POESÍA DE JOSÉ PABLO QUEVEDO‏

23 enero 2013

Queridos Poetas del Mundo

Alguien me preguntó una vez: Para que sirve la poesía?, y yo le contesté, haciendome también de las palabras y razonamientos de aquellos poetas que luchamos por conquistar la paz en este planeta; precisamente la palabra como arte bello, nos sirve para reflexionar y arremeter el tiempo en sus momentos dramáticos, de armonía o de cambio, pues el escritorio es el laboratorio de la idea y allí el poeta plasma un ideal y lucha con la palabra y la acción por forjar un mundo mejor.

Y yo solamente puedo combatir en esta hora en que el poder imperialista desea torcer los destinos de la Humanidad con la palabra hecha poesía y con la solidaridad de la palabra.
Y por eso estoy de acuerdo con vuestros mensajes de solidaridad y vuestras palabras.

Vuestro, José Pablo Quevedo


Arte Regresivo
El corazón del poeta
Una nave que es el corazón
del poeta
entrando a Gaza por sus mares,
y la multicolor bandera solidaria
flamea en las proas de cruceros.

Es la es la eternura de los pueblos en trigo
y en centeno,
es la eternura hecha juguete o libro
o medicamento para niños palestinos.

Pero ante cualquier nube de tormenta
el poeta va montado firmemente en su crucero,
va desafiando la amenaza de los acorazados
y sus cañones.

Entre la calma y la tormenta, el poeta sabe,
que Israel habla de la guerra y de guetos ,
y su habla no es la piedra o la flecha daviniana,
sino son cañones vomitando el estupor
y la muerte a mansalva.

2

Israel hiede a carroña
Israel, vuestro Primer mandatario,
pena con su mandíbula de mentiras,
y su burla es al quinto mandamiento.
Su canibalismo imperialista puede más
y puede más el olor a sepulcro y a carroña,
y puede más el exterminio del hermano,
para darle a su dios el beso de Judas.

Israel, vuestros ministros, son fósiles sepulcrales,
repugnancia que la misma repugnancia odiaría,
y que las mismas hienas se arrepentirían
de haber sido paridas en la crueldad de la noche
de una sola luna.

Israel, vuestros sacerdotes,
son, ahora, homúnculos germinantes
de las probetas testaferras,
reptiles que a la hora de muerte
se inyectan de venenos
y expanden el dolor con bombas racimos.

Israel, tú misma lloraste en tu cautiverio,
y tu dios te dio la paz y el maná del cielo.
Pero el becerro de oro puede más,
y nuevamente te has traicionado,
adorándolo junto a otras proxenetas de lupanares.

 3

Los guetos de las rameras sionistas
Gaza, ciudad dividida en cientos de prisiones,
barras y alambres de púas entre uno y otro paso,
calles bizarras donde el plomo enemigo aún humea,
tierra destrozada en cientos de metros a la redonda.

Las piedras yacen calcinadas por la lluvia del fósforo,
el agua escasea, las madres lloran a sus hijos calcinados.
Lo que quedó en ruinas por los cohetes de la muerte,
nadie lo podrá recomponer,
ni el dios Jehová entregará el maná para los palestinos,
aunque ellos vagan por la franja desde hace cinco años.

El paso les está prohibido de ir de una a otra calle,
los rostros hoscos de una soldadesca sionista lo impide.
Los estandartes ya no son los bemoles del Rey Salomón
para quienes con tiros matan a la gente como a pajaritos.

 4

Gaza o la hora del Poeta contra el Poeta
(El título ha sido tomado de Nora Alarcón)

La línea del mar impresora de imágenes regresivas
nos advierten en las caídas de las crestas de las olas.
Olas que andan con las salidas y puestas de los soles.
Y con las nubes parten. Llevan las ideas que creamos
intuitivamente.

A veces, las nubes altas, ocultan un momento el sol.
Y las olas tienen el brillo de nuestros pensamientos,
el racimo de una ilusión que sembramos ante una acometida,
y la voluntad donde queremos lo imposible.

Nuestras ideas son los totales resultados
de la condensación del tiempo en marcha de las nubes,
ellas no toleran que solamente salga
la sensibilidad del ombligo para abajo en una cuarta.

5

El uranio empobrecido escruta la sonrisa de Simón Pérez
en los campos de la infamia y es el bufet de rameras sionistas.
Los niños que han sido cercenados por bombas racimos,
el plomo caliente en Gaza sirven al canibalismo imperialista.

Entre lo que mide uno y otro poeta frente a esta hora y meta
los yunques de comparación dan una carrera de años luces.
Ya la mente no ocupa solamente la parte sexista.
Entre una y otra orilla los tiempos devienen otros.
Sus caras son olas y bloques de nubes que fluyen y cambian.

Las olas son arrolladoras cuando los pueblos levantan sus puños
Sus gritos de liberación contra las guerras invasoras
se hacen torres altas en crestas de crecidas olas.
Llevan el tiempo a otra faz, aplastan falsas simetrías.
Modelan nuevos sueños, impulsan sus formas de hermandad.
Y toda ilusión la condensa el derecho de vivir en paz.

6

Señor Ministro de Defensa de Israel,
permítanos decirle:
Que sus vagones de muerte
son raudos
y la muerte danza ante los oasis
y sobre las arenas y ciudades.

La carroña es la ley de los halcones
aún en este inalcanzable color de verano.

 7

El último fragmento no será la estrella
El último fragmento no será la estrella,
no será el dolor o risa invertida,
ni será el parir de huevos de reptiles.
Con fósiles, !ya basta, y sus eructos apocalípticos!
Acaso no fue parida una bomba
en los laboratorios de los Estados Unidos,
y experimentada en miles de cuerpos.
Acaso no quemó la radiación de una cloaca química
e hizo volar la tierra a otras tierras.
Y no fue el televisor, acaso,
a conocer aquellas maniobras.
Los generales no disparan.
Hay suficiente carne de cañón,
para quien nos habla de la „Madre Patria“,
y escupe el universo con los dientes,
y aplasta las rosas con las botas,
y quiere hablarnos de Beethoven
o de Hölderlin, cuando asesinan,
y, aún más,
cuando se masturban
en la carroña de los cuerpos ,
ya sin vientres,
ya sin manos,
ya sin ojos.
Y los labios que confesaron
un absoluto no matar,
los vuelcan
vomitando con la metralla.

8

Sé que cuando los halcones vuelan alto

Sé que cuando los halcones vuelan alto,
cae plomo líquido desde los cielos,
bombas que cercenan las manos de los niños
y dejan sombras anchas de muerte con la noche.

Y las palomas huyen hacia las torres altas,
y arde el televisor
con cada anuncio de la guerra.

Sé que cuando los halcones vuelan alto,
traen la muerte en sus picos y en sus alas,
y hay un botín por el cual están atentos,
y lo están rodeando con sus grandes garras.

Y las ciudades arden y arde el corazón de ira,
y se levantan trincheras y se lucha a cada palmo.

Sé que cuando los halcones vuelan alto
es porqué se están dando un festín con carne quemada,
y cualquier exigencia ante la muerte
puede ir más allá de lo inhumano.


José Pablo Quevedo
Embajador de Poetas del Mundo en Alemania
Creador del Sismo Poético Resistente y la Cita de la Poesía:
Berlín- Latinoamérica

MeloPoeFant/BERLIN/Noviembre/2012

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