero será difícil que
me entiendas porque no vez televisión.
-
Pero leo periódico.
-
Tienes razón.
-
En la televisión
pasan noticias en donde hay gente que pone bombas en los carros y los hace
explosionar a las afuera de las casa de los indios. Mueren muchos de ellos. No
necesitas disparar. Pero hay un problema.
-
¿Cuál?
-
No tengo dinero para
comprar explosivos ni un carro.
-
Es por eso que
asaltas a los que entran a tu territorio.
-
No los asalto. Pagan
por sentarse en mis bancas y mirar el atardecer.
-
Con lo que me dices
no creo que mucha gente quiera darte dinero para que mates indios a esa
proporción.
-
Sí. Yo he escuchado
que mucha gente dice cómo quisiera matar a esos indios de mierda. A ellos les pediré
dinero para mi guerra.
-
Por lo que me dices
parece que no tengo salida. Tendré que darte el poco dinero que traigo en los
bolsillos.
-
Ya te conté la causa.
Sí mañana vienes a mi parque trae más dinero.
-
Pero tengo poco
dinero para darte.
-
Pero tienes libros.
Puedes venderlos.
-
¿Alguien más te ha
dado dinero?
-
En la mañana llegaron
unos jóvenes y se pusieron a jugar futbol. Me acerqué y les expliqué porque
tenían que pagarme por jugar en mis tierras. Primero se rieron y luego uno de
ellos saco unas monedas y me dijo que me daría más si les decía quién vivía en
la casa de al frente. Pero sabes una cosa.
-
¿Qué?
-
Ellos también eran
indios.
-
¿Cómo te diste
cuenta?
-
Por el color de su
piel y como vestían. Uno de ellos parecía que era su jefe porque después de
jugar se pusieron a discutir y a escribir en un cuaderno rojo lo que
conversaban. Cuando me acerqué a ellos lo cerraron y me empezaron a preguntar por
mi vecino del edificio del enfrente.
-
¿Y qué le dijiste?
-
Todo lo que sabía. Me
dieron muchas monedas por solo decirle que era el capitán Juan de Dios de la
Romaña.
-
¿Te preguntaron algo
más?
-
Sí. ¿Quién vivía con
él?
-
Y tú que les
respondiste.
-
Que vivía con su
esposa la señora Pochita y sus dos hijas: Marimar y Maricruz. Luego me
preguntaron si mis padres eran sus amigos y yo les respondí que sí y que mi
mamá regularmente iba a su casa para conversar con la señora Pochita.
-
¿Qué más te
preguntaron?
-
Sí el señor Juan Dios
se encontraba todas las mañanas en su casa. Yo les dije que sí porque la última
vez que acompañé a mi mamá escuché decir al señor que le habían dado vacaciones.
Se comportaban raros los indios porque escribían todo lo que les decía. Después
se acercó la heladera que también era india y me regalo un helado. Me hizo
desconfiar porque pensé que el helado estaba envenado pero por sus ojos
comprendí que eran indios diferentes. Estos eran unos buenos indios.
-
Sabes una cosa
vaquero
-
¿Qué cosa?
-
Yo también he
observado que esos jóvenes están toda la mañana jugando fútbol pero
disimuladamente observan a tu vecino. Al final de la mañana se reúnen debajo de
la copa del árbol y empiezan a discutir y apuntar sus ideas en su cuaderno
rojo.
-
¿Desde cuándo están
jugando en mi territorio?
-
De hace una semana.
Todo esto es bien raro.
-
¿Tú te sientas,
también, en las mañanas en el parque?
-
Solo lo hago al
atardecer pero esta última semana lo hice en la mañana porque me sentía
bloqueado.
-
¿Bloqueado?
-
Me refiero a que no
se me ocurría ninguna idea para continuar escribiendo mi novela.
-
¿De qué se trata tu
novela?
-
No lo entenderás.
-
Sí lo entenderé
porque veo televisión.
-
Me había olvidado,
tiene razón. Mi novela trata sobre un hombre que descubre que lo están
vigilando desde el edificio del frente.
-
No necesito haber
visto televisión para entender lo que me acabas de decir.
-
Lo que pasa es que el
hombre vigilado es un ex oficial de la policía que ha trabajado para un grupo
secreto del gobierno que se dedicaba a matar a personas específicas.
-
Entonces lo van a
matar al policía porque sabe mucho.
-
Exacto
-
Pero quién lo matará.
