Alan Paul Oyola Flores: El Vaquero.

23 diciembre 2015

III Concurso Regional de Cuento y Poesía 2015. Filomeno Zubieta Nuñez. Tercer Lugar Categoria Cuento.

Santa Rita
El vaquero

-          ¡Arriba las manos!
Levanté la mirada y frente a mí se erigía un niño con una camisa a cuadros, un pantalón de vaqueros y un sombrero de alas anchas que ensombrecía el sol de la tarde. En sus manos lleva dos pistolas de juguete que había desenfundado de su cinturón.
-          No has escuchado. ¡Arriba las manos!
Lo miré y levanté las manos.
-          ¿Qué pasa?
-          El parque es de mi propiedad y si quieres sentarte en una de sus bancas debes pagarme.
-          ¿Tu parque?
-          Sí, mi parque.
-          Nadie es dueño del parque. Además si tú lo fueras hubiese una señalización que constate que eres el dueño. No veo tu nombre por ningún lado.
-          Ayer se los arrebate a los indios así que desde hoy soy dueño de todo lo que vez.
-          No lo sabía.
-          Si quieres sentarte en esta banca debes darme tu oro sino te mataré.
-          ¿Oro? No tengo oro pero si monedas en mi bolsillo.
-          ¿Qué tipo de monedas?
-          Las que tu padre usa cuando va al supermercado.
-          Bueno. Dámelas y no te mataré.
-          ¿Eso es una amenaza?
-          Sí. Son tiempos de guerra.
-          ¿Tiempos de guerra?
-          Acaso no vez la televisión.
-          No tengo televisión.
-          Entonces cómo te diviertes.
-          Leo libros.
-          ¿Lees libros?
-          Y para qué te sirven leer libros sino te pagan por leerlos. Yo, en cambio, me estoy dedicando a recuperar mis tierras paraluego alquilarlas. De eso viviré toda mi vida.
-          ¿Puedo bajar las manos?
-          Puedes bajarlas pero ten mucho cuidado si tienes la intensión de escapar. Te dispararé si sales corriendo.
-          No te preocupes. Soy consciente que seré un blanco fácil.
-          Eso me pareció muy inteligente vaquero. ¿Y solo lees libros?
-          No también escribo.
-          Eres escritor
-          Sí.
-          ¡Qué aburrido!Aunque tengo una idea
-          ¿Qué idea?
-          Porque no escribes un libro sobre un vaquero muy valiente que conquistó todos estos territorios y mató muchos indios.
-          Un buena idea pero no conozco ningún vaquero que guarde esas descripciones.
-          Lo estás viendo.
-          ¿Quién?
-          Yo tonto. Eres escritor pero parece que no eres tan inteligente como me imaginaba.
-          ¿Tú?
-          Sí. Todo el mundo comprará tu libro y tendrás mucho dinero. Y yo me convertiré en el vaquero más temido de todo el mundo. No será necesario matar más indios. Ellos me buscarán para entregarme sus tierras.
-          ¿Por qué tienes que matar a los indios?
-          Porque mi mamá me ha narrado que lo indios nos quitaron nuestras tierras hace muchos años y debemos vengarnos de ellos.
-          ¿Tú mamá te ha dicho eso?
-          Sí. Mi mamá me ha relatado que éramos dueños de muchas tierras pero un día los indios se las quitaron a sus padres y no la volvieron a recuperar. Así que he decidido recuperar la tierra de mis ancestros.
-          Ahora entiendo, el parque es lo primero que has recuperado.
-          Eres muy inteligente escritor.
-          ¿Y cuál será tu siguiente conquista?
-          El parque de la otra avenida pero tengo que prepararme porque en ese parque merodean más indios. Cuando salgó a comprar el pan por las noches los veo agrupados fumandola pipa de la paz.
-          ¿La pipa de la paz?
-          Sí. Se están uniendo para enfrentarme y quitarme el único territorio que he recuperado.
-          ¿Deben ser muchos por lo que dices?
-          Bastantes pero tengo una estrategia para matarlos a todos.
-          Así, cuéntame.
-          Pero será difícil que me entiendas porque no vez televisión.
-          Pero leo periódico.
-          Tienes razón.
-          En la televisión pasan noticias en donde hay gente que pone bombas en los carros y los hace explosionar a las afuera de las casa de los indios. Mueren muchos de ellos. No necesitas disparar. Pero hay un problema.
