II CONCURSO DE POESÍA Y CUENTO 2014 "JUAN BENAVENTE"

15 enero 2015

SEGUNDO LUGAR
CUENTO
AUTOR: GUARDA CELESTINO AGUSTIN AUGUSTO BENIGNO
TITULO:
 UN AMIGO EN PARIRÁN

La manera en la que retomé mi amistad con Clemente es poco común, él ya no me hablaba, nuestra amistad se había roto de una manera inexplicable, pero yo siempre veía en él a una persona admirable, interesante y digna de respeto. Me habían contado que él se había autoexiliado en mi ciudad por motivos políticos, que había formado una resistencia en contra del alcalde de su ciudad natal, para algún día derrocarlo, pero lo que más me motivo a acercarme a él fue su historia familiar. Era algo muy peculiar. Él vivía en Parirán, un pueblo pequeño, ubicado en la parte sierra del Perú, tenía unos terrenos que habían sido repartidos por la comunidad, donde vivía con su familia. Hasta ahí todo normal. Pero él mismo me contó alguna vez (cuando éramos amigos), que vivía con su madre y dos papás. ¡Sí, dos padres!. ¡En una casa!, no lo llegue a comprender del todo.
Sí, vivo con dos papás. Mi mamá se había casado con Felipe  (uno de sus padres), pero después del matrimonio pelearon y entonces ella tuvo un encuentro fugaz con Roberto (su otro papá), ella después se amistó con Felipe y nací yo. Pero Roberto me reclamó como su hijo, alegando que él había tenido relaciones con mi mamá. Mi madre no lo negó y lo aceptó, pero Felipe no se quedaría atrás y le dijo a Roberto que ella también había sido su mujer y al no ponerse de acuerdo y no tener dinero para el ADN, mi madre los convenció para que los dos se hicieran responsables de mí, como padres y que podríamos vivir juntos, los tres, me explicaba Clemente, recuerdo haber quedado atónito y con unas ganas de estallar en una carcajada que alborotarían a las pocas palomas que se habían posado en la ventana del salón, pero me aguanté.
Por eso me cayó bien. Pero después nuestra amistad se deterioró, se avinagro de una forma inconfesable.
Alonso, Darío y Clemente siempre se reunían, sentados en una esquina del salón, juntaban sus carpetas en forma circular y conversaban sobre la actualidad de nuestra paupérrima política nacional y local.  Yo era un asiduo asistente a  esas reuniones, pero me acuerdo que en esa época me dediqué a leer y escribir, dejé la política traicionera, desleal y ponzoñosa a un lado. La política me distrae, me obnubila de lo que realmente es importante, pero hubo un tiempo, que cuando alguien hablaba de política mi cuerpo se estremecía de una forma inexplicable, no podía dormir sin antes no leer un periódico o ver un programa político, era una de mis pasiones. Cada vez que alguien hablaba de política, paraba la oreja como un perro chusco, me adentraba a las conversaciones y siempre defendía mis ideas, así fuesen una aberración.
Me gustaba ese circo pérfido de bribones, charlatanes y embusteros, me ganaba mis buenas zarandeadas y salivazos de mis profesores y compañeros, porque creían que era un vendido al sistema, un arlequín del grupo Romero, un espía de la derecha infiltrado en la universidad, por eso también decidí dejar de hablar de política, escuchar política y leer política. Además encontré en escribir mis ficciones truculentas, una mejor manera de perder mi tiempo.
Pero ese día no sé en realidad porqué decidí escucharlos. Yo había llegado a clases tarde (como siempre), el profesor no había llegado y justo me había sentado en el lugar donde ellos hacían sus reuniones, entonces los escuché hablar. Lo hacían con voz baja algo así como si fuesen políticos retirados, viejos, avinagrados, con la paranoia de estar siendo perseguidos y espiados por los yanquis y sus servicios secretos.
Así, pues, me les acerqué, Clemente alzó la vista de la mesa y se volvió hacia mí, no dijo nada y continúo hablando. Todavía se sentía la resaca en el aire del día anterior, hablaban del circo barato que habían montado un presidente regional cuestionado y unos periodistas lambiscones y acomedidos y gente que no tenían nada ver, que seguramente eran asalariados por este presidente regional cuestionado. Uno de los motivos por el cual dejé la política fue ése, es imposible escribir si estas metido en ese carnaval de barbaros y truhanes.
 Las mentiras tienen patas cortas, ya era hora que descubran a esa rata y sus mermeladas, yo ya sabía que esto iba a suceder en cualquier momento, decía Alonso, con ese aire de sabihondo y potente voz de barítono que lo identificaba.
Sí, tienes toda la razón, pero para eso tuvo que pasar un tiempazo, y yo, ¡Ya no soporto más a ese pendejo!, Clemente contestó, con un gesto desdeñoso. ¿Y cómo esta Parirán?, ¿Ya terminaron el canal de regadío?, preguntaba Alonso, como si no hubiera escuchado a Clemente. Yo solo los miraba, junto al pequeño Darío. La escena se parecía mucho a un  programa de entrevistas, donde Alonso era el entrevistador y Clemente, con el pelo recortado como si fuese militar, el entrevistado, yo era un panelista tímido que de vez en cuando hacía preguntas impertinentes, Darío era un espectador de lujo. 
