Estanislao Zuleta: sus conferencias A 25 años de su muerte

03 marzo 2015

Estanislao Zuleta
 Por Fabio Jurado Valencia
 En la década de 1970 Cali es el epicentro de los movimientos culturales. Pero no hay movimiento cultural sin movimiento político. Todo movimiento político deviene de corrientes de pensamiento filosófico. Entonces cultura, política y pensamiento filosófico constituyen un solo cuerpo, son interdependientes; podría plantearse también que el movimiento político y el pensamiento filosófico se encarnan en la cultura o la hacen posible. En la cultura ubicamos las fuerzas del arte pictórico, de la música, la literatura, el teatro y la tradición popular. En la política, para nuestro caso, la militancia de izquierda y sus grandes debates. En el pensamiento filosófico tiene un lugar preponderante la epistemología y el psicoanálisis.
En estos oleajes se movió el discurso oral de Estanislao Zuleta. Es el conferencista emblemático, el catedrático sin títulos que llena auditorios, el conversador que convoca al corrillo, el intelectual que es sujeto de consulta para mediar en los desacuerdos. Ciertas fuerzas apuntaladas en los efectos del festival de las artes de Cali propiciaron la interlocución con otros que habían regresado de las universidades francesas. La Universidad del Valle, en la sede de San Fernando, y la Universidad Santiago de Cali, cuando no era estrictamente privada, son los escenarios para escuchar y discutir con Zuleta. Cali fue el nicho donde Zuleta, oriundo de Medellín, encajó con sus posiciones filosóficas innovadoras, pues no cabía en otro lugar, en un momento en el que todos preguntábamos, porque todos escuchábamos, y escuchábamos porque leíamos y leíamos no para cumplirle a la academia sino para discutir en las células de la militancia y para alimentar los alegatos en los cafés y las cantinas. Había horizontes intelectuales sin importar si eso serviría para algo práctico. Y siempre la figura de Zuleta estaba allí como una recurrencia argumentativa para interpretar una película, una novela, un poema, una pieza de teatro, un tango o un bolero.
Con las disertaciones orales de Zuleta constatamos cómo la escritura está en el lector aunque no escriba. El buen lector escribe sus representaciones mentales cuando habla; es el caso de Zuleta. Su obra proviene de la labor de los amanuenses; ya sea con las grabaciones de las conferencias o las grabaciones de las conversaciones o de sus disertaciones pedagógicas, quienes toman esos registros para la transcripción solo hacen eso: transcriben y hacen explícitos los signos de puntuación y los conectores en la segmentación que presupone la escritura cuando se hace pública; un halo de universalidad respiraba a través de su voz, era pues una voz escrita en la voz oral.
Por lo que sabemos, Zuleta no tenía la paciencia para corregir las transcripciones quizás porque su fogosidad intelectual trastornaría lo ya dicho; son compulsiones de un hombre acosado por las ideas y que hace del lenguaje oral una fiesta, como lo dice respecto a la lectura de la Historia del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, en esa conferencia magistral, la más iluminadora para los maestros: “Sobre la lectura”. Toma las palabras de Marx y nos hace sentir la necesidad de leer El Capital y la Crítica del programa de Gotha; evoca las ideas de Nietszche, las del Zaratustra, y nos hace ver que algo nos falta para asumir la investidura del lector crítico; vuelve sobre Freud y nos ayuda a comprender la complejidad de la condición humana, a la vez que nos orienta sobre cómo el psicoanálisis no solo contribuye en los análisis del arte sino que nos ayuda a vivir y a comprender al Otro, cuando lo estudiamos.
“Sobre la lectura” es una conferencia de 1974, dictada en Medellín, que repite en 1978 en Bogotá. Cita allí a Mijail Bajtin, particularmente su estudio sobre Dostoievsky, cuando apenas este teórico/filósofo ruso comenzaba a ser traducido a las lenguas romances. Se presume que Zuleta leyó las primeras traducciones francesas y en consecuencia pudo acceder a los planteamientos de Bajtin en ese ir y venir de los libros que caracterizó a la década de 1970 en Cali, enlazada con Argentina, México y España; será el primer colombiano en introducir las ideas de Bajtin para cohesionar su propio pensamiento, provocar desde los principios de la heterodoxia en la comunicación, la democracia, el carnaval y resaltar el carácter polifónico de las obras literarias en las que el autor permite la autonomía ideológica de sus criaturas de ficción, como observará Zuleta en la obra de Thomas Mann.
En el campo de la crítica literaria, entendida como una vía para la formación de lectores –fue la pretensión de Zuleta, más que aportar a la historia de las literaturas- el estudio sobre la vida y la obra de Thomas Mann (25 conferencias) ilustra el trabajo hermenéutico sobre textos altamente simbólicos, como La montaña mágica, y tácitamente diserta para aquellos destinatarios de distintas profesiones que buscan en la literatura respuestas a sus dilemas. El caso, por ejemplo, de los médicos y de las enfermeras, es una presencia en sus reflexiones: lo que ocurre en el sanatorio en La montaña mágica, con las patologías de unos y otros; la enfermedad es descanso, refugio y fuga, dirá respecto al protagonista de la novela de Mann. Zuleta dedica gran parte de estas conferencias a mostrar una especie de psicopatología en las enfermeras y los médicos y en las relaciones con sus pacientes, separados por las percepciones sobre la vida, la enfermedad y la muerte. Pero también hay un lugar para los ingenieros –el protagonista es un joven ingeniero naval-, los músicos –en lo profundo de la novela se perciben los tonos de Wagner- y los abogados –siempre asociados con la propiedad-. De allí el interés de los profesionales de distintos ámbitos en las conferencias de Estanislao Zuleta, en las décadas de 1970 y 1980.
Unos meses antes de su muerte en Cali, acaecida el 17 de febrero de 1990, con Gabriel Alzate visitamos a Zuleta; conversamos sobre la situación política del país; era notable la melancolía y la nostalgia; Cali ya no era la ciudad de los 70; los interlocutores fuertes se habían dispersado: unos hacia el extranjero, otros hacia los partidos tradicionales, otros hacia el narcotráfico, otros hacia los movimientos guerrilleros y otros enloquecieron o se aislaron. Hoy podemos decir que Zuleta murió de una aguda melancolía por la situación de la ciudad y el país.
*Ensayista y catedrático colombiano

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