-
Ese es el problema de
la novela. El hombre cree que los persiguen los terroristas pero lo que quieren
matarlo, realmente, es otro grupo paramilitar, que quiere acabar con las
pruebas que sindiquen al gobierno como el culpable de violar los derechos civiles.
-
Ahora si no te
entiendo.
-
No me dijiste que
veías televisión.
-
Si pero no sé qué
significa paramilitares ni terroristas.
-
Te lo voy a explicar.
-
Paramilitares son
vaqueros que matan a vaqueros que saben mucho y los terroristas son los que
matan a vaqueros e indios aunque ellos sean indios.
-
Lo entiendo. Pero
esas cosas que me cuentas no pasa por acá. El problema que tenemos que
solucionar es entre indios y vaqueros. No de lo que dices.
-
Tienes razón.
-
¿Y dónde escuchaste
esa rara historia?
-
No lo escuché, lo leo
en los periódicos.
-
De ahí copiastela
historia.
-
No de ahí partió la
historia.
-
¿Y eres muy conocido?
-
No lo sé porque la
gente olvida muy rápido. Hoy puedes ser famoso, mañana ya no lo eres.
-
Para mí los famosos
solo salen en la televisión y como tú no has salido no lo eres.
-
Tienes razón pero es
mejor no ser famoso.
-
¿Por qué?
-
Porque a nadie le
importas. Puede hacer lo que te plazca y nadie pondrá atención en tus actos. No
lo crees.
-
Estás equivocado
vaquero. Yo si quiero ser famoso. Mi sueño es salir en todos los noticieros de
todos los canales del país. Convertirme en un vaquero famoso.
-
Ya no podrás caminar
solo por la calle.
-
Eso no importa. Me
acompañarán más vaqueros que cuidarán mi vida.
-
Eso suena muy bien
vaquero pero creo que debes ir a tu casa. Nadie más vendrá al parque. Mañana te
levantas temprano y cobras a los que se sienten en tus bancas.
-
Tienes razón pero
olvidas pagarme.
Saqué dos monedas de mi
bolsillo y se lo puse en la palma de su mano.
-
Escritor, vendrás en
la mañana.
-
No lo sé. Trataré de
escribir y cuando me canse de escribir bajaré al malecón para seguir
conversando.
-
No olvides traer tu
dinero. No quiero matarte. Me caes bien escritor.
-
Entonces tomaré tu
consejo y venderé un par de libros para pagarte.
-
Eres muy inteligente,
escritor.
Me levanté de la banca y me
dirigí en dirección a mi departamento. El niño tomó el camino contrario y se
perdió en dirección a la llama roja que se enciende en el cielo como presagio
de la muerte del día.
Los apuntes de mi novela
están tendidos sobre la cama. Me pongo a pensar en los jóvenes que juegan toda
la mañana fútbol a fuera del edificio, en el coronel Juan de Dios de la Romaña,
en el carro de policía que siempre se estaciona frente al edificio y en el niño
vaquero. Vuelvo a leer mis apuntes y los recortes de periódicos. Los ordeno y
empiezo a encontrar una lógica que no había percibido cuando escribía mi
novela. Enciendo el ordenador y reescribo el último capítulo que desencadenaría
aquellos hechos que los había anotado y descrito en mi libreta de apuntes.
Empecé a escribir guiado,inconscientemente, por un hilo argumentativo que había
rechazado al inicio. La novela empezó a tomar otro matiz, otro camino que había
obviado por un momento. Era cuestión de días para terminar el texto. Iba a ser
una estupenda novela. La imagen de ese escritor fracasado se había diluido esa
tarde. Cierro el ordenador y me dirijo a mi cama. Son las cinco de la mañana. Se
me viene a la cabeza el recuerdo del vaquero, con su arma de juguete,
apuntándome a la cabeza. Me quedó dormido.
El estruendo de la dinamita
me despertó. Los vidrios de mi ventana estallaron a pedazos. Disparos al cielo
se escuchan a lo lejos. El sonido de las sirenas de los patrulleros hace
presentir lo peor. El humo del estallido contamina mi departamento. Nervioso me
acerco a mi ventana y veo como el carro de los helados estalla contra el carro
de la policía. Los jóvenes, que jugaban
fútbol por la mañana, corren sin dirección con una ametralladora en sus manos.
Los gritos de los transeúntes se confunden con las balas. A los lejos veo
tirado en el pasto el sombrero de vaqueros de puntas largas que ayer
ensombreció el sol de la tarde.Sabía lo que iba a suceder. La novela está terminada.
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