Ese canal es un robo, una vergüenza, el Julio, (el alcalde de Parirán), junto con la rata del Pedro (el presidente de la región), le han visto la cara a mis paisanos, le han metido la mano al bolsillo a toda esa gente ignorante, que encima lo van a reelegir.
 ¿Por qué?, preguntaba Alonso. Ellos mismos terminaron el canal de regadío, porque necesitaban el agua para su cosecha con urgencia, y el serrano (así le decía al alcalde) no les dio ni un céntimo, ni un vaso de agua, dijo Clemente, en su voz se notaba un rencor que no lo había escuchado antes, en nadie.
Niños, jóvenes, ancianos trabajaban para terminar ese bendito canal. Yo lo interrumpo dominado por una gran indignación y le digo: ¡¿No les pagaron nada?!. Nada, ni un pancito con té, me respondía Clemente, en ese momento pensé que no me iba a contestar, pero habrá visto en mis ojos un verdadero interés, y por eso me soltó esa respuesta.
Sabes tú pequeño distrito se debería unir con el mío y juntos haríamos grandes cosas, acabaríamos con la corrupción que se ha enquistado en tu pueblo y sacaríamos a patadas a esa basura del Julio, nos decía Alonso con una voz ominosa.
Sí, pero ustedes tendrían el control de todo, nosotros seríamos un pueblecito dentro del tuyo, se aprovecharían de nosotros, además el serrano se ha enseñoreado en Parirán y prácticamente es su chacra, hace y deshace como quiere, le respondía Clemente, alzando la voz por encima del silbido de uno de los fluorescentes del salón que estaba fallando.
Ya me encontraba de regreso, me sentía integrado al grupo otra vez, sentía que Clemente tomaba en cuenta mis opiniones y escuchaba con interés mis preguntas, pero yo quería saber más, así que le pregunté: Y tú… ¿Por qué  ya no vas a Parirán? , hace mucho tiempo que te veo pasando las vacaciones aquí.
La última vez que fui a Parirán fue hace ocho meses, había ido a la asamblea extraordinaria. Toda la gente estaba allí, en donde darían cuentas y verían el presupuesto del año siguiente, el Julio y el Pedro.
El Julio mostraba unas cifras de espanto ese serrano en el balance del año, en una parte del presupuesto gastado del año, había puesto que en la construcción del canal había gastado el dinero en pagarle por nueve meses a los trabajadores para terminar ese canal,  que  había comprado una camioneta, en donde el ingeniero se podría movilizar por Parirán, pero yo nunca vi la camioneta y nunca vi al ingeniero, entonces me paré y desafiante lo encaré y le dije:!De qué demonios estás hablando si todos sabemos que el canal lo terminaron los campesinos de la comunidad, a mí no me vas a ver la cara de tarado!, ¡Ratero!.
Yo pensé que me apoyaría el pueblo, que se levantaría ante esta corrupción, pero no.
Me abuchearon y me insultaban, como si yo fuese el verdadero ladrón. Me decía Clemente, mientras ensombrecía su rostro con una expresión acongojedora y seguía: Pero lo que más me dolió y es el motivo por el cual nunca más iré, hasta que termine la universidad, es que mi propia familia, mis padres y mi mamá me abucheaban, me decían que me callara y que me fuera. Ya me habían contado que el serrano les había pagado cincuenta y  setenta soles a la población para callar opiniones y hacerse los idiotas, pero no lo quería creer. Que se hayan vendido, por unos cuantos soles. Es algo que hasta ahora no lo puedo creer, me decía con una voz que escondían un odio encarnizado. Abrazado por la ira y el rencor me seguía contando: Pero algún día volveré y lo sacaré a patadas, de eso tienes que estar seguro, lo prometo por mis hermanos, para que tengan un futuro mejor que el mío. Su voz revelaba que ya no estaba molesto conmigo. De pronto sacó una cartera de bolsillo y nos mostró una foto de sus hermanitas, son unas chicas muy monas, dijo Alonso sobriamente pasándole la foto a Darío, que sonrió y se la devolvió a Clemente.

Nunca había conocido a alguien como él, era de izquierda pero me caía bien, notaba seguridad en sus palabras, y por eso lo admiraba, ahora me sigue contando sus promesas que para mí son casi una quimera, yo lo escucho fascinado, hablamos más  y algo en mi renace y se estremece cuando hablamos de política, me contaba que no veía hacía tiempo a sus hermanitas y cuando lo hace se le ensombrece la mirada y le quiebra la voz, lo siento en el alma por él.
Ahora yo solo escucho sus historias plagadas de atrocidades hechas por estos bribonzuelos y lo animo a que desista de su plan, que seguramente acabarán con él, pero el rehúsa a esa opción y entonces solo me queda decirle, como dicen los toreros: buena suerte compañero y lo contempló mientras se va. 
Qué ironía, mi profesor de filosofía, al cual respeto mucho, me dijo que la vida política me alejaría de muchos amigos, pero hoy me devolvió a uno, rebelde, que no dudó en revelarse incluso ante las leyes de la vida política y hoy se atreve a seguir siendo mi amigo.



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