Estoy a la distancia de un
olvido,
con la mente en blanco,
las manos resecas,
las lágrimas en surcos
viejos.
No hay tragedia en los
recuerdos,
solo espacio y distancia.
Un tiempo eterno
escurriéndose entre los dedos.
Estoy a la distancia de tres
pasos
sofocando la mirada ausente,
el sentimiento ausente,
la piel doliendo a gritos,
sudando el humor triste
de una mirada indiferente.
Un orgullo vertical me sostiene,
me hace fuerte.
Me cruzo a la distancia del
olvido,
y resguardo al corazón de las
pedradas
de la cantera del
cinismo
cuando apareces
ofreciendo caricias descompuesta
con el vaho de la desilusión.
Y aunque deseas volver a amarme
estoy a la distancia de un
adiós.
Carmen Amaralis Vega Olivencia
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