-          ¿Cuál?
-          No tengo dinero para comprar explosivos ni un carro.
-          Es por eso que asaltas a los que entran a tu territorio.
-          No los asalto. Pagan por sentarse en mis bancas y mirar el atardecer.
-          Con lo que me dices no creo que mucha gente quiera darte dinero para que mates indios a esa proporción.
-          Sí. Yo he escuchado que mucha gente dice cómo quisiera matar a esos indios de mierda. A ellos les pediré dinero para mi guerra.
-          Por lo que me dices parece que no tengo salida. Tendré que darte el poco dinero que traigo en los bolsillos.
-          Ya te conté la causa. Sí mañana vienes a mi parque trae más dinero.
-          Pero tengo poco dinero para darte.
-          Pero tienes libros. Puedes venderlos.
-          ¿Alguien más te ha dado dinero?
-          En la mañana llegaron unos jóvenes y se pusieron a jugar futbol. Me acerqué y les expliqué porque tenían que pagarme por jugar en mis tierras. Primero se rieron y luego uno de ellos saco unas monedas y me dijo que me daría más si les decía quién vivía en la casa de al frente. Pero sabes una cosa.
-          ¿Qué?
-          Ellos también eran indios.
-          ¿Cómo te diste cuenta?
-          Por el color de su piel y como vestían. Uno de ellos parecía que era su jefe porque después de jugar se pusieron a discutir y a escribir en un cuaderno rojo lo que conversaban. Cuando me acerqué a ellos lo cerraron y me empezaron a preguntar por mi vecino del edificio del enfrente.
-          ¿Y qué le dijiste?
-          Todo lo que sabía. Me dieron muchas monedas por solo decirle que era el capitán Juan de Dios de la Romaña.
-          ¿Te preguntaron algo más?
-          Sí. ¿Quién vivía con él?
-          Y tú que les respondiste.
-          Que vivía con su esposa la señora Pochita y sus dos hijas: Marimar y Maricruz. Luego me preguntaron si mis padres eran sus amigos y yo les respondí que sí y que mi mamá regularmente iba a su casa para conversar con la señora Pochita.
-          ¿Qué más te preguntaron?
-          Sí el señor Juan Dios se encontraba todas las mañanas en su casa. Yo les dije que sí porque la última vez que acompañé a mi mamá escuché decir al señor que le habían dado vacaciones. Se comportaban raros los indios porque escribían todo lo que les decía. Después se acercó la heladera que también era india y me regalo un helado. Me hizo desconfiar porque pensé que el helado estaba envenado pero por sus ojos comprendí que eran indios diferentes. Estos eran unos buenos indios.
-          Sabes una cosa vaquero
-          ¿Qué cosa?
-          Yo también he observado que esos jóvenes están toda la mañana jugando fútbol pero disimuladamente observan a tu vecino. Al final de la mañana se reúnen debajo de la copa del árbol y empiezan a discutir y apuntar sus ideas en su cuaderno rojo.
-          ¿Desde cuándo están jugando en mi territorio?
-          De hace una semana. Todo esto es bien raro.
-          ¿Tú te sientas, también, en las mañanas en el parque?
-          Solo lo hago al atardecer pero esta última semana lo hice en la mañana porque me sentía bloqueado.
-          ¿Bloqueado?
-          Me refiero a que no se me ocurría ninguna idea para continuar escribiendo mi novela.
-          ¿De qué se trata tu novela?
-          No lo entenderás.
-          Sí lo entenderé porque veo televisión.
-          Me había olvidado, tiene razón. Mi novela trata sobre un hombre que descubre que lo están vigilando desde el edificio del frente.
-          No necesito haber visto televisión para entender lo que me acabas de decir.
-          Lo que pasa es que el hombre vigilado es un ex oficial de la policía que ha trabajado para un grupo secreto del gobierno que se dedicaba a matar a personas específicas.
-          Entonces lo van a matar al policía porque sabe mucho.
-          Exacto
-          Pero quién lo matará.
-          Ese es el problema de la novela. El hombre cree que los persiguen los terroristas pero lo que quieren matarlo, realmente, es otro grupo paramilitar, que quiere acabar con las pruebas que sindiquen al gobierno como el culpable de violar los derechos civiles.
