Pablo Neruda en Cuba y Cuba en Pablo Neruda

09 enero 2012

Por: Ángel Augier

La Habana
Foto: David Paulovich

Mucho agradezco la invitación a participar en este necesario y justo homenaje a Pablo Neruda en su centenario, del Festival Internacional de Poesía Proyecto Cultural sur, y mucho más me complace participar, ofreciendo algunas primicias de mi libro Pablo Neruda en Cuba y Cuba en Pablo Neruda, aún en proceso, y relativos a la primera visita a La Habana en 1942, hace solamente sesenta y dos años.

Afortunadamente, tenemos elementos de primera mano para saber cómo fue que llegó a Cuba al poeta, en su infancia, y se consolidó en su juventud. Lo confesó Neruda en una bella crónica que envió en 1950 al Diario habaneroHoy, bajo el título Recuerdos de La Habana, de la que es esta síntesis. Después de expresar que “La Habana era para mí una caja de tabacos”, y describir el paisaje austral de su niñez:

“Pasaron los años que me condujeron por el mar a otros sitios, a otros puertos, a otras desembocaduras. En Batavia, en Java, en largas conversaciones con un cubano fue precisándose para mí la bella ciudad que todavía perduraba en mi corazón. Fue un cubano llamado Gustavo Enrique Mustelier quien me predicó la habanidad y me hizo hijo predilecto, aunque desconocido. Este Mustelier que, aunque con el pelo totalmente blanco debe vivir aún, enérgico y patriota en alguna casa llena de flores del Vedado, fue entonces, en el año 1930, con su bastón con cachas de marfil y sus camisas de gruesas rayas, en las que yo admiraba sus mascuernos y alfileres en forma de herraduras, fue para mí, además de un admirable amigo, la imagen del elegante de La Habana, hombre de inagotable repertorio y de rigurosa conducta”.

Y proseguía la emotiva evocación:

“Como no teníamos nadie más con quién hablar en nuestro idioma, con Mustelier recorrimos calles y casas y él me ilusionó con esas champolas de guanábanas que iban a ser realidad alguna vez para mí en la casa de Augier y la de Fernández de Castro. Como yo, hombre austral, era más callado que Mustelier, o mucho más callado, en cerca de dos años de compañía quedé yo mucho más ilustrado sobre los sabores y los cielos, el café y la política habanera de aquellos tiempos de lo que él de mí supiera de mi oasis”(...)

Sí fue así como Cuba llegó a Neruda, podemos afirmar que Neruda '(su formidable poesía) llegó temprano a Cuba, igualmente, aunque no se haya hecho mucho énfasis en ello. Nada menos que en 1925, la importante revista habaneraSocial publicó el número 8 de los 20 Poemas de amor y una canción desesperada, tomada de la revista argentina Proa, cuya semblanza del poeta también reproduce.

En 1927, se repitió la presencia de Neruda en la misma revista Social, que incluyó un "Panorama intelectual de Chile", por el crítico peruano Serafín Deimar, quien asegura, entre otros elogios, que "Pablo Neruda es en Chile quien marca en el arte poético la ruta de los nuevos".

Y por su parte, el famoso Suplemento Literario del Diario de la Marina dirigido por José Antonio Fernández de Castro, también en 1927, reprodujo tres poemas nerudianos, titulados “Farewell”, “Playa del sur” y “Hoy es el cumpleaños de mi hermana”, con semblanza donde se asegura que “ser un gran poeta moderno como Neruda es muy difícil”

.Entonces, en una situación de constante crisis política y de inquietudes revolucionarias, no parece haber tenido mucho eco general esas primeras menciones en Cuba de un nuevo gran poeta chileno, pero en definitiva constituyen antecedentes de indudable trascendencia.

Es notorio que la fama universal de Neruda comienza en el Madrid de la República Española, cuando se estrena la hazaña lírica de Residencia en la Tierra, a través de los Tres cantos materiales incluidos en el Homenaje a Pablo Neruda de los poetas españoles de la generación de 1927 y de promociones posteriores, editado en 1935 como avance de la Residencia de las ediciones El Árbol de la Revista Cruz y Raya. Juan Marinello le dedicó un entusiasta ensayo en la revista Orto, que expresó la fuerte impresión que a todos nos hizo en Cuba aquella poesía.

Después, vinieron los años terribles de la heroica defensa de la República en España, la identificación de Neruda con las luchas del pueblo español (expresada en el verso vibrante y atormentado de España en el corazón), y su capital participación en el Congreso Internacional en Defensa de la Cultura, en medio de la criminal agresión fascista, allí se forjó la estrecha amistad del gran poeta chileno con los escritores cubanos presentes en aquella batalla de las ideas: Juan Marinello, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier y Félix Pita Rodríguez.

Tanto Marinello como Guillén nos trajeron la devoción cubana de Neruda su sueño infantil y juvenil, su curiosidad por conocer la champola de guanábana, y todos quedamos pendientes de esa futura visita, cuya posibilidad se acercó cuando el poeta llegó a México en 1940, como Cónsul General de Chile. Hay copiosa correspondencia sobre ello, pero no fue posible hasta el 13 de marzo de 1942, la visita de Pablo Neruda a Cuba, acompañado de su esposa Delia del Carril.

