Guardo aún el cáliz de mil alma,
alguna gotas de precioso néctar;
algo, que bien guardaré como un tesoro,
que los placeres locos no escanciaron,
que el fuego ardiente del dolor inmenso.
Algo más puro que el rocío tierno,
que la rosa en botón
que la azucena;
más dulce que la miel de las abejas,
algo que la amargura de la vida no pudo acibarar.
Guardo con avaricia ese tesoro
que a un ángel prometí;
que aunque yo muera sin haber cumplido,
allá el cielo entregaré rendido;
son los besos de esposo que no di.
1 comentario:
Hola Julio, un bello poema. Un placer leerlo. Besos, cuidate.
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