-          Ahora si no te entiendo.
-          No me dijiste que veías televisión.
-          Si pero no sé qué significa paramilitares ni terroristas.
-          Te lo voy a explicar.
-          Paramilitares son vaqueros que matan a vaqueros que saben mucho y los terroristas son los que matan a vaqueros e indios aunque ellos sean indios.
-          Lo entiendo. Pero esas cosas que me cuentas no pasa por acá. El problema que tenemos que solucionar es entre indios y vaqueros. No de lo que dices.
-          Tienes razón.
-          ¿Y dónde escuchaste esa rara historia?
-          No lo escuché, lo leo en los periódicos.
-          De ahí copiastela historia.
-          No de ahí partió la historia.
-          ¿Y eres muy conocido?
-          No lo sé porque la gente olvida muy rápido. Hoy puedes ser famoso, mañana ya no lo eres.
-          Para mí los famosos solo salen en la televisión y como tú no has salido no lo eres.
-          Tienes razón pero es mejor no ser famoso.
-          ¿Por qué?
-          Porque a nadie le importas. Puede hacer lo que te plazca y nadie pondrá atención en tus actos. No lo crees.
-          Estás equivocado vaquero. Yo si quiero ser famoso. Mi sueño es salir en todos los noticieros de todos los canales del país. Convertirme en un vaquero famoso.
-          Ya no podrás caminar solo por la calle.
-          Eso no importa. Me acompañarán más vaqueros que cuidarán mi vida.
-          Eso suena muy bien vaquero pero creo que debes ir a tu casa. Nadie más vendrá al parque. Mañana te levantas temprano y cobras a los que se sienten en tus bancas.
-          Tienes razón pero olvidas pagarme.
Saqué dos monedas de mi bolsillo y se lo puse en la palma de su mano.
-          Escritor, vendrás en la mañana.
-          No lo sé. Trataré de escribir y cuando me canse de escribir bajaré al malecón para seguir conversando.
-          No olvides traer tu dinero. No quiero matarte. Me caes bien escritor.
-          Entonces tomaré tu consejo y venderé un par de libros para pagarte.
-          Eres muy inteligente, escritor.
Me levanté de la banca y me dirigí en dirección a mi departamento. El niño tomó el camino contrario y se perdió en dirección a la llama roja que se enciende en el cielo como presagio de la muerte del día.
Los apuntes de mi novela están tendidos sobre la cama. Me pongo a pensar en los jóvenes que juegan toda la mañana fútbol a fuera del edificio, en el coronel Juan de Dios de la Romaña, en el carro de policía que siempre se estaciona frente al edificio y en el niño vaquero. Vuelvo a leer mis apuntes y los recortes de periódicos. Los ordeno y empiezo a encontrar una lógica que no había percibido cuando escribía mi novela. Enciendo el ordenador y reescribo el último capítulo que desencadenaría aquellos hechos que los había anotado y descrito en mi libreta de apuntes. Empecé a escribir guiado,inconscientemente, por un hilo argumentativo que había rechazado al inicio. La novela empezó a tomar otro matiz, otro camino que había obviado por un momento. Era cuestión de días para terminar el texto. Iba a ser una estupenda novela. La imagen de ese escritor fracasado se había diluido esa tarde. Cierro el ordenador y me dirijo a mi cama. Son las cinco de la mañana. Se me viene a la cabeza el recuerdo del vaquero, con su arma de juguete, apuntándome a la cabeza. Me quedó dormido.

El estruendo de la dinamita me despertó. Los vidrios de mi ventana estallaron a pedazos. Disparos al cielo se escuchan a lo lejos. El sonido de las sirenas de los patrulleros hace presentir lo peor. El humo del estallido contamina mi departamento. Nervioso me acerco a mi ventana y veo como el carro de los helados estalla contra el carro de la policía. Los jóvenes, que  jugaban fútbol por la mañana, corren sin dirección con una ametralladora en sus manos. Los gritos de los transeúntes se confunden con las balas. A los lejos veo tirado en el pasto el sombrero de vaqueros de puntas largas que ayer ensombreció el sol de la tarde.Sabía lo que iba a suceder. La novela está terminada. 

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