Tuve la suerte de acompañar a Marinello y Guillén a darles la bienvenida sobre el vapor procedente de Veracruz que los trajo al puerto habanero, y de acompañarles hasta su hospedaje en el hotel Packard, punto histórico y estratégico de la ciudad: el Paseo del Prado, vecino del Castillo de la Punta y del imponente paisaje marino del Malecón, en la misma línea fronteriza de La Habana Vieja y la moderna urbe.

La acogida cordial de Pablo y la Hormiguita me animó a visitarles la tarde siguiente al día de la llegada, y él accedió a mi sugerencia de conocer el pintoresco entorno urbano que mucho le complació. Cuando íbamos de vuelta, se nos unió José Antonio Fernández de Castro, secretario de la embajada de Cuba en México, que disfrutaba de vacaciones en La Habana. Pablo nos invitó a un trago en un bar del camino. De pie, en la barra, ellos pidieron ajenjo, y yo, poco dado a tragos, opté por una modesta cerveza. Pablo, sentenció con su voz profunda y tono salmodiante:

—Ángel: de vez en cuando viene bien un ajenjo...

Después de la risa de todos, prosiguió:

—Cuando yo tenía que terminar mi “Canto para Bolívar”, en México, a pocas horas del acto donde debía leerlo, no acertaba a terminarlo. Acudí a una copa de ajenjo, y pude terminarlo felizmente...

Cuando cesaron las risas, le respondí:

—Bueno, ya sé la receta para cuando me vea en semejante caso...

Esta primera visita cubana de Neruda, fue a invitación de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, a cargo del eminente polígrafo José María Chacón y Calvo para ofrecer un ciclo de tres conferencias en el Seminario de Investigaciones Históricas, con el siguiente temario:

1 - Viaje del tiempo y del océano, lunes 23

2 - Viaje a la luz de Quevedo, jueves 26

3 - Viaje a través, de mi poesía, sábado 28

Fueron ofrecidas las conferencias en el salón de actos de la Academia Nacional de Artes y Letras, instalada en el que fuera edificio del Colegio de Belén, en La Habana Vieja, con asistencia de un público ilustrado, ávido de conocer al gran poeta, al que rindió sincera admiración. La prensa habanera, con explicables excepciones reflejó el acontecimiento. Yo escribí crónicas para el diario Hoy.

Varias instituciones ofrecieron homenajes a Neruda, entre ellas el Frente Nacional Antifascista, con una conferencia de Juan Marinello sobre su poesía; la Unión Juvenil del Centro Popular hebreo, con una conferencia del poeta Félix Pita Rodríguez sobre Residencia en la Tierra. El Departamento de Cultura y Turismo del Municipio de La Habana, en el gran salón del Palacio Municipal, con un concierto de la Banda Municipal dirigida por el eminente maestro Gonzalo Roig, y lectura de poemas por Neruda, después de ser presentado por Nicolás Guillén.

El homenaje más intimo y pintoresco, casi familiar, rendido entonces a Pablo Neruda, fue el de los poetas, escritores y artistas, en la noche del 15 de abril, una comida de despedida, de la que ha quedado recuerdo en sencillo impreso que simula la portada de libro, hecho en su famosa imprenta La verónica por el inolvidable poeta impresor español Manuel Altolaguirre —refugiado entonces en La Habana— con el ¡indispensable texto del menú: PAELLA / PARA NERUDA / Poema / En un plato; y una ensalada /Postre, pan y café / Fonda de La Victoria / La Habana, abril 15 de 1942.

"La Victoria" era una excelente fonda especializada en comida española, situada en la Plaza de San Francisco, La Habana vieja.

Una de las grandes satisfacciones de Neruda en La Habana fue la visita que hizo, acompañado de Nicolás Guillén, al eminente malacólogo don Carlos de la Torre, quien obsequió al gran poeta visitante una valiosa colección de polimitas, caracol cubano que él descubrió. En mi libro, reproduzco la deliciosa crónica de Guillén de este encuentro del poeta con el científico, escrita al ocurrir el fallecimiento del sabio cubano.

Por último, debo recordar la inolvidable visita de Pablo y la Hormiguita a mi casa, invitados por mi esposa Corina Calderín a probar la champola de guanábana que tanto añoraba el cónsul cubano en Java, y que él deseaba conocer. Gustamos del delicioso néctar frutal en aquel primer piso de Lealtad y Condesa, donde celebraron a nuestras hijas Alba Rosa y Gisela, de casi tres años la primera y de poco más de un año la segunda. Al degustar el pulposo refresco, expresó Pablo:

—Justifico plenamente a mi amigo Mustelier por su gran nostalgia de la champola de guanábana, que es un sensacional refresco tropical.

Esto lo dijo, mientras me dedicaba libros suyos que encontró en mi biblioteca. A un ejemplar de los Veinte poemas de amor, escribió al reverso de la cubierta: "Querido Augier: cuánto me ha servido este libro pirateado. Salud. Pablo", con dibujos de barcos y pajaritos. Ya había escrito en la portada: "Para Ángel Augier, Con un abrazo de Pablo Neruda.

Habana, marzo de 1942.

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